Los 80 años de una Madre bella
La mayor bendición de una mujer es la de ser Madre.
Y la mayor dicha de un hijo, es la de poder contar
con el amor de una Madre ejemplar y valiente
Autor anónimo
Ser Madre es una de las experiencias más angustiosas y, al mismo tiempo, más valientes en la vida de una Mujer.
Al llegar la hora de dar a luz, el frágil pero valeroso cuerpo de la Creadora de Vida sufre y se estremece de dolor en el instante del parto.
Al pujar, cuando comienza el nacimiento, la Madre se retuerce y se estremece de dolor, en medio de un sudor interminable.
En el momento en el que la cabecita de la criatura es recibida por médicos, comadronas, o parteras, la Madre siente que su cuerpo se rasga y al aparecer los hombros del bebé, la Mujer experimenta un sufrimiento tan intenso, que algunas sienten como si les hubiera llegado la hora de morir.
Esta es la sensación que han experimentado aproximadamente cien mil niñas de escasos 10 años de edad en Colombia, durante los años 2022, 2023 y 2024, sin estar física ni mentalmente preparadas para ello, según las Instituciones de Salud.
Pasados los instantes de angustia y sufrimiento, el cerebro, el alma y el corazón de la Madre entran como en un trance del que no quisiera salir, al contemplar la dulzura de unos ojitos divinos que la miran con un amor tal que ella se quisiera comer a besos a la criaturita recién llegada al mundo.
A partir de ese instante la existencia de la Madre entra en una época maravillosa: la infancia del niño, o de la niña.
Isabel Andrade Beltrán, de Bogotá (Colombia), pasó en 4 oportunidades por esa dolorosa pero sublime experiencia desde los 22 años de edad y en 1968 se produjo una escena familiar que fue captada con lágrimas de emoción por el padre de los niños: Germán Darío de 2 años (a la izquierda) y Henry Mauricio de uno (a la derecha), besan con dulzura las mejillas de su adorada Madre, quien recibe las muestras de amor filial con sus hermosos ojos cerrados, mientras sus bellos labios les devuelven los besos a sus bebés.
Desde ese instante la escena se convirtió en un símbolo de ternura en la Historia de la Familia Navarrete – Andrade. (Foto de Germán Navarrete).
Cincuenta y seis años después de haber sido captado el emotivo instante de amor filial de la fotografía anterior, Germán y Mauricio repitieron la misma escena de 1968. En esta ocasión, ante el mural que homenajea a la mujer cartagenera, en el Restaurante “Yo Amo a Bazurto”, de la Ciudad Heróica, el 22 de Enero de 2024.
Al besar de nuevo con dulzura las mejillas de su amada Madre, los hoy adultos le agradecieron a Isabel todo el amor, la ternura y la comprensión que les ha brindado siempre no solo a ellos, sino a sus hermanas Ana María y María Isabel Navarrete Andrade.
En efecto, durante 60 años de matrimonio Isabel Andrade Beltrán ha dedicado cada hora y cada día de su existencia a servir a su esposo y a sus 2 hijas y 2 hijos, sin esperar nada a cambio.
Con un detalle adicional: Jamás ha habido entre la pareja una discusión, una mala palabra, un grito, una riña o un conflicto intrafamiliar. Todo gracias al respeto mutuo y a la comprensión que han caracterizado las relaciones interpersonales de Isabel y su esposo, Germán.
En reconocimiento por la total dedicación de Isabel Andrade al cuidado del hogar durante 60 años, inclusive sacrificando su juventud y sus sueños, su esposo se retiró de la vida laboral activa en 2003, para dedicarse exclusivamente a cuidarla a ella, respetarla y amarla cada día más, bajo el lema que él ha convertido en un paradigma: “Uno recoge lo que siembra”.
En 2024, además de sus actividades como periodista independiente, Germán cumplió veintiún años de compartir con Isabel los pesados e ingratos oficios domésticos, que casi la totalidad de mujeres realizan diariamente en el mundo, sin recibir ni siquiera las gracias por parte de sus maridos, sus compañeros sentimentales, o sus propios hijos: barrer los pisos, lavar la ropa, ponerla a secar y luego guardarla; tender camas, lavar la loza, secarla y después ordenarla, además de ir a las tiendas a hacer mercado. En el hogar yo hago esto en medio de las graciosas burlas de nuestros hijos adultos, que recibo con risas y muestras de afecto.
Por todo lo anterior, hoy le celebramos a Isabel Andrade Beltrán, con profundo amor, sus bellos 80 años de vida dedicados al servicio del Señor en el culto religioso al cual asiste, a su Familia y a la Humanidad en general. (Foto de Claudia Xiomara Puerto Bonilla).
El amor que durante más de cincuenta años ha transmitido Isabel Andrade Beltrán a sus cuatro hijos, tiene este efecto sublime cada vez que se encuentra con ellos: Ternura…, alegría infinita…, dulzura por el recuerdo de la Madre que desde la niñez soportó con paciencia infinita las travesuras infantiles, –algunas de ellas pesadas–, y a pesar de eso jamás los gritó, jamás les dio un “cocotazo” en la cabeza, nunca los castigó con el tradicional “chancletazo” de los años 60 del Siglo XX, ni los pellizcó para reprenderlos.
Por el contrario, siempre los amonestó con amor y con una paciencia digna de reconocimiento les dio consejos para que no volvieran a hacer cosas que no les gustaran a sus padres o a sus hermanitos.
Hoy, uno de los que más amor desborda por su bella Madre es Henry Mauricio, de 57 años, quien cada mañana, cuando entra a la cocina y la ve dedicada como toda la vida, preparando silenciosamente los desayunos para la familia, la recuerda como cuando era un niño de cuatro años y lágrimas de ternura afloran a sus ojos. Es entonces cuando se dirige a ella y los dos se abrazan con un amor infinito, con una alegría tan inmensa y bella que contagia el alma, el espíritu y el corazón del papá –Germán el periodista–, porque son sensaciones humanas que permanecerán para siempre en el espacio infinito del tiempo terrenal.
Lo dicho: ¡¡¡ Uno recoge lo que siembra !!!
Cada encuentro del hijo mayor, Germán Darío, con su amada Madre, es de una ternura maravillosa. Él la abraza con una fuerza…, con un amor filial tan intenso y bello, que el padre del joven y esposo de Isabel no puede menos que contemplar la escena con emoción y lágrimas que afloran a los ojos, al comprobar cómo la silenciosa labor de 60 años de ella como esposa y madre, es respondida hoy con la misma dulzura y cariño con los que formó a los cuatro hijos cuando eran niños y adolescentes.
La foto superior corresponde al encuentro de Madre e hijo en la Escuela Naval de Cadetes de Cartagena “Almirante Padilla”, y la inferior al llegar Germán al aeropuerto de Toronto, en Canadá, cuando la Familia le tenía una sorpresa a Isabel: Celebrarle sus hermosos 80 años de vida. (Fotos de Germán Navarrete padre).
Ana María Navarrete Andrade y su esposo, César Erley Hoyos Gaitán, también reciben siempre a Isabel con intensas demostraciones de amor filial en su hogar de Edmonton (Provincia de Alberta), Canadá, al igual que sus hijos Samuel e Isabella. Al lado de todos ellos, Isabel ha pasado momentos maravillosos durante varios años.
La ternura y la paz espiritual que siempre han caracterizado la dulce mirada de Isabel, quedó plasmada en esta foto captada en 2015, durante el cumpleaños de uno de los niños de la familia. En la gráfica Isabel aparece abrazada por su sobrino Johan Sebastian Andrade Gómez, en el lado inferior izquierdo de la gráfica.
Juanito, como llamábamos al joven, se ahogó en el fondo de una piscina, en una hacienda ubicada en el área rural de la ciudad de Villavicencio (Departamento del Meta), Colombia, en la madrugada del 5 de Noviembre de 2017, adonde había sido invitado por sus compañeros de trabajo para celebrarle el cumpleaños.
Los efectos de la ausencia de Johan Sebastian se sienten siete años después, como si fuera hoy, por su inolvidable personalidad: respetuoso para con todas las personas, conciliador con los deudores de los Bancos a quienes él llamaba a sus hogares para que buscaran la forma de pagar sus obligaciones hipotecarias, absolutamente honesto en el manejo de finanzas, amoroso con sus padres, su novia y con todos sus familiares, además de poseer virtudes como la de hablar con decencia, sin necesidad de utilizar lenguaje vulgar.
El once de Marzo de 2018 Juanito regresó espiritualmente a la Tierra para inspirar en mi mente un emotivo mensaje de amor a sus padres Darío y Esperanza –a manera de despedida desde el Cielo–, que fue incorporado como un documento para la Historia de la Humanidad en el libro “Cumpleaños de Germán Darío Navarrete Andrade”, que aparece en esta Página Web.
El libro es un homenaje a todas las mujeres del mundo por su bella condición de Madres. Comienza con el mensaje: “El valor de la unión familiar”, está dedicado a la memoria de Juanito y destaca la visita a Bogotá de la dama Judith Nieto y sus hijos Claudia y Fernando después de 32 años de ausencia, además de la visita a la capital colombiana de Rodolfo Andrade Beltrán, luego de 18 años de ausencia.
La hija menor de la familia, María Isabel Navarrete Andrade (a la izquierda), heredó la personalidad y el dulce carácter de su amada madre Isabel y se ha distinguido en la “Iglesia Cristiana Getsemaní”, por ser la joven que durante fines de semana y en tiempos libres, lleva la Palabra del Señor en la ciudad de Edmonton (Provincia de Alberta), Canadá, a todos aquellos seres humanos enfermos por la adicción a los estupefacientes, en un loable esfuerzo por salvarles la vida y recuperarlos hacia la fe cristiana.
Desde el comienzo de la Humanidad, la Mujer cumple la agotadora labor de ser la fuente de la vida, para traer al mundo a bellas criaturitas que nacen para inspirar amor y ternura no solo a sus padres, sino a todos quienes las rodean.
Por esta circunstancia los gobiernos de todo el mundo están en la obligación ineludible de proteger siempre las vidas de las Madres y sus bebés, especialmente dentro de los entornos familiares, donde en la actualidad muchas veces corren más peligro de abusos, violencia y malos tratos, que fuera de los hogares.
Ser Madre, entonces, representa el oficio más valiente del mundo, que nunca termina y jamás le permite a la Mujer descanso alguno durante toda su vida.
La gráfica lo demuestra: Isabel Andrade, a sus 67 años de edad, estuvo pendiente, con amor y paciencia, de su hija María Isabel durante el nacimiento de su primer hijo, Santiago Torres Navarrete, en un hospital de la ciudad de Edmonton, en Canadá, el 17 de Abril de 2011. (Foto de Oscar Torres Zabala).
Con la misma paciencia y ternura con las que cuidaba de sus hijos Germán y Mauricio en la infancia, hace 55 años, Isabel Andrade Beltrán está pendiente de colaborar hoy en la solución de cualquier problema que se les presente a sus nietos en Edmonton (Provincia de Alberta), Canadá.
En la foto, captada por María Isabel Navarrete Andrade durante el verano de 2024, el pequeño Daniel Torres Navarrete, de 6 años de edad, refleja en su rostro el dolor que le produjo una astilla de madera que se le incrustó en un dedo mientras se arrastraba por el césped de un parque en su ciudad natal. Y mientras el niño miraba para otra parte, para no sentir el pinchazo de una aguja, su abuelita Isabel le retiró la astilla, le aplicó un líquido para evitar una infección y todo regresó a la normalidad.
En la actualidad como creador de esta Página Web y abuelo de Daniel, no oculto mi asombro al observar que el niño tiene un extraordinario parecido físico con el chiquillo que era yo a la misma edad, como se puede comprobar por la serie de fotos que aparecen en mi Biografía.
Pero eso no es todo. En el verano de 2024, al ver a Daniel salir repentinamente del interior de un tubo por el cual entran y salen los animales salvajes en un parque canadiense, un lugar al cual había entrado el niño en busca de un balón sin tener en cuenta que por tratarse de un lugar que carecía de iluminación y es estrecho, su vida podía correr peligro, recordé que por la misma época de los 6 años fui atropellado por un taxi porque aparecí de repente ante el vehículo cuando salí detrás de un bus troley que se hallaba estacionado frente a la escuela donde yo estudiaba. Esto, debido a que Daniel es igual de hiperactivo al niño que yo era a la misma edad.
Como reza el dicho popular: “De tal palo… tal astilla”.
En la Navidad de 2024, tres de los once nietos de Isabel estaban próximos a cumplir 30 años de edad: Lauren Daniela Navarrete Sánchez (1995/03/12) y sus hermanos Luís Felipe (1997/06/28) y Karen Juliana (1998/09/09).
Con este motivo y teniendo en cuenta las dificultades económicas para viajar frecuentemente desde Sydney, el joven australiano – colombiano Luís Felipe aprovechó una invitación de su padre Henry Mauricio, el 6 de Septiembre, para celebrarle a su abuelita los ochenta años de vida.
Como se observa en las dos fotografías, Pipe recordó con inmensa alegría y ternura los momentos felices que vivió en su niñez y adolescencia junto a sus abuelos.
Lo primero que hizo, al llegar al lado de Isabel, fue buscar el hombro protector de ella, como lo hacía a los 3 años de edad, y pedirle perdón por las travesuras y daños que le causó en la casa a esa edad maravillosa, cuando todo lo que hace un niño… o una niña… lo considero como algo tierno, divino y que lo lleva a uno a alzarlos, pasearlos en los brazos por toda la casa, acariciar sus cabellos con ternura, hablarles con voz suave y tratarlos con un amor infinito.
Fue muy emotivo escuchar de los labios de un nieto de 27 años que su abuelita Isabel, a pesar de los daños que originaba de niño, jamás lo regañó… nunca lo golpeó… ni lo pellizcó para que dejara de molestar. Por el contrario, siempre lo corrigió con paciencia y amor, detalles que quedaron guardados en su memoria para siempre y por eso, cada vez que vuelve a ella, le habla con dulzura y la trata con intensas demostraciones de cariño, al igual que sus hermanas Daniela y Juliana. (Fotos de Claudia Xiomara Puerto Bonilla).
¡¡¡ Una prueba más de que uno recoge lo que siembra !!!
Una sorpresa maravillosa
El 9 de Agosto de 2024, los cuatro hijos del matrimonio Navarrete-Andrade: Germán, Mauricio, Ana María y María Isabel, abandonaron por una semana el estrés de sus trabajos y se reunieron en la ciudad de Edmonton (Provincia de Alberta), Canadá, para prepararle la gran sorpresa a su bella Madre: ¡¡ Celebrarle su onomástico con un evento organizado por más de treinta personas y los Pastores de la Iglesia Cristiana Getsemaní !!.
En la selfie captada por Mauricio, se observa a parte del grupo que hacía fila en la puerta del templo para recibirnos. Nosotros no teníamos ni idea de lo que nos habían preparado, porque nos habían dicho que solamente nos iban a llevar a un restaurante chino, ubicado frente a la iglesia.
Y mientras los organizadores esperaban impacientes vernos entrar tomados de la mano, yo estuve a punto de dañar la sorpresa porque, de un momento a otro me bajé del carro y me dirigí a la puerta de la iglesia donde atrás estaban las personas de la selfie. Actué con la decisión de querer entrar al templo porque estoy familiarizado con su fachada desde hace varios años. Al ver esto nuestra hija Ana María gritó: “No papá… ahí no es… detente… no entres” y su esposo César Erley me frenó segundos antes de que ingresara al lugar y lo descubriera todo.
A pesar de ese esfuerzo Cristina Torres Zabala, quien sonríe desde el extremo derecho de la fotografía, gritó de repente, para sorpresa de quienes hacían la fila en la puerta de entrada a la iglesia: “Ay… Don Germán ya entró, sin que nadie lo viera… Mírenlo… ahí viene… y la señora Isabel se quedó afuera sola…”
Pero no era yo… era nuestro hijo Germán Darío –quien ocupa el quinto lugar de izquierda a derecha en la fila–, la persona que había llegado a coordinar la preparación de los almuerzos.
Lo que ocurre es que él y yo nos parecemos tanto, que muchas personas nos confunden. Hasta el punto de que un día la esposa de Germán nos comentó que, al vernos de lejos y por la espalda, no sabía cuál de los dos era su marido, anécdota que ambos recibimos con carcajadas.
Idéntica situación me ocurre en Edmonton con el esposo de María Isabel, Oscar Torres Zabala, a quien las personas que nos ven juntos me preguntan si él es mi hijo. Y yo, riendo, les contesto que sí porque, por lo calvos, parecemos padre e hijo. Oscar, cuando entiende lo que he contestado, replica acelerado: “No… no… no… yo no soy su hijo”. Y ambos reímos y continuamos nuestro camino.
Durante casi dos años, Germán Navarrete les había dicho a sus hijos que tenía un sueño: Celebrarle en familia los 80 años de vida a su amada esposa. El 9 de Agosto de 2024 ese sueño se cumplió, cuando circuló esta invitación.
¡¡ Y el sueño se hizo realidad !!.
Isabel Andrade Beltrán y su esposo Germán sonríen, al recibir ella aplausos por tener la oportunidad de poder llegar a los ochenta años de existencia en medio del amor de dos hijas, dos hijos y once nietas y nietos que la respetan, la aman y escuchan sus consejos de vivir en paz consigo mismos y con quienes los rodean, con la certeza de que al cumplir la Palabra del Señor sus hogares y familias siempre serán bendecidos.
En la actualidad, cuando los Medios de Comunicación de todo el mundo dan a conocer cada día el fallecimiento de niños, adolescentes y adultos por toda clase de tragedias o enfermedades, sobrevivir más allá de los ochenta años de edad, con las facultades físicas y mentales intactas, es una proeza.
En casos como el de la pareja de Isabel y Germán, es conveniente tener en cuenta que esa longevidad se debe a que se trata de dos personas que jamás han fumado, que no consumen licores de ninguna clase, que en su juventud practicaron deportes y que en la vejez llevan una vida tranquila y sometida voluntariamente por la pareja al control de médicos generales y especialistas.
Sin embargo, lo más importante para mantener una existencia como la que lleva esta pareja, sin enfermedades, sin estrés de ninguna clase, con paz interior y ánimo alegre a toda hora, es el respeto mutuo total y el amor de pareja durante 62 años de vida juntos.
En el mundo de hoy matrimonios como éste, ya no se ven.
Vinimos al mundo a ser felices…, no a sufrir.
Nuestro destino es amar y ser amado…, no es el de ofender a quien una vez se amó…, Y mucho menos ser ofendido, agredido, y hasta asesinado por la persona a quien uno ama.
Es difícil vivir felices, pero no imposible. ¿ Cómo lograrlo entonces ?. Fácil: No agrediéndose el uno al otro con malas palabras. No insultándose mutuamente con vulgaridades consideradas “lenguaje de alcantarilla”. Y mucho menos gritarse con ira, con rabia. Para ello es indispensable controlar, hasta lograr que desaparezcan, los celos enfermizos e infundados, que no tienen razón de ser y llevan a uno de los dos a golpear al otro.
Miremos siempre a nuestras esposas o compañeras sentimentales con amor, con ternura, con afecto. Agradezcámosles a cada minuto, a cada hora, cada día, el amor, el afecto que ellas nos dan. El simple hecho de prepararnos los alimentos, planchar la camisa que vamos a ponernos para ir al trabajo, alistar el pantalón, la corbata, el sueter, los zapatos o los tenis del día, es una demostración del amor de ellas hacia nosotros.
Lo mismo ocurre con la mujer. El hecho de agradecerle al marido o compañero sentimental, su dedicación al trabajo, su buen trato para con ella y los hijos, permite mantener una relación amable con él, libre de conflictos intrafamiliares. El hecho de que una minoría de hombres sean agresivos, no significa que todos los varones sean iguales. Sí hay buenos esposos. Y quienes los tengan, que los cuiden. Y también hay esposas maravillosas. Por eso hay que respetarlas y amarlas.
En la medida en que se observen estas actitudes será posible llegar también a una vejez alegre y tranquila. Quien llega a anciano solo, sin mujer o hijos, se convierte en una persona amargada y cuando le llega la hora de las enfermedades, se arrepiente muy tarde, de no haber sabido conservar una esposa…, unos hijos…, una familia. Y se termina abandonado en un hogar geriátrico, solo, abandonado y triste.
Lo digo por experiencia, porque como periodista he conocido hombres de diferentes nacionalidades, quienes me han confesado que en su juventud no fueron buenos maridos y hoy, a los 50, 60, 70 y más años, se sienten tristes porque no saben cocinar, no saben lavar su ropa, no saben planchar una prenda de vestir y sus hijos ni siquiera los tienen en cuenta para nada, o viven en países adonde él nunca ha podido llegar.
La celebración del octogésimo cumpleaños de Isabel Andrade fue un bello motivo para festejarle también el cumpleaños a Doña Aura Rosa Zabala, quien aparece de primera a la izquierda de la fotografía.
Otros miembros de la familia que participaron en la celebración de los cumpleaños de Doña Rosa e Isabel, fueron las siguientes personas, de izquierda a derecha: Valeria Gómez Torres (la niña de vestido azul), Santiago Torres Navarrete, Isabella Hoyos Navarrete y sus padres Ana María Navarrete Andrade y César Erley Hoyos Gaitán; el niño David Torres Navarrete, Germán Navarrete y su hijo Henry Mauricio, quien sostiene en brazos al niño Daniel Torres Navarrete.
Al lado derecho de la fotografía, Isabel Andrade Beltrán aparece en compañía de Germán Darío Navarrete Andrade y sus hijos, Mateo y Valentina Navarrete Álvarez; Oscar Torres Zabala y su esposa María Isabel Navarrete Andrade. Finalmente aparecen María Cristina Torres Zabala y su hijo Sebastián Gómez Torres. (Foto cortesía de Valeria Gómez Torres).
El Pastor de la Iglesia Cristiana Getsemaní, Abraham Zúñiga, predica la Palabra del Señor, al bendecir la unión de Isabel y Germán, durante el evento organizado por los cuatro hijos de la pareja. (Foto cortesía de Ruth Vásquez)
De izquierda a derecha: Isabel Andrade Beltrán, el Pastor José Zelaya y su esposa Zulma; Germán Navarrete, Ruth Vásquez (Secretaria de Fernando Barrero Cháves, Decano de la Facultad de Periodismo de la Universidad Central de Bogotá (Colombia) y su esposo Mauricio Lombana. (Foto cortesía de Ruth Vásquez).
De izquierda a derecha: María Isabel Navarrete Andrade, Isabel Andrade Beltrán, Germán Navarrete, Aura Rosa Zabala, Ana María Navarrete Andrade, César Erley Hoyos Gaitán y Oscar Torres Zabala. (Foto cortesía de Valeria Gómez Torres).
Durante sus 80 años de vida, Isabel siempre ha estado rodeada de sus familiares, como lo demuestra la fotografía que viene a continuación, captada durante un recorrido turístico por el Departamento de Boyacá. En ella se destacan los rostros queridos de dos personas que ya no están con nosotros: Doña Delia Gaitán Suaza (la dama que aparece de primera a la izquierda, con un gorro blanco que le cubre la cabeza) y el niño Johan Sebastian Andrade Gómez (conocido como Juanito), segundo de izquierda a derecha, en la fila de adelante, vestido con un sueter rosado con la leyenda New Design y pantalón negro).
Gracias papo por tan merecido homenaje a la Maicita!
Muy lindas fotos!!