Mi niñez en EL ESPECTADOR

Fachada del “Edificio Monserrate” captada el primero de enero de 1955 en la Avenida Jiménez entre las carreras 4ª y 5a. de Bogotá (Colombia). En los sótanos de este edificio transcurrió parte de la infancia y adolescencia de Germán Navarrete. La Sección de Armada y parte de la Rotativa del periódico funcionaban en el subsuelo de la edificación, desde debajo de las oficinas en cuya portería aparece un letrero que dice “Correo Lansa”, hasta la carrera cuarta. El acceso al periódico se hacía por la calle paralela a la Avenida Jiménez, ubicada a la derecha de la gráfica (como se muestra en la siguiente fotografía), mientras que la recepción de avisos clasificados era atendida en una oficina localizada en el primer piso.

Tres años antes de haber sido tomada esta foto –el 6 de septiembre de 1952–, el edificio fue incendiado durante la violencia política que vivía el país. Igual suerte corrieron el edificio de EL TIEMPO y las residencias de los jefes liberales Carlos Lleras Restrepo y Alfonso López, como lo relató Don Guillermo Cano Isaza en su oportunidad. (Foto cortesía de EL ESPECTADOR).

Un día después del incendio del edificio del periódico EL ESPECTADOR, el 6 de septiembre de 1952, quedaron como evidencia del asalto fragmentos de rocas y piedras en el piso, además de la protección de las oficinas con rejas en el primero y segundo pisos. A la izquierda se aprecia la entrada por donde empleados como María del Carmen Navarrete Gómez y su hijo Luís Germán de 5 años, tenían acceso a la Secciones de Armada y Rotativa, ubicadas en el sótano del “Edificio Monserrate”. (Foto cortesía de EL ESPECTADOR).

De los 5 a los 8 años de edad, por tan corta edad, no retenía detalladamente el entorno que me rodeaba.

Pero de los 8 años en adelante sí tuve oportunidad de observar y retener en mi memoria muchos de los aspectos del acontecer diario en los talleres del que sería prácticamente mi hogar hasta los 30 años de edad.

Para un niño de escasos 8 años, el proceso de armada del periódico era un universo fascinante, que fui comprendiendo lentamente, por observación directa, sin necesidad de que alguien me fuera explicando qué era ese mundo, de qué se componía y qué función desempeñaba cada parte que lo integraba.

Como no tenía distracciones ni juguetes, mi mundo lo conformaban una caja de madera llena de lingotes de plomo, un gran horno manejado por Héctor González, donde se fundían barras de plomo, un extenso taller donde varios hombres trabajaban todo el día de pie armando páginas de periódico en mesas como las que se ven más adelante en una fotografía, una docena de máquinas de escribir de dos metros de altura, llamadas “Linotipos”, colocadas una al lado de otra hasta el fondo del sótano del edificio y que se alimentaban con barras de plomo, (como se aprecia en una de las siguientes gráficas), una oficina con una máquina de escribir pequeña, para la persona que dirigía todo lo relacionado con el cierre de las ediciones del periódico, un hueco por el cual caían papeles desde otro lugar llamado Redacción, ubicada en el tercer piso y una oficina ubicada en el extremo occidental del enorme taller, llamada “Sección de Corrección de Estilo”, donde unos hombres leían originales de noticias y otros hacían correcciones en lo escrito por los linotipistas.

La infancia de Germán Navarrete se desarrolló desde los 5 años de edad en medio del afecto de la Familia Cano Isaza. A esa temprana edad porque desde cuando el niño nació en el barrio “La Perseverancia”, Doña Luz Isaza de Cano estuvo pendiente de María del Carmen Navarrete Gómez y su hijo, por ser ella una de sus empleadas, como quedó registrado en la Biografía de Carmelita, que está incluida en esta página Web.

Además, porque mientras María del Carmen laboraba en la Sección de Armada del periódico, el niño permanecía sentado sobre periódicos que cubrían varios de los lingotes que eran colocados en una gran caja de madera a la espera de ser lanzados al horno donde se fabricaban las barras de plomo para los linotipos. En esa caja, ubicada en un pequeño cuarto bajo la escalera que comunicaba a la Armada con el restaurante, Germán recibía el afecto de los Cano cada vez que pasaban por el lugar.

El 29 de Noviembre de 1949 la Familia Cano Isaza celebró alegremente el hecho de que, a partir de ese día, asumía el control administrativo y editorial del periódico, ante el retiro de Don Luis Cano. Durante ese evento fue captada esta gráfica, en la cual aparecen, de izquierda a derecha, Alfonso Cano Isaza, Gerente de Circulación; Luís Gabriel Cano Isaza, Gerente General; Doña Luz Isaza Restrepo de Cano, fundadora del Jardín Infantil para los hijos de los empleados de EL ESPECTADOR; Gabriel Cano Villegas, Director del periódico; Fidel Cano Isaza, Gerente de Publicidad y Guillermo Cano Isaza, quien ocupó la Dirección del diario cuando su padre se retiró. (Foto cortesía de EL ESPECTADOR).

Don Gabriel Cano Villegas, su esposa e hijos recibieron con alegría el día en el cual “El Patriarca de los Cano” comenzó a desempeñarse como Director de EL ESPECTADOR en 1950. A partir de esa fecha Don Gabriel y su familia se convertirían, además, en un invaluable respaldo para María del Carmen Navarrete Gómez y su pequeño hijo Luís Germán, quien en ese momento tenía 7 años de edad. Más adelante, en su adolescencia, Germán consideraría a Don Gabriel y Don Guillermo como unos segundos padres, por la forma como lo apoyaron para que se convirtiera en un buen reportero a pesar de que no había podido cursar bachillerato ni universidad por factores económicos.

En la gráfica, tomada en la Sección de Rotativas del periódico, aparecen de izquierda a derecha Fidel Cano Isaza, Gerente de Publicidad; Doña Luz Isaza Restrepo de Cano, Don Gabriel Cano Villegas; María Antonieta Busquets de Cano y su esposo Alfonso Cano Isaza, Gerente de Circulación, además de otros parientes que los acompañaron en esa oportunidad. (Foto cortesía de EL ESPECTADOR).

Doña Luz Isaza Restrepo de Cano, esposa del Director de EL ESPECTADOR, Don Gabriel Cano Villegas, dejó una profunda huella de afecto, amistad y respeto en María del Carmen Navarrete Gómez y su hijo Luís Germán por el gentil apoyo que siempre recibieron de ella en momentos difíciles. (Foto cortesía de EL ESPECTADOR).

Doña Luz estuvo pendiente de Carmelita y el autor de esta Biografía desde cuando yo tenía un año de edad. Ella y su familia me comprendieron cuando me despedí del periódico en 1971 en busca de nuevos horizontes en EL TIEMPO y después compartieron la tristeza que embargó a mi familia al fallecer mi madre. Hoy, con afecto y respeto aprovecho esta página Web para rendir un homenaje de admiración a las familias Cano-Isaza, Cano-Busquets y Cano-Correa, para agradecerles a todos el respaldo, la orientación y la familiaridad con que nos trataron a mi madre y a mí.

A los 5 años de edad Germán Navarrete era un niño hiperactivo, que corría de un lado para otro y no podía quedarse quieto por su deseo de conocer y aprender de todo lo que veía. En esas condiciones la madre, María del Carmen Navarrete Gómez, era consciente de los peligros que corría al llevarlo a una empresa editorial del tamaño del periódico EL ESPECTADOR en 1948, donde se manejaba plomo derretido, linotipos de un tamaño que para el menor eran como juguetes gigantes y máquinas (platinas) que se desplazaban sobre cuatro ruedas para transportar páginas de periódicos hasta una prensa de gran tamaño, así como una Rotativa donde se manejaban barras de acero de varios metros de largo, que se usaban para sostener gigantescos rollos de papel y que a veces eran arrojadas por Roberto Moscoso sin el menor cuidado a 2 ó 3 metros de distancia porque nadie se imaginaría nunca que por allí iba a cruzar caminando un menor de edad. Por fortuna el niño, a pesar de ser bastante inquieto, obedecía las instrucciones de la madre y aceptaba ser colocado dentro de una gran caja de madera llena de centenares de “lingotes” de plomo cubiertos con periódico y quedarse allí sentado durante varias horas, hasta cuando Carmelita terminaba su jornada laboral. A medida que fue creciendo, Germán se acostumbró al riesgoso ambiente de la secciones de Armada y Rotativas, aprendió a leer con buena ortografía, entendió el arte de la linotipia, comprendió cómo se hacía la armada de páginas de periódicos y desde su adolescencia se convirtió en uno de los mecanógrafos más rápidos del diario, progreso que facilitó su ascenso laboral. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).

La caja de madera donde permanecía el niño Germán Navarrete mientras la madre trabajaba aseando los linotipos y las máquinas de la Sección de Armada, estaba llena de lingotes de plomo como los que se muestran en esta gráfica. Se colocaban varios periódicos encima de los lingotes y allí dejaban sentado al menor. Como el niño estaba aprendiendo a leer, aprovechaba su tiempo para revisar las hojas de periódico mirando tiras cómicas y, con el paso de los años, no solamente podía leer lingotes de plomo, sino que aprendió a leer al revés, factor que le fue de utilidad en su adolescencia y más tarde como periodista. (Foto de Wikipedia).

Aspecto de la Sección de Corrección de Estilo del periódico EL ESPECTADOR en 1950. De pie aparece Juan Pinzón, hermano del Jefe de la Sección de Armada, Armando Pinzón. Como se observa, en esa época los correctores de estilo colocaban a un lado los originales escritos por los periodistas y al otro lado la “tira” u hoja larga donde aparecían los textos escritos con lingotes de plomo por los linotipistas. Las correcciones se escribían sobre las “pruebas” u hojas largas y se las devolvían a los linotipistas para reescribir los lingotes ya corregidos. Los rollos de “tiras” se guardaban durante varias semanas en el improvisado archivo que se aprecia en el fondo de la habitación.

La primicia de esta gráfica consiste en que hasta el momento de aparecer en mi Biografía y en esta Página Web, nadie se ha dado cuenta de que a la izquierda de Juan Pinzón aparece el poeta de Santa Rosa de Osos (Antioquia) (Colombia), Rogelio Echavarría Múnera, quien después de escribir su primer libro de poesía “Edad sin tiempo”, en 1948 y de trabajar en el periódico EL SIGLO, en Bogotá, fue llamado por Don Gabriel Cano Villegas para que hiciera parte de la Sección de Corrección de Estilo de EL ESPECTADOR a los 24 años de edad. Catorce años más tarde Rogelio Echavarría sería el autor de la famosa obra de poesías “El Transeúnte” y se convertiría en Jefe de Redacción de EL TIEMPO, además de asesor de Don Enrique Santos Castillo en temas literarios. Posteriormente se le designó como miembro destacado de la Academia Colombiana de la Lengua. Don Rogelio falleció el 29 de noviembre de 2017 a la edad de 91 años. (Foto cortesía de EL ESPECTADOR).

Estos son los linotipos que se utilizaban en los años 50 del Siglo XX en los periódicos y revistas del mundo. Al lado derecho se ve cómo una barra de plomo suspendida de un gancho de acero va entrando a un caldero y se consume a medida que aparecen los lingotes que dan forma a los párrafos de los textos. Los linotipistas de la gráfica son Alfonso Salinas Grillo (en primer plano), Jaime Amarís, Félix Villarraga y Ernesto Gómez Barriga (al fondo). (Foto cortesía de EL ESPECTADOR).

El siguiente era el proceso seguido para armar EL ESPECTADOR, algunos de cuyos componentes constituían un atractivo mágico para un niño de 8 años de edad, como era Germán Navarrete en 1951:

En las oficinas de Redacción, ubicadas en el tercer piso del “Edificio Monserrate” los periodistas escribían textos en papel, llamados “noticias” o “títulos” y “subtítulos”. En las oficinas de Circulación otros empleados recibían los avisos que la gente deseaba publicar para vender algo. Tanto las noticias como los avisos eran colocados en una cuerda, los sujetaban con un gancho y los arrojaban por una especie de tubo de ventilación vertical, hasta la Armada, en el sótano.

La foto, captada desde el mezanine interior del “Edificio Monserrate”, donde estaba ubicada la cafetería de EL ESPECTADOR en los años 50, permite apreciar la Sección de Armada que funcionaba en el sótano. A la derecha aparece Nepomuceno Sandoval y a la izquierda –del primer plano hacia el fondo–, aparecen Ernesto Muñoz Neira, Juan Benavides Guerrero, Jaime Sánchez, conocido como “El Patico” y José Espinosa, apodado “Puskas”, quien mira hacia la cámara del fotógrafo. Los operarios aparecen armando las páginas del periódico sobre las mesas a las cuales llegaba una mesa portátil que se desplazaba sobre cuatro ruedas, llamada “platina”, para retirar las páginas y llevarlas a una prensa especial y de gran tamaño.

Más al fondo del lado derecho de la gráfica se ve hablando a los linotipistas Hernando Maldonado y Félix Villarraga (de pie). Y precisamente en la mesa que aparece detrás de los linotipistas, en cuya columna hay una Cartelera, trabajaba el joven Germán Navarrete limpiando “espacios” como los que se ven más adelante en un gráfico. (Foto cortesía de EL ESPECTADOR).

Los jefes de la Sección de Armada, Agustín Rodríguez, Armando Pinzón o Alirio Ortega, según el turno y la época, recogían los papeles enviados desde la Redacción, le hacían marcaciones de acuerdo con las instrucciones del Jefe de Redacción y se los entregaban a los linotipistas.

El linotipista colocaba el papel en la parte superior de un teclado. Cada vez que se oprimía una tecla, en la parte superior del linotipo se iba abriendo una compuerta diminuta y por un canal estrecho descendía una matriz o molde de cobre que tenía la forma de letra de metal. A medida que caían las matrices, éstas se alineaban en una especie de bandeja de acero e iban formando los párrafos mediante elementos denominados “lingotes”.

Las noticias tenían diferentes tipos de tamaño y de títulos, dependiendo de la forma que quisiera el Jefe de Redacción: una columna, columna y media y 2 columnas. El linotipista les asignaba el tamaño a los lingotes y éstos, al descender de la parte alta de los linotipos, se encarrilaban automáticamente en una especie de ventana pequeña que se ubicaba a la altura de los ojos de quien manejaba el linotipo.

El linotipista accionaba con la mano derecha una barra que elevaba la ventana móvil unos centímetros hacia el lugar por donde las matrices, o moldes de las letras, eran inyectadas con plomo desde la parte interna del linotipo, dándole forma a los lingotes con los textos. Para los zurdos el linotipo traía una barra debajo del teclado.

Los lingotes, una vez tomaban la forma de las matrices o moldes, caían uno tras otro y eran retirados por los armadores en una especie de bandeja de acero que se llamaba “galera”. De la cantidad de “galeras” que hiciera cada linotipista al día dependía su salario. Los Jefes de la Armada –Armando Pinzón y Agustín Rodríguez en la década de los años 50 y Alirio Ortega en los 60s–, medían continuamente el tamaño del material que producía cada máquina. Los linotipistas fueron quienes más dinero ganaron en el periódico hasta los años 70, cuando el proceso cambió al sistema Offset y ellos quedaron sin empleo porque no pudieron adaptarse a la nueva tecnología, o porque prefirieron negociar su retiro voluntariamente.

Las “galeras” con los lingotes (como la que Nepomuceno Sandoval sostiene en la fotografía que muestra la Sección de Armada, mientras fuma su cigarrillo), eran trasladadas del linotipo hasta la página que le asignaban a cada armador y allí él dividía las noticias en una columna, columna y media y 2 columnas. Al trabajar el material el Jefe de Redacción, el Jefe de Armada, los linotipistas, los armadores y los correctores les daban una denominación diferente, así: una col (11 puntos), col y media (18 puntos) y 2 coles (24 puntos).

Al final de cada palabra el linotipista accionaba una tecla diferente a las que activaban las letras, se abría otra compuerta diminuta ubicada en la parte superior del linotipo y por un estrecho canal caía un objeto de acero de unos diez centímetros de largo. Eran los llamados “espacios”, que iban separando las palabras. En la actualidad la barra que acciona el espacio está ubicada en los teclados de los computadores, debajo de las letras Z, X, C, V, B, N y M.

Como se observa en la parte superior de esta imagen, los linotipos utilizaban “matrices” (moldes) que llevaban grabada cada letra en bajo relieve y eran reunidas en renglones por medio de un teclado, como en una máquina de escribir. Para darle forma a un texto el linotipo vertía automáticamente plomo derretido en el bajo relieve y las palabras se separaban con “espacios” que descendían por canales ubicados en la parte alta del mismo linotipo. Para entender esta explicación basta con tener en cuenta que la frase de la imagen, dice: The Linotype , Big Scheme of Single Operation y va separada por los 6 “espacios” o elementos alargados que sobresalen del texto.

Para que los “espacios” se ubicaran fácilmente entre las palabras era necesario aplicarles “grafito”. Ese fue el primer el trabajo que le encargó Don Gabriel Cano Villegas al joven Germán Navarrete al aceptarlo en EL ESPECTADOR. Los linotipos se utilizaron en el mundo desde el Siglo XIX hasta los años 70 del Siglo XX, cuando fueron remplazados por el Sistema Offset. (Foto cortesía de Paul Koning, de “Mergenthaler Linotype Company – Brooklin, NY”, en Wikipedia).

A los 8 años de edad otra de las actividades que me llamaba la atención era la fundición de plomo para fabricar las barras que consumían los linotipos a medida que iban formándose los lingotes con las palabras, como se aprecia en la fotografía que muestra a cuatro linotipistas trabajando. Las barras de plomo se moldeaban en un horno de acero de unos dos metros de altura, ubicado a la entrada de la Sección de Armada.

Durante largo rato observaba a los operarios Jaime Sánchez o Héctor González mover hacia derecha o izquierda una especie de “timón” de automóvil, según necesitara abrir o cerrar el conducto por donde bajaba el plomo derretido, que se depositaba en moldes de acero. Las barras se colgaban en una cadena que tenían los linotipos en la parte posterior, como se puede ver en la misma foto donde aparecen los 4 linotipistas.

Don Gabriel Cano Villegas observa el funcionamiento de la Prensa Washington en la cual se imprimió el primer ejemplar EL ESPECTADOR en 1887. En el extremo derecho aparece Doña Luz Isaza de Cano, para quien trabajaba María del Carmen Navarrete Gómez en los años 50 del Siglo XX. (Foto: Cortesía de EL ESPECTADOR).

Para el niño de ocho años que se maravillaba con cada máquina de la Armada de EL ESPECTADOR, los linotipos, las “matrices”, los “espacios” y los instrumentos para hacer los títulos de las noticias y los Avisos Clasificados, eran tan exóticos como fascinantes:

• En 1885 el inventor alemán Ottmar Mergenthaler, al diseñar los linotipos creó también una técnica especial para vertir plomo derretido en “matrices” o moldes de cobre que tenían forma de letras.

• Los moldes eran tan perfectamente bien elaborados y brillaban de tal forma, que para mí, que era apenas un niño, parecían objetos de oro y venían en preciosas cajas de metal, clasificadas por tamaños.

Ottmar Mergenthaler, alemán, inventor del linotipo.
(Foto de Wikipedia).

• La guía de tipos de letras y tamaños la constituía una cartilla que era como la Biblia de los Armadores, o los tipógrafos. En los teclados de los computadores de hoy el proceso se denomina “Fuente” y “Tamaño de Fuente” y se ubica en la parte superior de la pantalla, en la pestaña “Inicio”. Allí cualquier persona puede escoger entre aproximadamente 200 tipos diferentes de letras, la que más le guste para sus trabajos y un tamaño desde 8 hasta 72 puntos.

• El tamaño de las letras de bronce tenía como propósito destacar la importancia de una noticia, o el título de un aviso.

• Para construir palabras, el armador iba sacando cada matriz, o letra de bronce, de la caja de metal y la iba colocando ordenadamente en una especie de caja rectangular de acero denominada “componedor”. Cuando se le daba vuelta al “componedor” y se miraba por debajo, se podía leer perfectamente en bronce la palabra que se estaba armando. Una vez listos los títulos, los textos y las fotografías se armaban las páginas de la siguiente manera, como lo muestra esta imagen:

Este era el resultado final del proceso de escribir en linotipos hasta 1970. Las 4 columnas de la página que aquí se muestra estaban formadas por “lingotes” que se formaron al aplicar automáticamente plomo derretido a las “matrices”, o moldes formadas por letras de bronce. Páginas como la que se ve en la gráfica, una vez armadas, eran llevadas a una máquina donde se cubrían con un cartón especial que, sometido a gran presión, adquiría la forma de los textos y fotos que aquí se muestran, para luego pasar a otra máquina de forma ovalada donde se le inyectaba plomo derretido al cartón. Al final aparecía otra página de metal que era llevada a la Rotativa, como se muestra en la gráfica que aparece más adelante. (Foto de Francois Nascimbeni, de EL PAIS de España. Wikipedia).

• Con las letras más pequeñas los armadores formaban los títulos que previamente habían ordenado el Jefe de la Redacción, o el Jefe de la Armada. Las letras de 9 puntos, 10 puntos y 12 puntos, correspondían a noticias sin mucha importancia.

• Para noticias que podían tener una importancia media, se construían palabras con letras de bronce que tenían un tamaño de 14, 16, 18, 24 ó 30 puntos.

• Y para noticias de importancia extraordinaria, como la final de un Mundial de Fútbol, una guerra, un magnicidio, etc., se utilizaban letras de un tamaño superior a los 72 puntos, que no solo tenían un gran peso individual, sino que parecían verdaderos tesoros de la fundición.

• En la actualidad los estudiantes de las Facultades de Ciencias de la Comunicación Social pueden maravillarse con los linotipos antiguos y con todos estos componentes de la Armada, en el Museo Universitario del Edificio San Ignacio, en Medellín, Colombia. Allí se encuentra la Prensa Washington utilizada para imprimir el primer ejemplar del periódico, en 1887, que fue donada por EL ESPECTADOR para que fuera apreciada por los visitantes nacionales e internacionales.

• Los linotipos, maravilla tecnológica inventada por el alemán Ottmar Mergenthaler en el Siglo XIX y dejados de utilizar por los grandes periódicos del país en 1970, aún se puede ver en tipografías ubicadas en el barrio “Ricaurte” y en cercanías del Hospital San José, en Bogotá (Colombia).

Al llegar a los once años de edad, Germán Navarrete ya llevaba seis de estar habituado a la dinámica de la Sección de Armada de EL ESPECTADOR, de colaborar con los linotipistas del periódico y los correctores de estilo, por lo cual Don Gabriel Cano Isaza, al enterarse de que el joven no podría seguir estudios de secundaria, le comentó a la madre, María del Carmen Navarrete Gómez, que Germán estaba apto para entrar a trabajar de manera permanente en el diario una vez cumpliera doce años de edad. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).

Homenaje a los Linotipistas de EL ESPECTADOR

Don Fidel Cano Gutiérrez nació en San Pedro de los Milagros (Antioquia), el 17 de Abril de 1854, fundó el periódico EL ESPECTADOR el 22 de Marzo de 1887 y murió en Medellín el 15 de Enero de 1919, a la edad de 64 años (Foto cortesía de EL ESPECTADOR).

El 17 de Abril de 1954 los linotipistas antiguos de EL ESPECTADOR en Bogotá le rindieron un homenaje a Don Fiel Cano Villegas en el centenario de su nacimiento. Todos ellos le brindaron amistad y afecto a María del Carmen Navarrete Gómez por ser la persona que durante varios años les aseó las máquinas y el lugar de trabajo. Por ello hoy, en nombre de mi madre, les rindo un sincero homenaje póstumo a ellos y al resto de linotipistas que conocí en mi niñez y adolescencia, porque de ellos recibí valiosos consejos sobre cómo aprovechar mis estudios de primaria para avanzar en la vida. Paz en sus tumbas. (Foto cortesía de EL ESPECTADOR).

En los años 50 del Siglo XX la única mujer linotipista de Colombia fue Doña Celia Morales, quien aparece en la gráfica observando un material que le presenta el Jefe de la Sección de Armada de la jornada diurna de EL ESPECTADOR, Armando Pinzón, en presencia del armador Nepomuceno Sandoval (quien sostiene el cigarrillo en los labios). El resto de armadores son los mismos que se mencionan en una foto similar al comienzo de esta Biografía. El Jefe de la Sección de Armada de la jornada nocturna era Agustín Rodríguez. Años después el cargo fue desempeñado por el armador Alirio Ortega. (Foto cortesía de EL ESPECTADOR).

El 14 de Noviembre de 2021 la Asociación Nacional de Linotipistas (ANDEL), cumplirá 98 años de haber sido fundada en Colombia. Con este motivo y debido a que tuve la oportunidad de conocer personalmente a la mayoría de los linotipistas de EL ESPECTADOR en mi época de trabajador en la Sección de Armada, luego como mensajero de la Sección de Redacción y en calidad de periodista, le rindo hoy un homenaje a quienes admiré por su sabiduría, caballerosidad, dedicación al bello arte de la linotipia y por los consejos que de ellos recibí en mi niñez y adolescencia:

1) Francisco Pulgarín. Comenzó trabajando con Don Fidel Cano en Medellín. Era el veterano de los linotipistas del periódico y se distinguía por su seriedad y la autoridad que emanaba de sus conocimientos en materia de redacción. Al retirarse había acumulado 50 años de trabajo en la empresa.
2) Celia Morales. Por tratarse de una dama muy amable y dedicada totalmente a su trabajo, era respetada por todo el personal de la Sección de Armada. Se convirtió en una de las mejores amigas de María del Carmen Navarrete y su hijo Luís Germán durante el tiempo que el joven trabajó en la Sección de Armada y posteriormente en la de Redacción. Al entrar a disfrutar de su Pensión de Jubilación se le permitió seguir laborando una hora diaria porque no tenía nada más que hacer y no se quería ir del periódico. Recuerdo haberla visitado con mi madre en una ocasión en la habitación de la casa en la cual vivió en los años 50 del Siglo XX, ubicada en la carrera doce entre las calles 22 y 23, cuando los predios de ese lugar aún eran ocupados por empleados de altos ingresos y procedentes de familias honorables. Se decía que, inclusive, el doctor Julio César Turbay Ayala (Presidente de la República en el período 1978-1982), vivió en una de esas casas en su época de soltero, por la facilidad para desplazarse a pie hasta el Congreso de la República.
3) Manuel Antonio Puyana. Por ser uno de los veteranos del oficio, se le respetaba y apreciaba tanto por parte de los linotipistas, como de los armadores y periodistas. Lo recuerdo como un señor de anteojos muy amable, quien siempre llegaba saludando a todos quienes nos hallábamos en la Armada.
4) Humberto Camacho. Al igual que Don Manuel Puyana, era uno de los antiguos y lo recuerdo por su elegancia y amabilidad.
5) Alfredo Ruiz: Aun cuando no recuerdo muy bien su fisonomía, vienen a mi mente sus palabras de afecto hacia mi madre y la forma como me explicaba el funcionamiento de los linotipos, con su acento de pastuso.
6) Eduardo Tamayo. Era uno de los más jóvenes y atléticos del grupo. Lo recuerdo por ser otro de quienes me daban sanos consejos. Siempre usaba sacos de lana de cuadros en colores debajo del traje.
7) Guillermo Baquero. Aun cuando no guardo impresiones detalladas de él, recuerdo que era un señor bajito, elegante, de anteojos y siempre de corbata, como casi todos.
8) Emilio Tobón. Se distinguía no solo por ser el más alto y silencioso de su grupo, sino porque animaba su turno tomando sorbos de una cerveza que siempre mantenía en la parte baja del linotipo. El Gerente General, Don Luís Gabriel Cano Isaza, en una actitud comprensiva, le había dado permiso para ello por cuestiones de salud. A mi sí me causaba curiosidad la botella de cerveza pero nunca le dije nada por prudencia.
9) Ernesto Gómez Barriga. Alto, delgado, siempre estaba sonriente. Tenía un bigote muy fino y lo llamaban “Clavelito” por su estilo de hablar al estilo “cachaco”, o sea de los típicos bogotanos de los años 50.
10) Juan Maldonado. Se le consideraba “el patriarca” de la Familia Maldonado. Era alto, gordo, serio en su actitud hacia los compañeros pero amable con ellos y el resto de empleados de la Armada. Todos lo saludábamos como “Don Juan” por su veteranía.
11) Alfonso Salinas Grillo. Abogado de profesión. Usaba anteojos. Siempre llegaba acelerado a trabajar porque venía de alguna diligencia judicial. Tenía tanta afinidad con los armadores, que aceptó ser Padrino de Matrimonio de Luis Triviño Neira, a quien sus compañeros apodaban cariñosamente “El Diablo” y era primo de Ernesto Muñoz Neira, quien residía en cercanías del INEM de Ciudad Kennedy.
12) Manuel Pacheco. Escribía en el linotipo solamente con la mano derecha porque tenía el brazo izquierdo incapacitado y lo mantenía suelto. En 1967 le arrendó su casa de “Barrios Unidos” al armador Mario Sánchez Henao, a quien sus compañeros llamaban cariñosamente “Motorcito”. El predio estaba ubicado a dos cuadras del “Cementerio del Norte”, al lado de la iglesia del sector y aun cuando Don Manuel se lo ofreció en venta por $70.000, Mario no pudo adquirirla porque estaba recién contratado en el periódico, devengaba un salario mensual de $1.500 y aún no tenía el tiempo suficiente para que el Fondo de Empleados le hiciera un préstamo para adquirir vivienda propia.
13) Félix Villarraga. Se caracterizaba por su estatura y seriedad. Era robusto y de cabello rubio, como se alcanza a apreciar en una de las fotografías anteriores, en la cual aparece dialogando con otro linotipista.
14) Hernando Maldonado. Era delgado, más bajito que el padre, usaba anteojos y se caracterizaba por su seriedad.
15) Argemiro Monroy. Era alto, fornido y siempre se le veía sonriente con todo el mundo. Usaba anteojos y se distinguía de lejos porque tenía el cabello blanco.
16) Jaime Amaris. Serio en su trabajo y de cabello ondulado al estilo de la época, se distinguía entre sus compañeros por su alegría costeña, sus chistes y las bromas que acostumbraba hacerles a algunos de los armadores.
17) Jorge Antonio Parra Zuluaga. Uno de los personajes de quien más me acuerdo. Era un hombre alto, muy mamagallista, cuyo acento caldense se distinguía inmediatamente comenzaba a hablar y los armadores lo llamaban no por el nombre sino por el apodo de “Parrita”. Le encantaba tomar traguito porque había adquirido esa costumbre desde muy joven. Compartía el juego de tejo en los fines de semana con el personal de la Sección de Armada. Había llegado de su tierra, Manizales, en 1965. Los amigos le decían “Pateperro” porque caminaba con un defecto físico. En Bogotá había comenzado “caimaneando”, o sea haciendo remplazos de otros linotipistas en “El Siglo”, “El Tiempo”, “El Espectador”, o donde quiera que lo llamaran a trabajar o lo enviara el sindicato denominado “Asociación de trabajadores de la Prensa” (ASOPRENSA). En la Armada se hablaba de la forma como Don Alberto Garrido lo había perdonado en dos ocasiones por llegar tarde, debido a que no se había dado cuenta de su demora por estar bebiendo trago con los amigos en un bar cercano.
18) Augusto Goyes. Era un señor de edad un poco avanzada, de anteojos, bastante serio, hasta el punto de que parecía de mal genio.
19) Fernando Puyana. Era el hijo mayor del linotipista Manuel Puyana. Por su juventud, su carácter alegre y su facilidad para las relaciones públicas, era uno de los que más amigos tenía. Además, gozaba de mayor aceptación entre los linotipistas y armadores del periódico. Varios años después de haber sido su amigo y compañero de sección, me enteré a través del Cajero General Alfonso Moscoso, de la decisión del Gerente General, Don Luis Gabriel Cano Isaza, de enviar a Fernando a hacer un curso en Estados Unidos sobre el manejo de la nueva tecnología de “Impresión por el Sistema Offset”, por considerarlo como el más apto para encargarse de la modernización de las publicaciones del periódico.
20) Alfredo Rodríguez. Otro pastuso muy amable, hablador y querido por todos en la Armada. A diferencia de la mayoría, le gustaba llegar a trabajar en trajes deportivos. Fue otro de los que me enseñaron el funcionamiento de los linotipos, desde el teclado, el descenso de las “matrices” o moldes y de los espacios, hasta la colocación de las “barras de plomo” en la caldera de la máquina y cómo aparecían los “lingotes” para luego ubicarse automáticamente uno por uno en las “galeras”. Se casó con Gladys Peñuela, la secretaria del Gerente de Circulación, Don Alfonso Cano Isaza.
21) Fabio Gómez. Compensaba su baja estatura con su carácter extrovertido paisa. Se caracterizaba por su personalidad alegre. Además de ser hiperactivo tenía facilidades para las relaciones públicas, la administración, la promoción publicitaria y los negocios. Por estas cualidades saltó de los linotipos a gerenciar la oficina de “Recepción de Avisos Clasificados”. Años después de haberlo conocido en la Sección de Armada tuve oportunidad de trabajar a su lado porque era quien atendía a los periodistas en el mezanine del “Edificio Monserrate”. Por Alfonso Moscoso me enteré de que había logrado el nombramiento de Agente de EL ESPECTADOR en la Oficina de Cartagena, donde su posición le permitía darse “una vida de rey”.
22) Luís Pinzón. Era el linotipista encargado de los turnos de la noche y con mayores problemas familiares. De anteojos, robusto, amable y bastante conversador. Cuando nos encontrábamos me contaba que tenía 8 hijos que aún no se hallaban en capacidad de trabajar para ayudar al sostenimiento del hogar y por eso aceptaba el horario más difícil, porque la mayoría de veces salía de trabajar a las 3 ó 4 de la madrugada.
23) Humberto Jiménez. Con el paso de los años me llamó la atención que siempre vestía trajes grises. Era bajito, usaba anteojos y se hizo muy popular entre los empleados de la bolera de la Avenida Jiménez con carrera 6ª porque era uno de los clientes más asiduos, como él mismo lo comentaba. Le fascinaba invitar a sus compañeros a baños turcos y tomar whisky. Por Alfonso Moscoso me enteré, años después, de que al concluir la edad dorada de los linotipistas y no acoplarse al sistema Offset quedó en la miseria y hasta llegó a pedir limosna.

Al llegar a los doce años de edad, motivado por las enseñanzas de los linotipistas de EL ESPECTADOR, el niño Germán Navarrete hace el simulacro de manejar el teclado de las que para él eran “enormes máquinas de escribir” y que en los años 50 del Siglo XX eran utilizadas en todo el mundo por las empresas dedicadas a la publicación de periódicos, revistas y magazines. Al lado del joven aparece María del Carmen Navarrete Gómez, quien había sido contratada por el propietario del diario para colaborar con el aseo de los linotipos. (Foto cortesía de EL ESPECTADOR).

El proceso antiguo para imprimir el periódico, utilizado durante la época de mi ingreso como empleado a la Sección de Armada en 1955, también era bastante interesante:

• Don Samuel Monroy, un hombre siempre sonriente, amable y quien ya se acercaba a los 60 años, llegaba adonde los armadores con la mesa de acero portátil dotada de cuatro ruedas denominada “Platina” –que se aprecia al frente de Nepomuceno Sandoval, el armador que fuma en una de las fotos anteriores—. En ese lugar el señor Monroy aseguraba la página armada con grandes tornillos que el marco de acero traía en la parte inferior y de la mesa fija la trasladaba a la “Platina” para llevarla a una gran prensa de acero, al lado de la cual siempre había cajas con láminas de cartón blanco, similares en su forma a los paquetes de papel oficio que hoy se utilizan para las impresoras en las oficinas, pero en esa época cada hoja de cartón grueso tenía un tamaño más grande que el de las páginas de los periódicos de hoy.

• El proceso que se seguía a continuación, se aprecia en la siguiente fotografía:

De la mesa portátil de Samuel Monroy se trasladaba la página armada a otra mesa de acero y sobre ella se colocaba una lámina de cartón blanco virgen. La prensa aprisionaba con tal fuerza el cartón sobre la página que los títulos, los textos de las noticias, los avisos clasificados y las fotografías con sus leyendas quedaban perfectamente impresos en el cartón y se podían leer fácilmente, como lo hace el empleado del centro al revisar la nueva forma de la página, ahora convertida en un trozo de plomo ovalado que posteriormente se colocaba en una de las secciones de la Rotativa, donde se impregnaba con tintas de varios colores, según se tratara de un periódico o una revista. (Foto cortesía de EL ESPECTADOR).

• El cartón se utilizaba como un molde al colocarlo sobre un rodillo de acero dotado de una especie de compuerta metálica. Al cerrarla se vertía plomo derretido entre el cartón y el rodillo. Una vez enfriado el plomo se abría la compuerta y aparecía un nuevo molde, esta vez hecho en plomo, de forma ovalada y en el cual se podían ver los mismos textos, títulos, fotos y avisos del molde de cartón, como se aprecia en la fotografía anterior;

• La página plana que los armadores entregaban al señor Monroy y que ahora había adquirido una forma circular, era trasladada de la Armada a la rotativa –al otro lado del sótano del “Edificio Monserrate”— y se colocaba sobre otro rodillo, esta vez mucho más grande, que giraba a gran velocidad, impregnando con tintas de diferentes colores el papel que circulaba por cada sección de la rotativa. Las tintas se hallaban dentro de recipientes colocados debajo de los rodillos. En la medida en que los rodillos giraban velozmente, se untaban de tinta y la trasladaban al papel.

• Los rollos gigantes de papel se colocaban en la parte posterior de la rotativa y se iban haciendo aparecer por la parte inferior de cada unidad de la misma, como se alcanza a apreciar en las fotografías de la Biografía de “Israel Navarrete, Estrella de EL TIEMPO”.

• Las páginas, ya impresas en papel, eran llevadas por una banda transportadora dotada de alambres que las aprisionaban y las conducían hasta la parte delantera de la rotativa. Al llegar allí los pliegos de papel de todas las páginas ya se habían unificado y el periódico iba saliendo ordenadamente y completo.

• La rotativa tenía un contador en el sitio donde unas cuchillas cortaban cada periódico y lo acumulaban en una banda transportadora más pequeña, donde el jefe de la rotativa escogía al azar un ejemplar del diario, para verificar que las páginas no fueran saliendo con manchones por alguna falla del sistema de impresión de tintas.

• En mi niñez la rotativa no tenía sistema de amarre automático, por lo cual los periódicos ya impresos se les hacía llegar a otros empleados, quienes formaban paquetes de a cien ejemplares, los amarraban con cabuya alzaban los paquetes en los hombros, caminaban con ellos hasta la carrera cuarta y allí los iban lanzando al interior de los camiones que esperaban en la vía pública para iniciar el recorrido hacia el Aeropuerto de Techo, o hacia los destinos finales en los expendios de Bogotá, Medellín, Cali, etc.

De izquierda a derecha aparecen Santiago Alarcón, Raúl Sanabria y el niño Luis “El Chiroso”, en el momento de retirar de la banda transportadora los ejemplares de EL ESPECTADOR para que los empleados que aparecen en la parte posterior de la gráfica, Roberto Moscoso (de anteojos) y otro, amarren los periódicos y los trasladen a los camiones que esperan en la carrera cuarta con Avenida Jiménez, para llevarlos a sus respectivos destinos en las diferentes ciudades de Colombia. (Foto cortesía de EL ESPECTADOR).

Lea en el próximo capítulo

 

Cómo me hice Periodista
con solo 5º. de Primaria

9 comentarios en “Mi niñez en EL ESPECTADOR”

    1. René: Ha sido muy agradable reencontrarte en la Junta Directiva del CPB, del período 2022 – 2024 y saber que todos ustedes desempeñaron un papel importante en la defensa del Gremio en estos tiempos bastante difíciles desde los puntos de vista político y de Orden Público. Es extraordinario, también, ver que no has tenido mayor cambio físico. Felicitaciones. Sigues siendo el mismo joven a quien conocí y admiré en los años 70 y 80 del Siglo XX, cuando trabajamos juntos en la Redacción de EL TIEMPO, al lado de ese inolvidable guionista que era Fernando Gaitán con su inseparable amigo Beltrán. Hoy, cuando he comenzado mi carrera hacia los 90 años de edad, es muy placentero rendirle un homenaje sincero a todas las personas a quienes conocí en mi juventud. Todos ustedes fueron, para mi, un maravilloso universo de conocimientos profesionales. Toda una bendición para quien solo alcanzó la educación primaria y, a pesar de ello, logró desempeñar cargos de importancia internacional. Desde la bella ciudad de Edmonton (Provincia de Alberta), Canadá, recibe un caluroso saludo y mis mejores deseos por el mayor de los éxitos de todos ustedes. Germán Navarrete.

    2. René: Gracias por tu interés en contactarme. Actualmente vivo con mi esposa y las familias de dos hijas y dos hijos en Canadá, donde tenemos una intensa actividad colectiva viajando de un lado para otro, por lo cual no lo veo tan fácil como quisiéramos. Sin embargo, si me dejas el número de tu Celular, haré un esfuerzo para comunicarnos cuando sea posible. Nuevamente mil gracias y saludos a todas las personas que se interesen en mi trabajo.

    1. Gloria: Muy gentil por su comentario y por interesarse en la historia de mi niñez en EL ESPECTADOR. Realmente fue una época inolvidable porque fue el comienzo de mi formación profesional desde la niñez, gracias a la amabilidad y orientación de Don Gabriel Cano Villegas, su esposa Doña Luz Isaza de Cano, a quienes he rendido un homenaje de agradecimiento, al igual que a sus descendientes y personajes como el poeta Rogelio Echavarría, los linotipistas, armadores y compañeras y compañeros del periódico cuya memoria trato de recuperar hoy para que no olvidemos sus vidas y sus recuerdos. La continuación de ese capítulo quedó interrumpida por el Paro Nacional, pero me dio la oportunidad de escribir 3 informes basados en la forma como más de 30 niñas, niños y adolescentes constituyen una especie de respuesta a esos millares de jóvenes que llevan 4 meses protestando por falta de oportunidades de estudio y trabajo, por lo siguiente: Si las Madres y Padres de hoy comprenden que el amor familiar, la estabilidad emocional de la unión de pareja y los valores morales que inculquen en sus hijas e hijos son la base del progreso de los futuros profesionales, estarán colocando las bases para que los estudios de primaria, secundaria y universidad se conviertan en los cimientos del éxito y nuestros jóvenes no se vean obligados a vivir dificultades como las que se ven hoy en las zonas urbanas del país, especialmente. Me agradaría conocer su opinión sobre esos 3 artículos, en especial el relacionado con la forma como el machismo latinoamericano afecta negativamente a la Mujer. Con agrado la autorizo para que comparta los temas de su interés. Mil gracias.

  1. Alfredo Fonseca Sierra

    Muy buenos artículos German!! Gracias y es algo que recuerdo muchísimo de ti y era toda la pasión que le ponías a tus historias de cuando trabajabas en el espectador y el tiempo y de todas las veces que decías que estabas preparando muchas sorpresas!!
    En verdad muy interesantes y gracias por esa iniciativa que enriquece el patrimonio cultural y social de la familia!! Un abrazo!!

    1. Mi querido Alfredo: Perdona si te respondo un poco tarde, por andar ocupado preparándote otra gran sorpresa que espero estés leyendo en estos momentos, donde eres uno de los protagonistas, además de otro grande que viene para la semana del 12 al 17 de Julio próximos. Considero que este medio es muy útil para hacerles un reconocimiento a tus padres por los esfuerzos que hicieron para hacer de sus cuatro hijos unos verdaderos triunfadores internacionales y por eso estoy utilizando ese ejemplo para motivar a millares de personas en el mundo para que sepan cómo colaborar con sus niñas y niños para hacer de ellas y ellos otros profesionales triunfadores como ustedes. Felicitaciones por tu linda familia.

  2. Juan Carlos: Todos los jóvenes como tú, hoy en día, también tienen historias maravillosas que contar. Lo que ocurre es que a nadie lo preparan para que vaya guardando parte de sus recuerdos para que cuando tenga una edad adecuada comience a armar escritos, libros, poesías, etc. Algunas personas de mi generación no consideraron jamás interesante guardar nada y cuando lo quisieron hacer ya era demasiado tarde y no tenían fotografías ni documentos, por lo cual se perdió parte de la historia del país. Por eso la Alcaldía Mayor, en la época de Lucho Garzón, inició un programa para convencer a los abuelitos de sectores como Soacha, Ciudad Bolívar, etc., de que contaran en una hojita qué recuerdos tenían de su vida. Me pareció algo muy bello, que coincide con las culturas indígenas, donde los mayores (los denominados taitas), le heredan a los menores los conocimientos ancestrales. Por mi parte trato de dejar a mis descendientes una huella para que sepan de dónde salieron y quiénes fueron sus tatarabuelos, bisabuelos, abuelos, padres, hermanos, etc. Gracias por la gentileza al leer mis modestas historias.

  3. Huy cuánto a cambiado a nuestros tiempos hoy en día
    La forma del trabajo y periodismo
    Que gran reportero y que orgullo me da desirle a la vida y mis amistades que tengo como gran familiar a un gran reportero y exelente persona lo felicito por tan hermoso trabajo que hace que uno se sienta orgulloso grande germancito

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