Jesús Fonseca Amézquita
Jesús Fonseca Amézquita, el Patriarca de la Familia Fonseca, nació en Sogamoso (Boyacá) (Colombia) en 1873 y se destacó por su visión de negocios inmobiliarios y su disciplina militar. Su abuelo, según las informaciones recogidas, participó en la Batalla de Boyacá que permitió la independencia de Colombia de España, en 1819. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
En todas las reuniones que tenía en su hogar, o en las visitas que hacía a personas de su entorno familiar, Blanca María Navarrete Gómez se preguntaba siempre con dolor, delante de su hermana María del Carmen, sus hijos y nietos –inclusive ante el autor de este libro–, qué había hecho ella para merecer la existencia dolorosa que le correspondió vivir por más de cincuenta años… “si yo nunca le he hecho mal a nadie”, según sus propias palabras.
Al mismo tiempo lamentaba que su anciana madre, Magdalena Gómez Garzón viuda de Navarrete, también hubiera tenido que padecer hambre, frío, soledad y una tristeza tan grande que acabó quitándole la vida, sin oportunidad alguna de disfrutar de una vida agradable.
Blanca María ignoró por largo tiempo que el origen de sus sufrimientos se debió a un amor de juventud ocurrido al terminar la “Guerra de los Mil Días”, una época en la cual ella y su marido, Luis Alberto Fonseca Camargo, ni siquiera habían nacido y de la cual se hablará más adelante, después de explicar cómo los antecedentes de la situación política, económica y religiosa de la Colombia de la conquista y colonia por parte de España, influyó decisivamente en la formación del pueblo boyacense durante los siglos XVIII y XIX y luego afectó de por vida la situación de la familia Fonseca – Navarrete.
El descubrimiento de un Nuevo Mundo por Europa
En el Siglo XIV el mundo no contaba con el petróleo como fuente de energía para sostener su desarrollo y las guerras entre católicos y musulmanes hicieron disminuir el progreso económico del Viejo Continente. Para superar esta situación, en 1375 y hasta 1789, con Portugal a la cabeza, los comerciantes de Europa se lanzaron sobre África en busca de oro y con la autorización del Papa secuestraron a siete millones setecientos mil hombres y mujeres del continente negro.
Fueron cuatrocientos años durante los cuales se saquearon sin piedad los recursos de los países africanos y se secuestró, torturó y asesinó a millones de seres humanos con el argumento de que se necesitaba esa población no solo barata sino gratuita, para recuperar las deterioradas economías de los países europeos sin pagar nada a cambio.
En la actualidad los historiadores reconocen que la prosperidad de Europa se forjó sobre la sangre de millones de víctimas inocentes de tratos crueles, abusos, explotaciones de toda clase y padecimientos indecibles. Los descendientes de esas víctimas, por su parte, le reclaman hoy a los líderes políticos y gobernantes de la Europa actual una compensación por haberles negado a sus antepasados el derecho a una vida digna como seres humanos que desaparecieron sin dejar rastro alguno. (1)
La trata de personas. (Deutsche Welle)
En medio de ese cataclismo humano se produce, en 1492, el descubrimiento de un Nuevo Mundo por España, al iniciar Cristóbal Colón la conquista de territorios poblados por aproximadamente 40 millones de indígenas que vivían en el Hemisferio Occidental, desde la actual Alaska hasta el Cabo de Hornos, en la zona austral de Chile.
Quinientos años después de la llegada de los europeos, la población indígena fue casi totalmente diezmada por los conquistadores y los países de la región habían sido sometidos al dominio español.
Una referencia al respecto se puede encontrar en la sexta página del libro “Francisco Javier Álvarez Lozada, un hombre extraordinario” –que se puede consultar en esta Página Web-, donde aparece la pintura que el Maestro vallecaucano hizo de la “Capilla de Siecha”, el lugar sagrado representativo de las “Lagunas de Siecha”, en el actual Parque Nacional Natural Chingaza, a corta distancia de Bogotá (Colombia), donde los indígenas chibchas y muiscas arrojaban al agua oro y esmeraldas, lo cual despertó la codicia de los conquistadores.
Las guerras europeas y la Campaña Libertadora
España, como nuevo imperio europeo, desarrolló una infraestructura que le garantizara la extracción de las riquezas de los países sometidos, entre ellos los que en 1819 formarían “La Gran Colombia” (Colombia, Ecuador, Venezuela y Panamá). Se comenzaba a repetir así el saqueo inmisericorde de los recursos naturales de América, en la misma forma que Europa lo hizo en África varios siglos antes, con consecuencias desastrosas en costos de vidas humanas, pobreza y miseria en los países sometidos a la esclavitud.
“Durante los primeros años de la conquista, en las primeras entradas militares a territorio americano, se buscó principalmente rescatar la mayor cantidad de riquezas y excedentes productivos de las sociedades aborígenes americanas. Este “rescate” consistía en el intercambio, muchas veces obligado, que se realizaba entre españoles e indígenas, propiciado por los primeros y en el cual los indígenas recibían abalorios, chucherías, cuentas de vidrio y toda clase de fruslerías, a cambio de oro, plata y alimentos. La parte que correspondía al Rey, como porcentaje de los botines conseguidos en las entradas militares, fuera en joyas, oro o esclavos, también recibió este nombre”. (2)
Presidentes y virreyes de la Nueva Granada. Eduardo Barrera Monroy. Gran Enciclopedia de Colombia. EL TIEMPO. Círculo de Lectores. Pág. 226.
Mientras avanzaba la búsqueda de oro, esmeraldas y otros minerales en el territorio de la Nueva Granada, el poder imperial de España en Europa enfrentó dos guerras que condujeron a la monarquía a una crisis económica que, a la larga, benefició a La Gran Colombia y propició la Campaña Libertadora de Simón Bolívar, en la cual resultó involucrada la población del Departamento de Boyacá, donde nacieron los ancestros del Patriarca de la Familia Fonseca, Jesús Fonseca Amézquita.
“En 1739 se inició la Guerra de los nueve años con Inglaterra, que duraría hasta 1749, durante todo el gobierno del Virrey de La Nueva Granada, Sebastián de Eslava. Las consecuencias de los enfrentamientos fueron funestos para la economía española, pero no así para la de América”. (3)
3) Presidentes y virreyes de la Nueva Granada. Eduardo Barrera Monroy. Gran Enciclopedia de Colombia. EL TIEMPO. Círculo de Lectores. Pág. 207.
El segundo conflicto bélico que deterioró notablemente el poder económico del imperio español y que favoreció los esfuerzos de los habitantes de La Nueva Granada por liberarse del yugo de España, se produjo en el contexto de las que popularmente se conocieron como “Guerras Napoleónicas”.
El conflicto bélico se produjo entre 1808 y 1814, “cuando las potencias aliadas de España, Reino Unido y Portugal se enfrentaron al Primer Imperio Francés, que pretendía instalar en el trono español al hermano de Napoleón, José Bonaparte, tras las abdicaciones de Bayona”. (4)
4) Guerra de la independencia española. Wikipedia
El yugo español exacerba el heroísmo boyacense
Para recuperarse de las pérdidas económicas que le dejaban las guerras, España incrementó los impuestos a los súbditos de sus colonias, aumentó el saqueo de las riquezas y la opresión sobre quienes rechazaban las duras medidas puestas en práctica por los virreyes, en la creencia de que su poder militar aún alcanzaba para subyugar a los pueblos sometidos durante doscientos años de conquista.
El rechazo de los habitantes de La Gran Colombia a la dominación española fue reprimido con tal violencia por las tropas del imperio, que en pocos años miles de valerosos hombres y mujeres fueron torturados, fusilados y ahorcados en la plaza pública, para aterrorizar a quienes se resistieran al yugo extranjero.
Pero España desconocía el elevado grado de heroísmo, de valentía y de ansias de libertad de los habitantes de la Nueva Granada, entre otros países de Suramérica. Y fue así como los pueblos de Boyacá, de los Llanos Orientales, del Caribe, entre otros, despertaron de su letargo de esclavitud y se unieron para expulsar a las tropas realistas españolas.
La Revolución Francesa de 1789, la proclamación de los Derechos del Hombre, la Expedición Botánica y el apoyo obtenido por Simón Bolívar en los Estados Unidos y otros países para liberar a América del yugo español, se convirtieron en algunos de los factores clave para hacer realidad el sueño de los granadinos, de los criollos, de los negros, de lograr la ansiada libertad para tener sus propias instituciones, controlar sus recursos naturales y administrar sus vidas sin opresión alguna.
Y fueron Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander, Antonio Nariño y un valeroso grupo de patriotas quienes canalizaron la rebeldía popular, mediante una serie de guerras que avanzaron por los campos de América para expulsar a las tropas españolas, hasta llegar a la epopeya de la Batalla de Boyacá, el 7 de Agosto de 1819, en la cual se logró por fin el anhelado triunfo sobre el yugo extranjero.
La Batalla de Boyacá en la guerra de independencia de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá contra España (Boyacá) (Colombia) 1819. Pintura de Martín Tovar y Tovar, exhibida en el Palacio Federal de Caracas (Venezuela).
En ese día histórico y de una forma que no se ha podido precisar por ausencia de documentación, la familia del Patriarca de la Familia Fonseca, Jesús Fonseca Amézquita, apoyó a los participantes en la batalla. La única referencia verbal sobre esto, a manera de simple comentario, la recibió el autor de este libro de labios de su tío Luis Alberto Fonseca Camargo en los años 80 y durante muchos años permaneció guardada en la memoria, a la espera de una oportunidad para dejarla como constancia histórica.
En un domingo soleado de 1980 visité con mi madre y mi esposa a la tía Blanca y su esposo enfermo Luis Alberto en su vivienda del barrio “Tunjuelito”, ubicado al Sur de Bogotá. Mientras las señoras conversaban en la sala yo visitaba al tío. Él comenzó diciendo que estaba contento por los viajes que yo había hecho por diferentes países como periodista.
En algún momento de nuestro diálogo le pregunté qué recordaba de su padre, porque en esa época yo estaba comenzando a hacer averiguaciones sobre las vidas de nuestros antepasados.
Aun cuando era un tema del cual nunca había hablado con mi tío porque a ambos el trabajo nos había alejado en la vida, me respondió que de lo único que se acordaba en ese momento era de un comentario según el cual Jesús Fonseca lamentaba que sus hijos (Lisandro, Luis Alberto y Arquímedes Benjamín) no hubieran seguido la carrera militar, porque en su familia se consideraba “una tradición desde la Batalla de Boyacá”.
El comentario, sobre el cual no fue posible profundizar por el estado de salud de Luis Alberto en esa época, coincide con la forma como en su juventud atraía multitudes que lo escuchaban en silencio y durante horas, en las tiendas del barrio “La Perseverancia”, para seguir sus explicaciones sobre la forma como se desarrollaron la Campaña Libertadora y la Batalla de Boyacá.
Hasta el día de hoy, Alfonso y Gilma Beatriz Fonseca no comprenden por qué su papá sabía tanto sobre la gesta libertadora de Simón Bolívar y recuerdan cómo se asombraban al escucharlo hablar en las tiendas o en reuniones de amigos con una propiedad tal, que parecía como si hubiera participado en la guerra.
“Cuando, por algún motivo, mi papá comenzaba a narrar detalles de la Batalla de Boyacá, citando los nombres completos de Simón Bolívar, el lugar donde nació, quiénes fueron las personas que lo cuidaron de niño cuando murieron sus padres y explicaba en detalle cómo ocurrió la batalla libertadora en el Puente de Boyacá, las personas que se aglomeraban en las tiendas terminaban aplaudiéndolo como si se tratara de un político, lo felicitaban y luego seguían bebiendo cerveza”, recuerda Alfonso Fonseca, quien acompañó a Luis Alberto en varias de esas reuniones.
El comentario de Alfonso Fonseca coincide con otro hecho por su prima Flor Fonseca Cuervo al autor de este libro hace varios años, cuando la entrevisté en la primera casa construida por el abuelo Jesús Fonseca Amézquita en el barrio de “La Perseverancia”, antes de regresar ella a Nueva York.
“Mi papá me dijo una vez que cuando él y Luis Alberto eran niños, por allá de 13 ó 14 años, mi abuelo Jesús les hablaba de su abuelo en Boyacá y relacionaba su vida con la Batalla de Boyacá, pero como ellos ni siquiera habían llegado a la adolescencia nunca se les ocurrió preguntar nada sobre eso”, comentó Flor.
De todas maneras, aun cuando nadie profundizó en el tema ni aportó documento alguno, las diferentes narraciones recogidas permiten establecer que el abuelo de Jesús Fonseca Amézquita tuvo alguna clase de participación en la Batalla de Boyacá –directa o indirecta– y por eso le inculcó a su familia el amor por la disciplina militar, que más tarde el “Patriarca de los Fonseca” heredó y mostró con orgullo en las fotografías que hacen parte de este libro.
Un orgullo que hacemos extensivo a todos los descendientes de Jesús Fonseca Amézquita en Canadá, Colombia, España y otros países de Europa, porque se trató de un acontecimiento que involucró a la familia en uno de los eventos militares de mayor importancia en la Historia Universal, como fue la liberación de 5 países por las tropas de Simón Bolívar: Colombia, Ecuador, Venezuela, Panamá y Perú.
Para exaltar ese evento se incluyen a continuación 4 escudos del Linaje de los Fonseca, que permiten comprender la importancia de este apellido en el mundo:
Castigó a los hijos por un error juvenil de la madre
Desafortunadamente la disciplina militar que Jesús Fonseca heredó de sus ancestros y conservó hasta el comienzo de su vejez, terminó por arruinarle la vida a las familias de sus hijos y las esposas de ellos, por la rigidez y total intransigencia con las cuales manejó sus relaciones con su esposa Rita Camargo Galán, al enterarse de que ella había tenido dos hijas antes de unirse a él en matrimonio en Sogamoso.
Jesús nunca le perdonó a Rita el haber tenido dos hijas con otro hombre antes de casarse con él y, al mismo tiempo, no hizo ningún esfuerzo para evitar que las relaciones con sus hijos Lisandro, Luis Alberto y Benjamín se deterioraran notoriamente después de que ellos se marcharan del hogar en Sogamoso una vez llegados a la adolescencia para formar vida aparte en Bogotá, como señal de protesta por los malos tratos que él le daba a la madre de los 3 muchachos.
Los hechos hablan por sí solos. El exitoso hombre de negocios canalizó todas sus energías hacia la adquisición de terrenos en Sogamoso y Bogotá, además de inversión en diversos negocios, al mismo tiempo que les negaba a Lisandro, Luis Alberto y Benjamín la oportunidad de adelantar estudios de secundaria y universidad, como castigo por ser los hijos de la mujer que, según él, lo había hecho quedar mal ante las gentes que lo conocían y respetaban en Sogamoso.
Todo terminó siendo un error juvenil cometido por un par de campesinos adolescentes, que años más tarde arruinó para siempre no solo las vidas de Luis Alberto Fonseca y Blanca María Navarrete, sino las de sus 9 hijos sobrevivientes porque al no haber recibido educación adecuada, Luis Alberto se vio obligado a aceptar trabajos mal pagados y, al mismo tiempo, debido a las malas compañías que tuvo desde su llegada al barrio “La Perseverancia”, se aficionó a la bebida y esto desencadenó en él la violencia que había acumulado en su juventud y resultó maltratando a su mujer en la misma forma que su padre lo había hecho en Sogamoso con su madre.
El error de juventud cuyas consecuencias repercutieron en las vidas de Luis Alberto y Blanca María tuvo lugar en la Boyacá de comienzos del Siglo XX. Se trató de Rita Camargo Galán y un campesino cuyo nombre no ha sido posible establecer, quienes vivían en humildes fincas de Sogamoso a finales del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX. Rita, hija de Salvador Camargo y Pía Galán, había nacido en 1886 en un hogar humilde y al llegar a sus 17 años era una joven atractiva, que despertaba las pasiones de los campesinos de la región a pesar de que ella no se lo proponía.
Al terminar la guerra de independencia en 1819, la personalidad machista, fuerte y pendenciera del hombre boyacense no desapareció, sino que se hizo más evidente en su vida cotidiana, en la medida en que algunos de ellos encontraban en el excesivo consumo de chicha, cerveza, aguardiente y ron, el medio adecuado para dejar fluir su rabia contenida, para escapar de sus problemas…, de su realidad. Con el paso del tiempo las reuniones en lugares públicos terminaban en riñas individuales o colectivas, cuando los hombres daban rienda suelta a su instinto belicoso y a su agresividad explosiva.
Rita Camargo Galán (a la izquierda), contrajo matrimonio en 1906 con el ex Sargento de la Policía Nacional, Jesús Fonseca Amézquita y le dio 6 hijos. Su hogar se disolvió hacia 1921, cuando Fonseca se enteró de que ella había tenido dos hijas con un campesino en Sogamoso antes de casarse con él. En la gráfica la señora aparece en compañía de su cuñada Rita Fonseca Amézquita (hermana del militar), quien estaba casada con el campesino José del Carmen Plazas y sostiene en brazos a su pequeño hijo Álvaro Plazas Fonseca. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
En sano juicio los boyacenses eran personas normales, trabajadoras, con quienes se podía hablar y hasta echar un chiste. Pero después de que consumían varias cervezas, o tragos de aguardiente, ron… o chicha, eran personas totalmente distintas. Se encolerizaban por el detalle más insignificante, no admitían que alguien les llevara la contraria. Y mucho menos… muchísimo menos… que pusieran en tela de juicio su hombría… su masculinidad…. Hacerlo…, así fuera en chiste, equivalía a declarar una guerra a muerte.
Por eso en Sogamoso, un pueblo pequeño y habitado por pocas familias campesinas a comienzos del Siglo XX, todo lo que hacía uno, lo sabía otro. Y lo que hacían las campesinas con sus novios, públicamente o a escondidas, tarde o temprano todos lo sabían.
Rita Camargo y su novio eran una simple pareja de campesinos adolescentes.
Comenzaron siendo amigos de juegos infantiles y, sin darse cuenta, resultaron enamorados. Un día cualquiera, sin darse cuenta, ella quedó embarazada. Sus padres, campesinos como la pareja, se molestaron inicialmente pero después aceptaron lo ocurrido. De la relación con el muchacho nacieron dos niñas y la vida siguió normalmente para todos.
Pero un día apareció en la región un hombre alto, apuesto, imponente, poseedor de un tono de voz que inmediatamente imponía autoridad, con cara de rico y quien por su elegante traje militar de la “Guerra de los Mil Días” llamaba la atención de todas las campesinas de Sogamoso.
Era Jesús Fonseca Amézquita, quien se fijó en Rita, observó que era una joven simpática, dedicada al trabajo y comenzó a demostrarle afecto. Los padres de la muchacha, que cuidaban a las hijas de Rita mientras ella trabajaba, comprendieron que su vida al lado del padre de las niñas no tenía futuro, porque se trataba de un muchacho pobre, que no tenía cómo darle una vida mejor y decidieron enviarlas a Bogotá. Además, le dijeron a Rita que si Jesús Fonseca no le preguntaba nada sobre su pasado, pues no había necesidad de contarle que ya había tenido 2 hijas.
La muchacha siguió el consejo de sus padres Salvador y Pía y aceptó la amistad de Jesús. La relación se desarrolló de manera normal y a las pocas semanas ya eran novios. Un día cualquiera Jesús le propuso matrimonio… y se casaron.
De mirada penetrante y ademanes imponentes, Jesús Fonseca Amézquita era considerado uno de los hombres más importantes de Sogamoso a finales del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX, a la vez que un influyente ex miembro de la Policía Nacional y propietario de tierras exitoso. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
Catorce años después, Rita Camargo le había dado 6 hijos a Jesús Fonseca: Lisandro, Lucila, Angélica, Arquímedes Benjamín, Luis Alberto e Hilda. De sus hijas extra matrimoniales nunca le habló nada a su marido y solo se enteraba de cómo estaban ellas por los comentarios que le traían sus parientes de Bogotá, quienes le contaban que se encontraban bien y ya estudiaban.
Mientras tanto Jesús Fonseca era un hombre feliz. Se consideraba una persona no muy rica, pero si dueño de la fortuna necesaria para vivir bien, porque al retirarse del servicio activo la policía le había pagado una buena liquidación, con la cual tenía suficiente para dedicarse en la vida civil a hacer lo que más le gustaba: los negocios. Tenía su finca, su mujer, sus hijos y plata para comprar tierras… en Boyacá… o en Bogotá, donde aún había enormes lotes baldíos.
Durante los primeros años de su matrimonio Jesús Fonseca dejó su finca en manos de un administrador, mientras su mujer se encargaba de los hijos. En Bogotá se dedicó a buscar lotes ubicados en lugares que tuvieran futuro y que pudiera comprar por precios baratos.
En reuniones que sostenía en Bogotá con un paisano de nombre Luis Alejandro Cuervo Rincón y con personas que conocían a fondo el negocio de tierras, Jesús se enteró de que en el denominado “Paseo Bolívar”, en las estribaciones de los Cerros Orientales, la Cervecería Bavaria le estaba ayudando a sus trabajadores para que construyeran sus viviendas y en la parte alta del cerro aún había tierras a bajo precio. Sin pensarlo dos veces, Jesús se apresuró a comprar un lote en la parte más alta del barrio que entonces se llamaba “Unión Obrera” y que en los años 40 se convertiría en uno de los fortines liberales más activos del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán: “La Perseverancia”.
Durante un tiempo la casa construida en el lote solo le permitió a Jesús recuperar el dinero invertido en la compra del terreno, por los cultivos que tenía en el lugar. Después compró el lote ubicado al lado de su vivienda y construyó otra casa.
Para incrementar sus ganancias, el ex sargento hizo sembrar cultivos de hortalizas en ambas casas, como se aprecia en esta fotografía de la época y en la cual Fonseca aparece sonriente en el extremo superior izquierdo de la gráfica, mientras contempla a su hijo Benjamín (vestido con chaleco y camisa de mangas largas).
Esto se podía hacer porque por el lugar pasaba una vía que permitía el paso de animales de carga, pero no de vehículos. Varios años más tarde el arriesgado inversionista recibió con satisfacción el anuncio de la Alcaldía de Bogotá, de que por el frente de sus dos predios se construiría parte de una vía que se llamaría “Avenida de los Cerros”.
En los años 70 del Siglo XX, durante la presidencia de Misael Pastrana Borrero, el Alcalde de Bogotá, Aníbal Fernández De Soto –con quien el autor de este libro compartió visitas a diferentes barrios de la ciudad–, puso en marcha el que se denominó “Programa Integrado de Desarrollo Urbano de la Zona Oriental de Bogotá” (PIDUZOB), que propuso hacer de la “Avenida de los Cerros” una especie de autopista que conectara el centro de la ciudad con el Norte, para descongestionar las carreras 5ª, 7ª y 10ª., que no permitían un flujo rápido de vehículos particulares y públicos porque cada año aumentaba el número de automotores que entraban al servicio en la capital del país.
Para hacer realidad la propuesta del PIDUZOB fue necesario unir varios tramos inconclusos de la avenida y en administraciones posteriores la nueva vía se convirtió en realidad. Actualmente la “Avenida Circunvalar”, su nuevo nombre, es una de las más utilizadas de Bogotá, especialmente por funcionarios de los gobiernos Nacional y Distrital y por ejecutivos que viven en el Norte pero trabajan en el centro.
La venta de los cultivos y el arriendo de la nueva edificación le permitieron a Jesús Fonseca mejorar su nivel de vida en Bogotá, mientras Rita y sus hijos atendían la finca en Sogamoso. Poco tiempo después adquirió un tercer terreno en el Norte de la ciudad, en un lugar donde varios años después sería construida la Autopista del Norte. El nuevo lote adquirió un mayor valor inmediatamente se anunció la apertura de la vía. Con esto demostró su visión acertada de negociante.
Una familia pagó toda la vida un error que no cometió
Durante varios años Jesús Fonseca Amézquita –quien gozaba de prestigio en su tierra por su carácter férreo y porque era implacable cuando se trataba de ir contra delincuentes o enemigos del gobierno–, ignoró que su esposa Rita Camargo Galán había dado a luz dos hijos, como producto de un amor de adolescente con un campesino de Sogamoso antes de casarse con él. Y lo había ignorado porque se hallaba dedicado a la compra de lotes y búsqueda de negocios rentables en Bogotá.
Pero un día cualquiera las “malas lenguas” le llegaron con el chisme y a partir de ese momento Fonseca comenzó a golpear a la mujer. La forma como Jesús maltrataba a Rita por su supuesta infidelidad fue comentada en Sogamoso en voz baja por sus conocidos durante un tiempo, debido a la importancia que él tenía en esa ciudad y en otros municipios de Boyacá. Pero varios años más tarde el asunto comenzó a circular en Bogotá entre familiares y amigos.
En el hogar del ex Sargento el tema fue prácticamente un tabú. Nadie se atrevía a hablar de esa situación en su presencia, por temor a su reacción. Sin embargo, con el paso del tiempo y debido a que Jesús no tenía ya interés alguno en Rita Camargo porque se había alejado de ella y vivía con una nueva esposa –Margarita Gutiérrez–, y tenía otros hijos, él mismo se lo explicaría a sus hijos en Bogotá, durante reuniones familiares en las cuales, inevitablemente, Luis Alberto y Benjamín recordaban la forma salvaje como le pegaba a su mamá delante de ellos, cuando eran niños.
Como había dejado de ver a Rita hacía mucho tiempo y ella permanecía en su hogar de Boyacá cuidando a sus hijas Lucila, Angélica e Hilda, mientras él continuaba dedicado a los negocios y a su nueva familia, Jesús Fonseca accedió gradualmente a tratar el tema con sus hijos varones en Bogotá y ellos, por su parte, ampliaban las versiones de su papá al hablar con Rita cuando la visitaban en Sogamoso.
Varios años después, cuando les llegó la hora del retiro de la actividad laboral, Luis Alberto y Benjamín tuvieron tiempo libre para reunirse con sus hijos y en esos encuentros fueron respondiendo las preguntas que se les hacían sobre lo que había pasado con los abuelos Jesús y Rita. El tercer hijo, Lisandro, siempre se mantuvo al margen de esas conversaciones porque no le interesaba el tema para nada.
De esta manera, poco a poco, a lo largo de los años se fueron conociendo en detalle los hechos ocurridos en 1921 en Sogamoso, confirmados y ampliados en su oportunidad por la propia Rita Camargo Galán a sus hijos Luis Alberto y Arquímedes Benjamín, cuando la visitaban en su finca o la invitaban a Bogotá, porque nunca olvidó la forma como la trató su esposo al enterarse de que había tenido dos hijos con un campesino cuando ella era apenas una niña.
Rita siempre insistió en su inocencia, alegó que se había tratado de un error de juventud y que durante el tiempo que duró vigente su matrimonio, catorce años, siempre respetó el compromiso que había hecho en el altar al casarse y se mantuvo fiel a su esposo. Esa tesis la defendió siempre Gilma Beatriz, nieta del ex sargento.
En los años 30 –cuando tenía 16 años de edad–, Luis Alberto le pidió a su padre que le contara por qué le pegaba a su mamá y cuarenta años más tarde, hacia 1970, cuando tomaba cerveza con algunos de sus hijos en las tiendas del barrio “Tunjuelito”, en Bogotá, les reveló qué era lo que había ocurrido en Sogamoso hacía más de medio siglo. Su versión fue verificada posteriormente en Bogotá por la misma Rita cuando visitaba a su hijo Benjamín y por otros miembros de la familia.
Según Luis Alberto, su padre justificó su violencia hacia Rita diciendo: “Le di porque ella se lo buscó… ¡a las mujeres hay que darles duro para amansarlas¡… ¡para que se porten bien¡…”.
Jesús Fonseca jamás pensó que esas simples frases, dichas a su hijo adolescente, se convertirían en el calvario de Blanca María Navarrete Gómez, porque él las puso en práctica con una violencia mucho mayor desde el momento en el cual comenzó vida marital con la bella e ingenua joven, en 1937. El matrimonio fue oficializado en el 3 de Febrero de 1940 en la “Parroquia de San Diego”, en Bogotá. (Ver el certificado de matrimonio en Manuscritos Navarrete).
Las diferentes versiones señalan que finalmente Jesús Fonseca no volvió a mostrar interés en hablar de la relación de su mujer con otro hombre. Y mucho menos en saber quiénes habían sido las hijas que tuvo antes de casarse con él, como tampoco de los nietos que se decía habían nacido y vivían en Bogotá.
No necesitaba ninguna clase de explicación. Su formación militar, su machismo de boyacense nacido en el Siglo XIX, su lema de que la honra se paga con sangre, le bastaban para decidir que Rita seguiría siendo su mujer… pero no como esposa, sino como sirvienta en Sogamoso.
Por la experiencia vivida con Rita Camargo Galán, Jesús Fonseca Amézquita procuró estar seguro de que las novias de sus hijos fueran niñas de hogares bien formados. Al enterarse de que a su hijo Luis Alberto le gustaba Blanca María Navarrete Gómez (quien aparece en el centro), le pidió a su hermana Rita Fonseca Amézquita (a la derecha) y a su sobrina Josefina Plazas Fonseca (a la izquierda), que dialogaran con ella y luego le informaran qué clase de muchacha era. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
Rita Fonseca Amézquita (a la derecha), hermana del ex Sargento de la Policía Nacional Jesús Fonseca Amézquita, aparece en esta fotografía en la finca que tenía con su esposo José del Carmen Plazas (a la izquierda) en la vereda de Suescún (Municipio de Sogamoso), en el Departamento de Boyacá, Colombia. Los acompaña, en el centro, su hija Helena Plazas Fonseca. Helena fue durante más de 30 años la empleada del servicio doméstico del Director de EL ESPECTADOR, Guillermo Cano Isaza y de su esposa Ana María Busquets de Cano, en Bogotá y en esa condición viajó con ellos y sus hijos por varios países del mundo. Al retirarse regresó con sus padres. En señal de agradecimiento por sus servicios, la familia Cano Isaza se mantuvo siempre al tanto de su vida y de su salud. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
En los años 30 del Siglo XX los precios de la tierra, en Sogamoso, mantenían niveles al alcance de quien tuviera dinero suficiente para pagar el costo por hectárea y estuviera dispuesto a trabajar duro para recuperar su inversión. Ese fue el caso de la familia Plazas Fonseca, que se ubicó en un lugar donde una fuente de agua procedente de los cerros, permitía mantener durante todo el año cultivos de haba, trigo, maíz, cebolla, alverja, cilantro, hierbas, tomates, curuba, guamas, pomarrosa, papa y algunos granos de café, como se aprecia en la fotografía.
Por su extensión, además, la finca tenía espacio suficiente para criar gallinas, pollos, ovejas y tener vacas. Había, además, una burra a la cual llamaban “La Católica” porque a toda hora agachaba la cabeza, como buena católica, según el chiste que José del Carmen hizo famoso en esa época. La gráfica permite, además, apreciar el cerro de donde bajaba el agua que irrigaba los numerosos cultivos de granos y frutas.
Varios años después la riqueza natural de la finca desapareció porque el terreno fue fraccionado por el Gobierno Departamental de Boyacá para ampliar la carretera que de Tibasosa conduce a Sogamoso.
Desde muy niña, Angélica Fonseca Camargo se distinguió por la redondez de su rostro. Tanto, que sus hermanos la llamaban cariñosamente “baloncito”. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
Angélica Fonseca Camargo (a la izquierda) de 2 años y su hermana Lucila (a la derecha), de 4, eran llevadas frecuentemente de Sogamoso a Bogotá para visitar a su padre y luego regresaban con su mamá Rita a la finca. En la gráfica Lucila sostiene a uno de los hijos de la señora María de Acosta, comadre y vecina de Jesús Fonseca Amézquita. La fotografía fue captada en el jardín interior de la segunda casa construida por el ex policía en el barrio “La Perseverancia”, que en la actualidad está demarcada como Carrera 1ª No. 31-52. La vista privilegiada que se tenía de los cerros orientales de Bogotá en este lugar desapareció cuando en la parte posterior de la vivienda se construyeron casas de varios pisos. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
Angélica Fonseca Camargo, de 5 años (a la izquierda), con su hermana Lucila, de 7, en un retrato que les fue tomado en 1915 en Sogamoso. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
Hilda Fonseca Camargo (de pie, a la izquierda), Angélica Fonseca Camargo (sentada, al centro) y Lucila Fonseca Camargo (a la derecha), en la finca de la familia en Sogamoso. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
Según el ex Sargento Jesús Fonseca, dejar ir a su mujer para que regresara con sus parientes sería como premiarla y, además, eso permitiría que en todo Sogamoso cobrara fuerza la versión de que no solo “le habían puesto los cachos”, sino que Rita y el campesino a lo mejor volverían a vivir juntos, mientras él era considerado como un verdadero pendejo. Su decisión, entonces, fue la de mantenerla en la casa para castigarla todos los días por lo que había hecho, mientras decidía el nuevo rumbo que seguiría su vida al lado de otra mujer.
Había comenzado la era de la violencia intrafamiliar contra las mujeres de las Familias Navarrete, Fonseca y Ramírez, que se prolongaría por cerca de cien años, en diferentes hogares y circunstancias. Las características de la violencia ejercida contra ellas por sus esposos se han ido conociendo con el paso del tiempo, así:
Desde 1921 Jesús Fonseca Amézquita sometió a su esposa Rita Camargo Galán a toda clase de golpes delante de sus tres hijos varones, con el argumento de que “¡a las mujeres hay que darles garrote para que aprendan a comportarse bien¡”;
Desde 1937 su hijo, Luis Alberto Fonseca Camargo, siguiendo el ejemplo de su padre, sometió a su esposa Blanca María Navarrete Gómez a una violencia más salvaje que la anterior, engendró diez hijos en ella e hizo que su familia llevara una vida de pobreza con el argumento de que “¡A las mujeres hay que darles duro para que se porten bien¡”… y “¡A las mujeres no hay que darles educación porque se largan con el primer pendejo que se les aparece¡”. Idéntica frase repetían sus hermanos Lisandro y Benjamín;
Desde 1944, el hijo de la tercera generación, Alfredo Fonseca Navarrete, no solo fue víctima de golpes, malos tratos y de la violencia de su padre durante muchos años, sino que heredó de él su carácter belicoso y aun cuando tuvo 4 hijos que lo consideraron un padre excelente y hombre ejemplar, no pudo evitar sostener enfrentamientos personales con su esposa María Cecilia Del Perpetuo Socorro Sierra Diosa, que terminaron en el divorcio de la pareja, mientras él formaba otra familia aparte. Con el paso del tiempo y especialmente después del fallecimiento de Alfredo, los hijos han preferido dejar olvidados en el pasado los malos momentos vividos, para recordar en cambio los momentos alegres de su infancia, su adolescencia y su madurez, junto a un padre amoroso, que se llegó a distinguir como uno de los mejores dirigentes sindicales de Colombia;
Desde 1938 María Elena Navarrete Gómez, fue víctima de golpes y malos tratos por parte de su marido, Jesús María Ramírez, con quien tuvo ocho hijos, quedó ciega, inválida y murió en la pobreza;
Desde 1948, cuando llegó a los 10 años de edad, Gilma Beatriz Fonseca Navarrete no solo sufrió el acoso sexual de su padre Luis Alberto, (afirmación dicha por ella misma), sino que fue víctima de golpes, malos tratos y humillaciones hasta su edad adulta. Al contraer matrimonio con el ciudadano Jaime Mustafá Ahmad perdió tres hijos por embarazos abortados involuntariamente y un cuarto por culpa de las borracheras y la tendencia del árabe de disparar al aire al llegar a su casa “para espantar a los rateros”, según decía;
En un esfuerzo para no continuar soportando la violencia de su padre contra su madre, al igual que el ambiente de borracheras y peleas de sus hermanos mayores, la adolescente Rosalba Fonseca Navarrete aceptó en 1973 la propuesta de matrimonio de su pretendiente Álvaro Ávila, sin saber que él convertiría su vida en un infierno durante 15 años. Para superar la pobreza en la cual vivían, Rosalba aceptaba trabajar horas extras hasta altas horas de la noche en las empresas para las cuales trabajaba, pero su marido –acosado por la paranoia de los celos injustificados que le hacían ver rivales donde no había absolutamente nada–, la recibía con golpes y extrema vulgaridad;
En 1990 la joven María Elena Ramírez Celis, nieta de María Elena Navarrete Gómez, unió su vida a la de un ex soldado profesional quien 24 años más tarde la abandonó dejándola desamparada, sin empleo ni dinero en Bogotá, con 3 hijos a los cuales mantener, después de perder la vivienda propia que tenían en el barrio “Quiroga” por fiarle a los clientes el “líchigo” (verduras y hortalizas) que vendían y de perder el capital de la familia en un mal negocio de vivienda. Años después el marido regresó al hogar, Elena lo recibió con amor y ambos coexisten en medio de la Pandemia del Coronavirus Covid 19, mientras sus hijos han formado hogares aparte;
En 2016 continuaba la violencia contra otras mujeres de nuestros diferentes grupos familiares, pero sus nombres y sus tragedias no se suministran a petición de ellas.
La actitud de hombre exitoso se notaba fácilmente en Jesús Fonseca Amézquita por su porte: Mirada altiva y las manos siempre sujetando siempre el saco donde colgaba el infaltable reloj importado del exterior. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
En la casa del barrio “La Perseverancia” aparece el ex Sargento de la Policía Jesús Fonseca Amézquita (sentado), en compañía de sus hijos Luis Alberto Fonseca Camargo (a la izquierda), quien en esa época tenía 15 años de edad y Arquímedes Benjamín Fonseca Camargo, quien adelantaba carrera militar en el Departamento de Boyacá. La foto fue captada en 1931 y aun cuando las áreas de cultivos que permitían ver los cerros de Bogotá fueron arrasadas para dar paso a edificaciones de varios pisos, el área interna de la casa mantenía su forma original en algunos lugares en 2016, cuando fue visitada por el autor de este libro. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
Por fortuna el aberrante trato de los esposos hacia sus mujeres fue cediendo gradualmente desde mediados del Siglo XX, cuando surgieron nuevas clases de hombres más comprensivos, mejor educados y quienes utilizan el diálogo y no la violencia para solucionar sus diferencias con sus parejas.
De ese grupo de hombres nuevos, entregados a la formación de seres humanos muy diferentes a los ancestros del Siglo pasado y dotados de valores morales, honestidad y sabiduría para formar hogares sanos, donde no se golpea a las esposas y se cría a los hijos con amor y respeto, han formado parte en orden cronológico, Juan Nepomuceno Navarrete Gutiérrez, José Israel Navarrete Gómez, Juan de Jesús Navarrete Gómez, Emiliano Andrade Beltrán, Guillermo Ramírez Navarrete, Enrique Fonseca Cuervo, Rafael Ramírez Navarrete, Alfredo Fonseca Navarrete, Jesús Fonseca Gutiérrez, Darío Andrade Beltrán, Luis Germán Navarrete, Alberto y Gustavo Fonseca Navarrete, René, Fabián, Alfredo y Armando Fonseca Sierra, Guillermo Peña, Germán Darío y Henry Mauricio Navarrete Andrade, César Erley Hoyos Gaitán, Giovanni Alexander Ávila Fonseca, Oscar Torres Zabala, Rafael Humberto y Jorge Armando Ramírez Celis, entre otros, quienes consideramos que la mujer merece ser respetada y amada por constituir la semilla de la vida y un verdadero regalo de Dios.
Varios años después de haber quedado sola, mientras su esposo Jesús Fonseca Amézquita formaba un nuevo hogar y seguía su vida de negociante en Bogotá, Rita Camargo Galán continuaba dedicada a las labores del campo, donde contaba con la ayuda de otros familiares. Uno de ellos era Álvaro Plazas Fonseca, hijo de José del Carmen Plazas (a quien llamaban familiarmente Carmelo). Álvaro colaboraba con Rita en la recolección de frutas para vender en Sogamoso. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
Los resultados del cambio generacional han sido asombrosos: a pesar de los conflictos que han caracterizado la vida de algunas de las parejas que hacen parte de este documento, nuestras mujeres ya no son víctimas del maltrato físico y sicológico del Siglo pasado y la mayoría de los hijos han recibido apoyo total para adelantar sus estudios de primaria, secundaria y universidad, adelanto intelectual que no solo les ha permitido entrar a trabajar en empresas nacionales e internacionales, sino proyectar a las nuevas generaciones hacia estadios más altos en la sociedad.
Y entre la nueva clase de jóvenes mejor educados –que corresponden a la quinta generación según su respectiva familia–, han comenzado a sobresalir aquellos quienes con su propio salario se han pagado Maestrías y Doctorados a nivel nacional e internacional, como son los casos exitosos de Alfredo y Armando Fonseca Sierra, hijos de Alfredo Fonseca Navarrete y su esposa Cecilia del Socorro Sierra Diosa; Daniel Alberto Fonseca Torres, hijo de Alberto Fonseca Navarrete y su esposa Ofelia Torres; Fabián Felipe Fonseca Garay, hijo de Fabián Fonseca Sierra y su esposa Pilar Garay, graduado de Arquitecto de la Universidad de Los Andes en 2016 y quien cursa un Master en Toronto (Provincia de Ontario) Canadá, en 2021.
Entre las mujeres exitosas se destacan Ana María Navarrete Andrade, quien concluyó Ingeniería Industrial en la Universidad Católica de Bogotá y un Master en Control de Calidad en la Universidad de Los Andes; Ángela Consuelo Vanegas Andrade, Contadora egresada de la Universidad Piloto de Colombia en 2006 y quien hizo una Especialización en Gerencia Financiera en la Universidad Javeriana en 2009; María Isabel Navarrete Andrade, egresada de Arquitectura en la Universidad de La Salle, en Bogotá, así como Katherine Fonseca Ávila, quien recibió una oferta de beca para estudiar en la Universidad de Nueva York por su excelencia académica y se graduó con honores en Relaciones Internacionales en la Universidad del Rosario, de Bogotá.
Después de separarse de Rita Camargo Galán, el ex Sargento de la Policía Nacional Jesús Fonseca Amézquita (a la derecha con la mano en el chaleco), formó un nuevo hogar con Margarita Gutiérrez (quien aparece al lado de él) y con ella tuvo dos hijos: Jesús, el niño que aparece en primer plano y su hermana Margoth (de trenzas, en el centro de la gráfica). En el extremo izquierdo, en la fila de adelante y de traje oscuro, Angélica Fonseca Camargo y en el extremo derecho Arquímedes Benjamín Fonseca Camargo con traje de militar. La fotografía fue captada en el jardín interior de la segunda casa de la familia y cuya nomenclatura, 80 años después, corresponde a la Carrera 1ª No. 31-52, del barrio “La Perseverancia”, en la Avenida Circunvalar. A espaldas de Angélica Fonseca, sonriente, aparece la señora María de Acosta, comadre y vecina de la familia. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
En estas condiciones el futuro de los nuevos miembros de las Familias Navarrete, Fonseca, Ramírez, Torres, etc., va siendo más promisorio en cuanto se refiere al respeto a la mujer y entre todos formulamos votos para que las prácticas aquí descritas con lujo de detalles, por más escabrosos que ellas hayan sido, vayan siendo erradicadas totalmente.
Jesús Fonseca Amézquita, por su parte, continuó su vida al lado de su nueva familia en Bogotá, mientras los 6 hijos que había tenido con Rita Camargo Galán, ya adultos, formaban hogares y trabajaban en diferentes oficios. El mayor de los hijos, Lisandro, se independizó totalmente y compró una casa en la calle 20 entre carreras 3ª y 4ª, en el centro de la ciudad, donde se dedicó a hacer trabajos de latonería, mientras Arquímedes Benjamín y Luis Alberto se trasladaron con sus esposas e hijos al barrio “Unión Obrera”, donde colaboraban con el párroco de la Iglesia que en 1953 aún se llamaba “Jesucristo Obrero”.
Las hijas de Rita Camargo Galán nacidas antes del matrimonio con Jesús Fonseca Amézquita –Emma y Carmen Camargo–, se le presentaron a Luis Alberto Fonseca cuando había abandonado hacía varios años el barrio de “La Perseverancia” y residía al Sur de la ciudad, en el barrio “Tunjuelito”, donde ellas también vivían en los años 70 del Siglo XX.
Las muchachas tenían conocimiento del lugar donde residía Luis Alberto con su familia y de las tiendas que acostumbraba frecuentar durante los fines de semana. De esa manera simplemente tuvieron que esperar una oportunidad propicia y cuando esta llegó entraron al lugar donde se encontraba tomando cerveza con sus amigos y se le presentaron diciéndole que ellas eran sus hermanas por parte de madre.
En esa época Luis Alberto se acercaba a los 60 años de edad, ya había superado la etapa violenta y era más comprensivo. Gracias a esas circunstancias no reaccionó como las muchachas temían y aceptó su amistad. El hijo menor, Ricardo Fonseca, dialogó varias veces con ellas por algún tiempo hasta cuando se trasladaron a otra parte y no regresaron. Desde esa fecha no se ha vuelto a tener noticias de ellas.
La culpa no fue de los hombres, sino de las costumbres sociales
El análisis del entorno en el que se originó la violencia intrafamiliar contra las mujeres de las Familias Navarrete, Fonseca y Ramírez durante los últimos años del Siglo XIX y continuó a lo largo del Siglo XX, confirmó la tesis del autor de este libro, en el sentido de que la culpa no es totalmente de los hombres, sino de la sociedad en su conjunto.
Según esa tesis, la culpa no fue de Jesús Fonseca Amézquita, de su hijo Luis Alberto Fonseca Camargo, su hermano Arquímedes Benjamín Fonseca o de Jesús María Ramírez Pachón.
La culpa fue de la ignorancia, la intolerancia y el machismo que ha caracterizado siempre a la sociedad colombiana, como herencia de un pasado violento que subsistía luego de 500 años de dominación, colonialismo y toda clase de masacres y guerras desde 1492, cuando Cristóbal Colón descubrió América. La evidencia de este cambio de costumbres sociales en tiempos recientes, favorables para la mujer y por ende para la formación de mejores seres humanos, está a la vista:
Lucila Fonseca Camargo, en una fotografía captada en la casa de la familia en el barrio “La Perseverancia”, de Bogotá, en compañía de una pariente. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
Antes:
A lo largo del Siglo XIX y parte del Siglo XX el machismo absoluto era considerado como algo normal. En consecuencia el hecho de que un hombre golpeara salvajemente a su esposa cuando se probaba que ella había cometido adulterio –o por simples sospechas del marido–, no era motivo de cuestionamiento alguno por parte de las comunidades. Por el contrario, la sociedad justificaba la violencia como parte del castigo que la esposa debía recibir por su infidelidad o desobediencia hacia su pareja. Pero si el hombre era quien cometía adulterio, la sociedad lo justificaba alegando que el varón tenía derecho a convivir con varias mujeres, si era capaz de sostenerlas económicamente y que eso no era motivo de sanción alguna.
Entre nosotros una prueba de ello lo constituyó la vida de Daniel Antonio Sierra Restrepo, abuelo de la esposa de Alfredo Fonseca Navarrete, Cecilia del Socorro Sierra Diosa, quien el 23 de Octubre de 1991 fue presentado ante los colombianos como “El hombre más viejo del mundo” y, como si fuera un ejemplo a seguir, el periódico EL ESPACIO, de Bogotá, destacó el hecho de que Daniel Antonio había tenido relaciones con más de 100 mujeres, como resultado de lo cual al morir dejó 28 hijos, 72 nietos y 140 biznietos, muchos de ellos desplazados.
Para colmo, la sociedad colombiana recibió con indiferencia y guardó silencio ante la forma como el periódico exaltó la actitud del entrevistado al señalar repetidamente que, según Sierra, el secreto de su longevidad habían sido las relaciones con más de 100 mujeres.
En 2019, uno de los numerosos taxistas con quienes he dialogado durante viajes por Bogotá y diferentes ciudades de Colombia, me hizo el siguiente comentario: “Mi abuelo amarraba a mi abuela a un árbol y la golpeaba con un látigo… un tío pateaba a su mujer entre la cama y otro tío agarraba a su mujer a trompadas”. Ante semejante revelación, le pregunté: “¿ Me equivoco… o su abuelo y sus tíos eran de….?”, y él respondió enfáticamente: “ ¡ SI ¡. No menciono el nombre de la ciudad a la cual me referí en la pregunta, por no estigmatizar a nadie, ni generalizar, pero conservo la identificación plena del taxista por si fuera necesario comprobar la veracidad de lo afirmado.
Hoy:
Los avances logrados por las Naciones Unidas durante los últimos 25 años del Siglo XX y a lo largo del Siglo XXI, en materia de respeto de los Derechos Humanos de la mujer, los niños y las niñas a nivel global, los cambios introducidos a la Constitución Nacional de Colombia y a la Legislación de Familia, además del avance de las comunicaciones a nivel mundial, han dado como consecuencia que todo hecho de violencia del varón contra la mujer y de los adultos contra los niños y las niñas, no solo es conocido al instante, sino repudiado y condenado por los Medios de Comunicación Colectiva, la sociedad, los gobiernos Nacional, Departamental, Municipal, el Congreso de la República, la Procuraduría y la Fiscalía General de la Nación.
Alarma mundial por la violencia contra la Mujer
Sin embargo, aun cuando se esperaba que los progresos de la humanidad en la educación mundial produjeran un mayor respeto hacia la mujer, los hechos demuestran que la situación actual es más grave que antes.
El 23 de Febrero de 1994, en el 48º periodo de sesiones de la ONU, los Estados miembros del máximo organismo mundial aprobaron la Resolución 48/104, que en algunos de sus considerandos manifiesta la preocupación y alarma de la comunidad internacional por la situación de la mujer:
“La Asamblea General (está) preocupada porque la violencia contra la mujer constituye no solo un obstáculo para el logro de la igualdad, el desarrollo y la paz”…, “Afirma que la violencia contra la mujer constituye una violación de los Derechos Humanos y las libertades fundamentales e impide total o parcialmente a la mujer gozar de dichos Derechos y libertades”…, “Reconoce que la violencia contra la mujer constituye una manifestación de relaciones de poder históricamente desiguales entre el hombre y la mujer y a la discriminación en su contra por parte del hombre e impedido el adelanto pleno de la mujer”.
En la Resolución, además, la ONU se muestra “alarmada por el hecho de que las oportunidades de que dispone la mujer para lograr su igualdad jurídica, social, política y económica en la sociedad se ven limitadas, entre otras cosas, por una violencia continuada y endémica”.
Y aun cuando a pesar del rechazo general a la violencia intrafamiliar se siguen registrando situaciones aisladas, generadas por hombres ignorantes e incultos, es de esperarse que en la medida en que nuestra sociedad genere varones más educados, tolerantes y comprensivos, no solamente la mujer será más respetada, sino que podrá contribuir con su amor de madre a formar futuros seres humanos más útiles para la sociedad, en beneficio de un mundo mejor.
Si este libro aporta un grano de arena para que la humanidad consolide un mayor respeto, afecto y amor por la mujer, el autor considera que habrá cumplido el objetivo que se fijó antes de desaparecer para siempre y entrar a formar parte de la historia de su familia.
El ex Sargento de la Policía Nacional de Colombia Jesús Fonseca Amézquita (de pie a la izquierda) y Luis Alejandro Cuervo Rincón (al centro, sentado), como destacados hombres de negocios de Sogamoso, Boyacá, compartían los acontecimientos importantes de sus familias. El 6 de Abril de 1934, Jesús presentó a Blanca María Navarrete Gómez como novia de su hijo Luis Alberto (sentada, a la izquierda), al cumplir la joven 20 años de edad y Luis Alejandro anunció el matrimonio de su hija Alejandrina con Benjamín, otro de los hijos de Jesús. La pareja aparece en las fotos siguientes. Observan el acto los hermanos Hernando Cuervo Rincón (de pie, con rostro bastante serio), Blanca Cuervo Rincón (sentada, de traje blanco) y Antonia Cuervo (en el extremo derecho). La foto fue captada en la casa del ex Sargento Fonseca, ubicada en el barrio “La Perseverancia”, en Bogotá. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
Jesús Fonseca y Luis Alejandro Cuervo, el día en el cual oficializaron el matrimonio de sus hijos Benjamín Fonseca y Alejandrina Cuervo, en 1934. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
Arquímedes Benjamín Fonseca Camargo (en el centro), dialoga con su novia Alejandrina Cuervo durante la reunión organizada el 6 de Abril de 1934 en Sogamoso por el ex Sargento de la Policía Jesús Fonseca Amézquita, quien aparece en el extremo izquierdo superior de la gráfica con sus hermanos Miguel Antonio y Hernando. En el acto se celebraron los 20 años de edad a Blanca María Navarrete Gómez y se anunció el compromiso matrimonial de Benjamín y Alejandrina, a quien acompañan los integrantes de la Familia Cuervo Rincón residentes en Boyacá. El padre de la joven, Luis Alejandro Cuervo, se ubicó en la parte superior central de la gráfica. En primer plano, con el brazo sobre el hombro de Alejandrina, se aprecia a sus hermanas Antonia, Berna y Blanca Cuervo, quienes habían sido llevadas de Sotaquirá a Sogamoso por su padre para que estuvieran presentes en este acto. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
Jesús Fonseca Amézquita en el jardín de su casa del barrio “La Perseverancia”, en Bogotá, en compañía de su segunda esposa Margarita Gutiérrez (primera a la derecha) y de sus hijas Margarita Fonseca Gutiérrez (primera a la izquierda) e Hilda Fonseca Camargo (en el centro). (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
De izquierda a derecha Margarita Fonseca Gutiérrez, Arquímedes Benjamín Fonseca Camargo, Luis Alberto Fonseca Camargo y Jesús Fonseca Gutiérrez, quienes rodean a su padre, Jesús Fonseca Amézquita. Esta última foto fue captada el 2 de Enero de 1946, cuando Luis Alberto cumplió 30 años de edad. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
A diferencia de la actitud que había adoptado con los 6 hijos que había tenido con Rita Camargo Galán, a quienes no dio estudios como consecuencia de la situación que había tenido con su primera esposa en 1921, Jesús Fonseca Amézquita les financió educación universitaria a los hijos que había tenido con su segunda esposa, Margarita y Jesús Fonseca Gutiérrez, por lo cual este último llegó a ocupar destacadas posiciones en el Partido Conservador y la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia.
Los jóvenes Margarita y Jesús Fonseca Gutiérrez fueron los herederos de la segunda casa que el ex Sargento Fonseca Amézquita había construido en el barrio “La Perseverancia”. Ellos, a su turno, se la vendieron a su medio hermano Arquímedes Benjamín Fonseca Camargo, quien la arrendó durante varios años y al final la heredó el joven Francisco González Fonseca, su nieto. El predio no ha sufrido modificaciones importantes porque el Concejo de Bogotá declaró la zona como de interés histórico y su interior permite apreciar la forma como se vivía en la Bogotá de 1930.
El ex Sargento de la Policía Nacional Jesús Fonseca Amézquita murió en Bogotá fulminado por un rayo que cayó durante una tormenta, cuando estaba colocando una cerca de alambre de púas para delimitar un lote que había comprado en el Norte de la ciudad, lugar que más tarde se valorizó cuando fue construida la Autopista que conduce del Distrito Especial a Tunja, Sogamoso y otras ciudades de Boyacá.
El accidente que le costó la vida a Fonseca fue presenciado por sus hijos Luis Alberto y Arquímedes, quienes lo acompañaban ese día pero no habían hecho contacto con la alambrada de púas y esto los salvó..
Angélica Fonseca Camargo se casó con Carlos Rodríguez y estableció en los alrededores de la “Estación de La Sabana”, una ferretería con su esposo. En los años 50 del Siglo XX enfermó por aspirar durante varios años los vapores de los materiales que manipulaban y falleció en 1960. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
Helena Plazas Fonseca, sobrina de Jesús Fonseca Amézquita, quien durante varios años ha sido objeto de especial atención por parte de Doña Ana María Busquets de Cano y sus hijos, por los cuidados que les prodigó cuando era empleada en el hogar de Don Guillermo Cano Isaza, Director de EL ESPECTADOR. (Foto del Centro de Documentación Navarrete).
Homenaje póstumo de Germán Navarrete a Jesús Fonseca
Recordado Jesús:
Para tu familia fuiste un hijo maravilloso, un esposo sabio y a la vez fuerte, un padre inolvidable y un abuelo comprensivo.
Para tu Patria fuiste un servidor público decidido y enérgico.
Para tu ciudad de Sogamoso un ejemplo de civismo.
Y para Colombia representaste una víctima más de una sociedad machista que privilegia el derecho del hombre a destruir el honor de la mujer, relegando a un segundo plano valores humanos como la tolerancia, la comprensión y el diálogo, para no incurrir jamás en errores como los que cometiste, porque nadie te enseñó nunca que no se puede juzgar y castigar con violencia, con crueldad y con fuerza descomunal a una mujer indefensa, a una esposa y madre cuyo única falta en la vida fue la de haber cometido en su niñez un error del cual ella ni siquiera era consciente, por tratarse de una joven que se asomaba a la adolescencia cuando alguien se aprovechó de su ingenuidad y mancilló su inocencia.
Desde niño se te enseñó a que el hombre tiene derecho a golpear a las mujeres, a hacerlas sentir con violencia la autoridad masculina, la fuerza del macho. Pero nadie te dijo nunca que mientras a la mujer no se le puede perdonar un error involuntario… ¡ el hombre sí tiene derecho a aprovecharse, a burlarse de todas las mujeres que se crucen en su camino, sin recibir sanción alguna por parte de la sociedad ¡.
Y lo más grave, en tu caso, fue el haber enseñado a tus hijos varones a poner en práctica las mismas actitudes machistas… a golpear a sus esposas “para que aprendan a obedecer”, como efectivamente ellos lo hicieron durante gran parte de su vida.
Como resultado de esas enseñanzas crueles, violentas, tus hijos hicieron lo mismo que los antiguos pueblos bárbaros de tiempos remotos: golpearon sin misericordia a sus mujeres, quienes nunca comprendieron por qué los hombres respondían con castigos salvajes al amor, a la ternura y a las atenciones que ellas les brindaban durante todos los momentos de sus vidas en pareja.
Hoy, muchos años después de haber abandonado tu vida terrenal por el rayo que fulminó de un tajo tu existencia humana, concentramos todas las fuerzas de nuestra alma, nuestro corazón y nuestro cerebro, para dirigir un mensaje a la dimensión en la cual te encuentres:
Si bien es cierto que ejerciste la fuerza bruta de un macho en contra de una mujer indefensa cuyo miedo la paralizó por completo desde el momento en el cual escuchó tus gritos de marido indignado, comprendemos que no lo hiciste con premeditación, sino actuando bajo la ira y el intenso dolor por sentirte burlado ante una sociedad que le concede más derechos al hombre que a la mujer.
Aun cuando no somos jueces hoy nos atrevemos a perdonar tu conducta por comprender que tu actuar violento fue el resultado de las enseñanzas aprendidas en tu niñez, en tu juventud, en tu entorno social y en tu región geográfica terrenal.
Pero al mismo tiempo condenamos…, censuramos y responsabilizamos de tus actitudes humanas, a la sociedad colombiana, al país que aun teniendo la obligación de enseñar a los hombres a ser comprensivos con los errores de los demás, jamás ha adoptado una Política Educativa…, una Política de Estado que permita que los niños, desde su más temprana edad y durante la educación básica, secundaria y universitaria, aprendan a respetar, a valorar y a tomar conciencia de lo que es una niña… una mujer… una novia… una esposa… una madre… y a que antes de alzar la mano para golpear al ser más bello de la Humanidad, primero aprendan a pensar…, a hablar antes que golpear… a no actuar como animales borrachos y embrutecidos por el alcohol y las drogas.
El Estado tiene la obligación ineludible de enseñar a los niños, a los varones, a los hombres, a reflexionar sobre lo que significa una mujer, una Familia, hasta que los machos entiendan… comprendan… que el mundo será mejor, más pacífico, más feliz, cuando las mujeres puedan vivir sin el miedo a ser golpeadas, abusadas, atropelladas y cuando los hijos y las hijas puedan crecer en medio del amor de un padre y una madre felices, que sepan resolver sus diferencias con respeto, solidaridad y comprensión.
Descansa en paz, Jesús Fonseca Amézquita
Muchas gracias German por permitirnos dislumbrar y reconocer en la historia nuestras raíces. El poder saber de dónde vengo hace que entienda y valore mucho más mi vida, me permite también reconocer la sangre que corre por mis venas de hombres y mujeres valientes, que a pesar de los estereotipos y costumbres de u a sociedad, siempre siguieron adelante siendo la base de lo que somos ahora. Estos hombres y mujeres que ya no están con nosotros y los que sí, me enorgullecen de ser parte de esta familia. En cuanto al relato me encanta como a través de un microcosmos familiar puedo ver el macro de la sociedad en la antigüa Bogotá. Bendiciones.
Querida Ingrid Paola: Mil gracias por tu reconocimiento al apreciar el valor del esfuerzo para penetrar en el mundo antiguo de la Familia Fonseca y poder darle a la existencia de cada uno de nuestros antepasados la dimensión que alcanzaron durante la difícil época que le correspondió vivir. La vida de Jesús Fonseca Amézquita es extraordinariamente rica en detalles sociales. Ahora, para delicia de todos ustedes, viene la de tu abuelo Luis Alberto Fonseca Camargo. Su vida, su niñez, su juventud, su adolescencia y su madurez se desarrollaron en una época histórica para Colombia y especialmente para él y su familia. Por eso he dedicado gran parte de mi vida en un esfuerzo periodístico de varios años, para tratar de que todos compartan conmigo la dimensión humana que tuvo Luis Alberto. Va a ser una gran sorpresa para todos ustedes porque estoy revelando aspectos que varios de los hijos de él y Blanca María Navarrete Gómez desconocen, porque las evidencias de lo que estoy dando a conocer se perdieron en la oscuridad del pasado hace 86 años. Un cordial abrazo para toda tu familia y Gracias por seguirnos.