
Grandes éxitos de EL ESPECTADOR (2)
Durante gran parte de su historia, el periódico EL ESPECTADOR, fundado en la ciudad de Medellín (Colombia), por Don Fidel Cano Gutiérrez el 22 de Marzo de 1887, ha soportado toda clase de reacciones por su férrea defensa de la democracia y la Libertad de Prensa, desde la censura gubernamental, hasta ataques con explosivos por parte de las mafias del narcotráfico.
Uno de los hombres que se convirtió en un ícono del periodismo colombiano por afrontar con valentía varias de estas situaciones, fue Don Gabriel Cano Villegas, quien dirigió el diario desde 1949 hasta 1973 y con cuya imagen se abre este segundo capítulo del tema “Grandes éxitos de EL ESPECTADOR”.
Escribo este artículo como un modesto homenaje a la memoria de quien primero me rescató de la caja de madera en la cual permanecí hasta los cinco años de edad entre lingotes de plomo, después me brindó la oportunidad de convertirme en trabajador de la Armada limpiando “espacios” de Linotipos en el sótano del “Edificio Monserrate”, del centro de Bogotá; agradeció personalmente las correcciones de ortografía que yo le hacía a los ejemplares del periódico publicado, me ascendió a “Mensajero de la Redacción” a los 12 años y por último me permitió recibir por teléfono las noticias de los corresponsales, quienes con sus experiencias diarias se convirtieron en los Decanos del Periodismo que nunca pude estudiar en una Universidad. La forma como desempeñaba esa labor, a pocos pasos de la oficina de Don Gabriel, se observa en la siguiente gráfica. (Fotos Cortesía de EL ESPECTADOR).

El Premio Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez dijo una vez:
“La vida no es la que uno vivió…
¡¡¡ Es la que uno recuerda !!!…
Y cómo la recuerda…
¡¡¡ Para contarla !!!
Hoy, al comenzar mi camino hacia los 83 años de edad, compruebo que esas palabras se ajustan plenamente a la prolongada existencia que me ha correspondido vivir.
Durante los 82 años transcurridos hasta ahora, en ese lapso de tiempo han ocurrido diferentes situaciones. Unas buenas… y otras no tan buenas.
Pero al reflexionar sobre ese enorme cúmulo de experiencias, en lo profundo de mi cerebro se destacan los instantes más emocionantes y agradables.
Las que me afectaron negativamente en diferentes épocas y oportunidades, no tienen importancia alguna y han desaparecido en la inmensidad del espacio.
En cambio, mi espíritu recuerda con vibrante emoción los momentos en los cuales mis trabajos de reportero primíparo en el periódico EL ESPECTADOR, de Bogotá (Colombia), tuvieron una resonancia de tal magnitud que marcaron el comienzo de un éxito profesional que se prolongó por más de medio siglo.
Uno de esos trabajos se convirtió en el primero de varias “chiviadas” como Reportero Judicial, a todos los grandes Medios de Comunicación del país.
Se trató del doble secuestro del Secretario General de la Embajada de Suiza en Bogotá, Hermann Buff y del joven José Werner Straessle Speck, hijo de Eric Straessle, Cónsul de Suiza en Cali, Departamento del Valle (Colombia), ocurrido en esa ciudad el Domingo 5 de Octubre de 1969. Durante el secuestro, el Cónsul fue herido a bala por uno de los delincuentes, quien en esa época era integrante del naciente “Cartel de Cali”.
El doble secuestro estremeció no solo a la opinión pública de Colombia, sino especialmente a la clase política y los Directores de los Medios de Comunicación del país, al tiempo que repercutió en Europa y Norteamérica, por el significado que esa acción criminal tenía para la seguridad de los Embajadores y diplomáticos acreditados ante el Gobierno del entonces Presidente Carlos Alberto Lleras Restrepo.
La estrategia utilizada para conseguir esta primicia nacional e internacional se basó simplemente en la malicia indígena que yo había desarrollado desde la época de mi infancia en el sótano de la Armada del diario EL ESPECTADOR y durante mi adolescencia en la Redacción del periódico, cuando comencé mi labor de mensajero y después como reportero primíparo encargado de cubrir toda clase de noticias relacionadas con robos, atracos, asesinatos y secuestros.
A esto se refería García Márquez cuando dijo que la importante era la vida que uno recuerda… y cómo la recuerda… ¡¡¡ para contarla !!!.
Cómo olfateé dónde había una noticia extraordinaria

El Presidente de Colombia en la época en la cual ocurrió la historia que se relata a continuación, Carlos Lleras Restrepo, le había dado órdenes estrictas al Comandante del Ejército, al Director General de la Policía Nacional y al Director del Departamento Administrativo de Seguridad, Gustavo Gordillo, para que ningún periodista de medios nacionales o extranjeros se enterara de lo que había ocurrido en la ciudad de Cali el Domingo 5 de Octubre de 1969, porque consideraba que se había tratado de un acontecimiento de la mayor gravedad para la política exterior de su Administración, cuando a él le quedaban 10 meses de gobierno y el país ya había entrado en la campaña electoral de 1970.
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Hacia las once de la noche del Domingo 5 de Octubre de 1969 llamé por teléfono al Oficial de Información del que entonces se llamaba Departamento Administrativo de Seguridad, entidad gubernamental encargada de la seguridad nacional de Colombia.
Para mí era una más de mis llamadas al DAS, pero para quien estaba al otro lado de la línea se trataba de uno de los peores momentos de su vida y yo no tenía ni idea de lo que estaba pasando por su mente.
El Oficial de Información del DAS en esa oportunidad era Ramiro Villalba, un agente secreto encargado de estar pendiente de los hechos de Orden Público en el país y con quien yo había entablado una amistad personal desde el 12 de Enero de 1967, cuando Don Gabriel Cano Villegas y Don Guillermo Cano Isaza me ascendieron a Redactor Judicial y ordenaron que el Archivo de Redacción llevara un diario de mis actividades periodísticas, para evaluar mi desempeño.
Hoy recuerdo como si fuera ayer el diálogo que sostuve telefónicamente con el Oficial de Información del DAS, caracterizado por mis palabras amables, que contrastaban con la notoria seriedad de mi informante:
Ramiro Villalba: Aló… Buenas noches… Oficial de Información.
Germán Navarrete: Ramiro, buenas noches. ¿ Cómo estás ?…¿ Qué hay por allá ?.
RV: Ah… Ola Navarrete… No hay nada especial.
GN: ¿ Algún robo ?… ¿ Algún atraco ?… ¿ Algún muerto ?
RV: No… no hay nada…
GN: Oye hermano… estás raro… no eres el mismo de todos los días… te noto preocupado.
RV: ¿ Yo ? No… para nada… ¿ Por qué ?
GN: Porque siempre estás oyendo música y hoy no oigo ningún ruido… Además, siempre contestas alegremente, me haces chistes y hoy te noto demasiado serio…
RV: No… no… seguro Navarrete… todo está bien…
GN: Hermano yo te conozco muy bien… no eres el mismo de todos los días…
RV: No Navarrete… seguro que no hay nada de noticias… todo está bien…
GN: Hmmm hermano… Sigo diciendo que te noto muy raro… estás preocupado y eso me dice que no me quieres contar algo que está pasando…
A estas alturas del diálogo la voz de Ramiro comenzó a tornarse insegura, me dio la impresión de que carraspeaba seguido… evadiendo las preguntas con dificultad y eso me llevó a ser más insistente:
GN: Oye hermano… no te preocupes… ya me conoces y sabes que puedes confiar en mi… estoy seguro de que algo grande está pasando y por algún motivo no me puedes decir nada…
RV: No… Navarrete… todo está bien… seguro… No hay nada…
GN: Hermano… vuelvo y te digo… estás preocupado… sabes algo grande… confía en mi… Te repito: sabes que estoy acostumbrado a guardar asuntos secretos… o confidencias…. No te preocupes…
En ese momento Ramiro no pudo ocultar más su preocupación y al responderme noté que hacía esfuerzos para ocultar la información:
RV: Navarrete… no puedo…
GN: ¿ Te das cuenta que yo tenía razón ? Confía en mí… cuéntame…
RV: Uy usted cómo insiste Navarrete… No puedo… Si usted sale con algo sabrán que fui yo quien le conté y me botan del puesto… No… No… No puedo decirle nada.
GN: Hermano te entiendo… pero ya me conoces… sé guardar secretos… No te preocupes que sé cómo proteger tu identidad.
RV: Hombre… Es que esto no lo saben sino el Presidente Lleras, el Jefe del DAS, Gordillo y yo… Además, el Presidente le ordenó al DAS, al Ejército y a la Policía, que este asunto no debe saberlo ningún periodista, porque perjudica la imagen del país en el exterior.
Con esas situaciones en la mente, continué mi interrogatorio con más ímpetu:
GN: Si… entiendo… pero insisto… sé cómo protegerte para que no se sepa que fuiste tú quien me contó… ¿ Hay alguien más enterado de esto ?.
RV: Sí. El Comandante de la Tercera Brigada del Ejército en Cali, General Bernardo Sánchez Salazar.
GN: Perfecto. Ahora sí dime…
RV: Secuestraron al Secretario General de la Embajada de Suiza en Bogotá, hirieron a bala al Cónsul de Suiza en Cali y secuestraron a su hijo. El Cónsul es, además, el Gerente de la Empresa Croydon del Pacífico.
GN: ¿ Dónde fue ?
RV: En Cali.
GN: ¿ Quién ?
RV: Una banda de hampones.
GN: ¿ Qué piden ?
RV: Exigen cinco millones de pesos por el rescate.
GN: Por favor, dame los nombres y todos los detalles del secuestro.
La respuesta del funcionario incluyó un relato de lo ocurrido… en qué lugar de Cali… la hora… las características del secuestro… los posibles autores… el valor de la recompensa exigida… y el avance de las investigaciones.
GN: ¿ Qué teléfono tiene el General en Cali ?
RV: Este es… Pero Navarrete…, vuelvo a advertirle: Si aparezco mencionado por alguna parte, al otro día me botan del puesto. Por favor, no me mencione.
Con todos los datos en mi poder llamé al teléfono que me había dado Ramiro y al otro lado contestó el General Bernardo Sánchez Salazar:
General Sánchez: Alo…
Navarrete: General… ¿ Ya los encontraron ?
General: No… Aún no… Los seguimos buscando… ¿ Quién habla ?
Germán Navarrete, de EL ESPECTADOR
General Sánchez (emitiendo un grito de rabia): “Un periodista… Hp… maldita sea”…
Navarrete: General… lo sé todo… le digo los nombres… le digo dónde y cómo ocurrió el doble secuestro… Solamente necesito que me diga SI o NO es cierto y, si puede, que me complemente algunos detalles.
El General Sánchez emitió otra vez un grito de rabia y confirmó la veracidad de mi información respondiendo de mala gana: “SI…”. A continuación me explicó otros detalles que me faltaban y después colgó el teléfono con violencia, según el golpe que escuché.
Navarrete: General… gracias.
La furia del General Sánchez Salazar se debía no solamente a que se había visto enfrentado a la advertencia que le había hecho el Presidente Lleras Restrepo al Ejército, sino a que en ese momento a él solo le quedaban 24 días para que el Senado de la República aprobara su ascenso a Brigadier General, promoción que se hallaba en curso desde Mayo de 1968, con el apoyo del Senador Eduardo Abuchaibe Ochoa, pero que podría arruinarse al ser expuesto su nombre ante la opinión pública al día siguiente, en mi noticia en EL ESPECTADOR.
El Jefe de Redacción se negó a publicar la noticia
Una vez elaborado el informe se lo presenté al Jefe de Redacción nocturna, Luis Eduardo Palomino Díaz, y su respuesta fue negarse a publicarla “porque las emisoras de radio no han dicho nada”. Él lo decía porque mantenía un radio portátil al lado de su máquina de escribir, escuchando todo lo que decían los locutores de diferentes emisoras.
Ante su rotunda negativa tuve que explicarle que se trataba de un doble secuestro de diplomáticos y que el Presidente Carlos Lleras Restrepo le había dado la orden al Jefe del DAS, Gustavo Adolfo Gordillo; a la Policía Nacional y al Ejército, de no permitir que el hecho fuera conocido por ningún periodista, para que no se perjudicara la imagen del país en el exterior, por tratarse de un diplomático europeo y el hijo del Cónsul de Suiza en la ciudad de Cali (Colombia).
Yo creía que después de esa explicación Palomino me creería, pero su respuesta fue categórica:
“Navarrete, entiéndame… Yo no puedo publicar esta noticia… es demasiado grave para el país…, no sé quién es su fuente de información y a mí no me consta que esa persona le haya hecho dicho la verdad”.
El Jefe de Redacción continuó negándose a publicar la noticia y prácticamente me sometió a un interrogatorio, en un esfuerzo para obligarme a contarle dónde, cómo, en qué forma había conseguido los datos y quién era mi fuente. Al final, observando la vehemencia con la cual defendía mi trabajo, decidió publicarla, pero advirtiéndome que las consecuencias de lo que pasara al día siguiente, Lunes 6 de Octubre de 1969, serían exclusivamente de mi responsabilidad.

Al escribir la noticia que publiqué en este ejemplar de EL ESPECTADOR hace 56 años, y que hoy aparece en esta Página Web por cortesía de Don Fidel Cano Correa, llamé telefónicamente al corresponsal en Cali, Manuel Vicente Guevara Triana, para informarle lo sucedido y tuve en cuenta los antecedentes de lo que ocurría por esa época en el país. Fue entonces cuando reflexioné sobre las razones por las cuales el Presidente Carlos Lleras Restrepo había ordenado impedir que la prensa colombiana y extranjera se enterara de lo que estaba pasando en ese momento:
Lleras Restrepo se había posesionado el 7 de Agosto de 1966, llevaba más de tres años en el poder, la clase política se hallaba en campaña porque se acercaban las elecciones presidenciales y a él solo le quedaban diez meses de mandato.
En esas condiciones el Presidente no podía permitir que el secuestro de dos diplomáticos, como el que acababa de ocurrir, erosionara su popularidad dentro y fuera de Colombia. Especialmente porque hacía cuatro meses se había reunido en Washington con el Presidente de Estados Unidos, Richard Milhous Nixon, quien había elogiado el éxito de su política exterior y, además, pocos días antes había recibido en el Palacio de San Carlos (donde hoy funciona el Ministerio de Relaciones Exteriores, frente al Teatro Colón) a un grupo de damas de la sociedad de Cali, quienes le pidieron reforzar urgentemente las Brigadas Antisecuestro creadas en esa ciudad y capturar a los delincuentes que cometían ese delito, para proteger a la comunidad.
(Los detalles de la visita de Lleras Restrepo a Nixon, acompañado del Embajador de Estados Unidos en Bogotá y la calificación que el mandatario norteamericano dio a la política exterior del huésped latinoamericano, pueden consultarse en el libro “250 Years of American Independence”, que aparece en esta Página Web desde el primero de Agosto de 2023).

A finales de Octubre de 1969 las investigaciones que adelantaron en Cali los expertos del Ejército y la Policía, asesorados por los Agentes Secretos del DAS de Bogotá, revelaron que el doble secuestro lo había cometido una banda compuesta por siete delincuentes que se identificaban como miembros de un autodenominado “Cartel de Cali”, organización de la cual era jefe el joven Gilberto Rodríguez Orejuela, quien en 1969 tenía 28 años de edad.
La justicia norteamericana condenó en 2006 a Rodríguez Orejuela a 30 años de prisión, por haber introducido 30 toneladas de droga a ese país y por haber llegado a controlar el 80 por ciento del mercado ilegal de alucinógenos en el territorio de los Estados Unidos.
Rodríguez Orejuela falleció en una prisión norteamericana el 31 de Mayo de 2022, pero antes elaboró un manuscrito que contenía sus “Memorias secretas” y que fue convertido en un libro de 455 páginas por “Ediciones Aguilar”.
En el libro, Gilberto insiste en que no tuvo nada que ver con el doble secuestro de los diplomáticos suizos y explica cómo uno de quienes sí habían cometido el delito, capturado por el DAS en Cali, fue asesinado delante de él con disparos de ametralladora por todo el cuerpo, después de comprobar que había sido uno de los secuestradores y de haberle sacado información valiosa durante las torturas a las cuales había sido sometido.
Parte de la información suministrada por el secuestrador antes de ser asesinado, involucró a Gilberto Rodríguez Orejuela, provocó su detención y dio origen a un largo proceso de torturas que se prolongaron durante 17 días. Al final no se le comprobó nada y fue dejado en libertad.
EL TIEMPO me dio la razón y demostró la seriedad de mi trabajo

Facsímil de la primera página de EL TIEMPO, del Martes 7 de Octubre de 1969, y continuación de la noticia en la página 6, que le demostró al mundo la gravedad de la situación de orden público que comenzaba a vivir Colombia bajo el “Cartel de Cali”, organización delictiva que tenía azotada a la capital del Valle del Cauca con múltiples secuestros.

El despliegue concedido por EL TIEMPO un día después de la publicación de la noticia del secuestro de los diplomáticos suizos en EL ESPECTADOR, le demostró al Jefe de Redacción, Luis Eduardo Palomino Diaz, que yo tenía toda la razón al insistir en que solamente nosotros teníamos esa primicia.
Y justamente el Martes 7 de Octubre de 1969 tuvo lugar una de las primeras reacciones de los Jefes de Redacción del país, como lo supe en 1973, cuando ingresé a EL TIEMPO:
Después de escuchar las noticias que emitían las Cadenas de Radio Caracol, RCN, Santa Fe, Todelar y Super, entre otras, además de leer los “cables” que emitían los teletipos de las Agencias Internacionales de Noticias que le daban crédito a EL ESPECTADOR por la primicia, Don Enrique Santos Castillo, Jefe de Redacción de EL TIEMPO, comentó que no entendía cómo “desde Bogotá un muchachito llamado Navarrete” había sido capaz de chiviar no solamente a los corresponsales de EL TIEMPO y EL ESPECTADOR en Cali, sino también a los periódicos y las emisoras de esa ciudad, además de los periodistas de la UPI, la AP, la Agencia EFE y la France Press, quienes tenían buenos contactos en el Gobierno del Presidente Lleras.

Uno de los periodistas a quienes lamentablemente afecté en EL TIEMPO por las primicias de Orden Público que publiqué varias veces en EL ESPECTADOR en los años 60 del Siglo XX, fue el Jefe de la Redacción Judicial, Miguel Ángel Molina, cuarto de izquierda a derecha en la primera fila con una cámara fotográfica ceñida al cuello. Al ingresar a EL TIEMPO en 1973 traté de presentarle disculpas por haber dado lugar a que Don Enrique Santos Castillo lo amonestara por dejarse “chiviar” de mí, pero desafortunadamente no tuve éxito dados los efectos que en él habían dejado los continuos regaños que sufrió por mis noticias. Cuando se cumplen 52 años después de haberlo conocido, confío que me perdone porque nunca fue mi intención perjudicarlo.
También hoy, a mis 83 años de edad, considero que esta es una oportunidad adecuada para rendir un homenaje no solamente a mis colegas periodistas del Sector Judicial, sino a dos de los miembros de la Policía Nacional de quienes recibí en su oportunidad datos importantes para la elaboración de mis trabajos: el Comandante de la Policía de Bogotá, General Gilberto Fernández Castro (en el extremo izquierdo de la foto) y el Teniente Coronel Jaime Ramírez Gómez (vestido de civil al lado de las grabadoras), quienes aparecen cuando explicaban cómo se adelantó el 10 de Marzo de 1984 la “Operación Tranquilandia” en la selva de los Llanos del Yarí, jurisdicción de los Departamentos del Caquetá y el Meta, un área que antes hacía parte de la Comisaría del Guaviare.
Sentados, en la primera fila de la gráfica y de izquierda a derecha, aparecen los periodistas Kilian Guarín, de la Sección Bogotá de EL TIEMPO y quien años después desempeñó el cargo de Jefe de Prensa de la Empresa de Teléfonos de Bogotá (ETB); Jorge Orjuela Solano, Jefe de la Oficina de Prensa de la Alcaldía Mayor de Bogotá en la época de Carlos Albán Holguín (de traje claro); Ricardo Cañón, de EL ESPECTADOR (de traje oscuro); Miguel Ángel Molina, de la Redacción Judicial de EL TIEMPO y Víctor Castro, del diario EL ESPACIO.
Detrás de Ricardo Cañón aparece el doctor Víctor O. Rojas V., (de anteojos oscuros), quien en esa época se desempeñaba como Profesor en la Escuela de Policía “General Santander”, en Bogotá, plantel donde el 17 de Enero de 2019 el grupo terrorista “Ejército de Liberación Nacional” (ELN), asesinó a 22 estudiantes haciendo estallar una camioneta cargada con 80 kilos del explosivo “Pentolita”. Los detalles de esa masacre de civiles y el homenaje que rendí a la memoria de los asesinados, con mensajes escritos desde el cielo dirigidos a las madres y los padres de los estudiantes, se pueden ver en el artículo “Biografías de los Mártires de la Escuela”, publicado en esta Página Web el 7 de Enero de 2022.
A la rueda de prensa de la fotografía asistieron, además, agentes del que entonces se llamaba F-2 de la Policía Nacional, agentes antinarcóticos de la Policía Judicial y los norteamericanos Howard Livingston Jr. Y Merriman Mc Leash, quienes se ubicaron en la segunda fila, detrás de Miguel Ángel Molina y Víctor Castro.
La misión de los diplomáticos extranjeros, asignada por la Drug Enforcement Agency en Washington, consistía en obtener, ampliar y analizar toda la información disponible, sobre cómo el Director General de la Policía Nacional, Mayor General Víctor Alberto Delgado Mallarino, había iniciado en Diciembre de 1983 una investigación que llevó al Jefe de la Unidad Antinarcóticos de la Policía, Coronel Jaime Ramírez Gómez, a 40 integrantes de una Unidad Élite, a funcionarios de la Policía Judicial y a agentes infiltrados de la DEA en Colombia, a descubrir en los Llanos del Yarí, un territorio selvático donde los miembros del Cartel de Medellín, Jorge Luís, Juan David y Fabio Ochoa Vásquez, Pablo Escobar Gaviria, Gonzalo Rodríguez Gacha y Carlos Lehder Rivas, procesaban semanalmente toneladas de clorhidrato de cocaína que enviaban a los Estados Unidos utilizando 7 laboratorios y 5 pistas clandestinas de aterrizaje.
El complejo cocalero industrial era denominado “Tranquilandia”. Por su extensión se había convertido en el más grande de América Latina y era protegido por guerrilleros de las “Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia” (FARC), unidades del “Movimiento 19 de Abril” (M19) y miembros de bandas de delincuencia común. Para proteger al personal uniformado que asaltó el lugar por tierra y aire, se hizo necesario el refuerzo del Grupo de Operaciones Especiales (GOES) y responder desde los helicópteros con disparos de ametralladoras a los subversivos que protegían los laboratorios y las pistas de aterrizaje.
Con base en la información obtenida, los agentes de la DEA elaboraron un informe que se entregó al Comité de Inteligencia del Senado de los Estados Unidos en Washington. El documento fue utilizado por la Casa Blanca para Certificar al gobierno del Presidente colombiano Belisario Betancur Cuartas, por sus acciones positivas en la lucha contra las drogas. Mientras tanto, por haber perdido mil quinientos millones de dólares representados en 15 toneladas de base de coca y 3 toneladas de clorhidrato de cocaína listos para su exportación, la represalia del Cartel de Medellín se produjo un mes después, cuando el 30 de Abril fue asesinado en Bogotá el Ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla y el 17 de noviembre de 1986 fue asesinado el Coronel Jaime Ramírez Gómez.
Por último, entre los uniformados presentes en la rueda de prensa figuraron varios comandantes de las diferentes Estaciones de Policía de Bogotá quienes años después desempeñaron el cargo de Comandante de Policía de la capital del país y Director General de la Policía Nacional de Colombia. (Foto de Enrique Benavides Guerrero, cortesía de EL TIEMPO).
Próxima entrega: Cómo se salvó la temporada taurina de Bogotá en 1973

Señor Navarrete felicitaciones por esa memoria tan prodigiosa, acordarse de lo sucedido con tantos detalles y precisión es realmente asombroso. Hermoso relato que nos traslada al momento de los hechos. Un gran ser salido de lo más humilde para ser uno de los grandes del periodismo en Colombia
Gracias por tus comentarios, mi amado hijo Mauricio. Como verás, el trabajo de todos los periodistas del mundo es fascinante y merece que le cuenten a la comunidad internacional cómo consiguieron sus noticias, en especial cuando se trató de primicias como la que publiqué hace 56 años. En la práctica estos relatos pueden convertirse en lecciones de reportería, para los estudiantes de las Facultades de Coimunicación Social y Periodismo, mucho más cuando los jóvenes no utilizan su “Malicia Indígena”, su ingenio mental y su cerebro, por dedicar el cien por ciento de su tiempo a ver toda clase de videos graciosos y publicaciones que no les aportan nada a su inteligencia.