En 1938, al cumplir 400 años de fundada, Bogotá era una ciudad pacífica, amable, dotada de hermosos parques y en la cual los ciudadanos tenían extensas zonas verdes para recrearse y descansar en familia durante los fines de semana. La fotografía, captada en la Plaza de Bolívar, permite apreciar la forma como se preparó la capital colombiana para celebrar su cuarto centenario. En una de las dos edificaciones de mayor altura que se aprecian en la parte Norte de la plaza, funcionaba el hotel de propiedad del padre de Doña Maruja Rojas Vargas, quien durante 50 años trabajó como Cajera General de EL ESPECTADOR. Después del 9 de Abril de 1948 las viviendas de la gráfica y varios de los parques y zonas verdes de la ciudad fueron arrasados para construir edificios y ampliar las vías, por lo cual se perdieron valiosos lugares históricos. Este libro, además de presentar historias de Familias Colombianas, rinde un homenaje a la Bogotá de los años 40 del Siglo XX. (Foto cortesía de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá).
BODAS DE ORO FONSECA NAVARRETE
Las Bodas de Oro son uno de los acontecimientos más importante en las Familias Colombianas, por representar los 50 años de vida matrimonial de una pareja.
Quienes logran alcanzar esa cima constituyen un ejemplo de convivencia para sus hijos y nietos.
Al cumplir este aniversario Luis Alberto Fonseca Camargo y su esposa Blanca María Navarrete Gómez, el 3 de Febrero de 1990, el Padre Edison Samuel, Párroco de la Iglesia del Divino Rostro, en el barrio Tunjuelito, ofició una Santa Misa a la cual asistieron más de doscientas personas.
En la gráfica varios de los familiares rodean a la pareja para felicitarla.
En la fila de atrás, de izquierda a derecha aparecen los niños Claudia Bibiana Ávila Fonseca, Sandra Milena, Ingrid Paola y Daniel Alberto Fonseca Torres; la señorita Rosalba Fonseca Navarrete (de vestido azul),
la Hermana Sor Teresa de la Iglesia del Divino Rostro; el Jefe de la Comisión Visitadora de la Auditoría de Colmena, Alberto Fonseca Navarrete, Armando Fonseca Sierra, quien aparece con la mano derecha sobre el hombro de su madre, María Cecilia del Socorro Sierra Diosa; Mónica Andrea Fonseca Avellaneda, Luis Germán Navarrete y su esposa Isabel Andrade Beltrán; el abogado del Banco Cafetero Jesús Fonseca Gutiérrez, otra Hermana de la Iglesia del Divino Rostro; el Delegado de la Revisoría Fiscal del Banco Santander Gustavo Fonseca Navarrete y su cuñada Ofelia Torres Salazar y María del Carmen Navarrete Gómez, de abrigo color café, quien conversa con Aura Malaver Munevar y su esposo Arquímedes Benjamín Fonseca Camargo.
En la fila de adelante, de izquierda a derecha, aparecen los niños Diana Carolina, Jennifer y Leonardo Fonseca Castillo; Rosalba Fonseca Navarrete (arrodillada, de traje azul oscuro); Blanca María Navarrete Gómez, su esposo Luis Alberto Fonseca Camargo y su hijo mayor, Alfredo Fonseca Navarrete (de barba y anteojos).
Familias Colombianas del Siglo XX
Historia real de cómo familias víctimas de la “Guerra de los Mil Días” y de un siglo de violencia contra la mujer, en Colombia, lucharon hasta vencer 120 años de pobreza y superando toda clase de dificultades no sólo ubicaron a sus hijos en empresas de nivel mundial en EE. UU., Canadá y Europa, sino que impulsaron a sus nietos y biznietos hacia el éxito en el Siglo XXI
Al publicar este libro somos conscientes de que nuestros antepasados… nuestros ancestros… nuestros abuelos… nuestros padres y nosotros mismos, no significamos absolutamente nada para la Historia.
Somos simplemente lo que George Orwell denominó “unpeople” en su novela 1984, para decir que en el Gobierno del Gran Hermano ¡ la gente no existe ¡… ¡ la gente no es nadie ¡…. En la actualidad la acepción peyorativa “unpeople” es utilizada en sus conferencias por el lingüista, filósofo y pensador norteamericano Noam Chomsky, el novelista ruso Andre Vltchek, cineasta y periodista de investigación de conflictos bélicos en África, Asia, Medio Oriente, Oceanía y América del Sur y el historiador británico Marc Kurtis.
Ellos coinciden en explicar que esa definición se refiere “a los pueblos y personas cuya suerte a nadie le importa”.
Y precisamente esa opinión nos fue hecha en público en la Navidad de 2015 al dar a conocer el borrador de este libro.
Ese día alguien nos dijo: “Deberías escribir sobre los que estamos vivos y no sobre un montón de vejestorios que ya no existen… ¡ y que a nadie le importan ¡”.
La persona que pronunció semejante frase no tiene ni idea de la reacción que esto produjo en nosotros.
Nuestra alma… nuestra mente y nuestros corazones se estremecen hoy para responder:
Los ancestros de las familias Navarrete, Gómez, Andrade, Hoyos, Africano, Gutiérrez, Porras, Fonseca, Ramírez, Pachón, Sierra, Álvarez, Higuera, Corredor, Silva, Torres, Vanegas,
Luna, Apráez y Mogollón… … ¡ existieron ¡… trabajaron duro en medio de grandes dificultades y se fueron de este mundo dejándonos su maravilloso recuerdo.
Si no pudieron estudiar y progresar no fue por su culpa, sino debido a las desastrosas consecuencias que se vivían en Colombia y el mundo en las épocas en las cuales nacieron.
Primero por la “Guerra de los Mil Días”, de 1899 a 1902. Después por la “Primera Guerra Mundial”, de 1914 a 1918. Posteriormente por “La Gran Depresión” que afectó a Estados Unidos, Europa y América Latina de 1929 a 1934 y más tarde por la “Segunda Guerra Mundial” de 1939 a 1945.
Hoy ocurre lo mismo por las guerras y por eso el Papa Francisco pidió en Enero 1 de 2016 “combatir los ríos de miseria que dañan al mundo”.
Todos nuestros antepasados… por más humildes que hubiesen sido, fueron seres maravillosos… sus vidas no pueden relegarse al olvido… sus rostros queridos deben ser recuperados y sus historias exaltadas para conocimiento de las futuras generaciones.
Gracias a su sacrificio nuestra generación ha tenido una vida mejor y los beneficios los disfrutan hoy los hijos y los nietos.
Gracias. Mil gracias a quien comprenda esta filosofía de vida y reciba el libro como un tesoro digno de conservarse para que sus futuros descendientes sepan que vinimos al mundo, que trabajamos con esfuerzo y contra todas las adversidades para que nuestros hijos, nietos y biznietos gozaran de una mejor calidad de vida.
Dedicado a:
La memoria de mi Madre, María del Carmen Navarrete Gómez,
por haberme traído al mundo y brindado educación básica.
Por haber soportado mis peligrosas travesuras infantiles.
Por haberme enseñado a ser una persona honesta, decente,
trabajadora, responsable y por haber ayudado a mi esposa
con el cuidado de nuestros cuatro hijos en la época de su niñez;
La memoria de mi Padre, Luis Antonio Santana Cano,
por haber compartido conmigo una pequeña parte de su vida;
Mi dulce y linda esposa Isabel Andrade Beltrán, por el amor, la ternura,
la paciencia y la comprensión que ha tenido conmigo durante 56 años
de matrimonio a pesar de los largos y costosos préstamos bancarios
que contraje para atender el hogar y pagar los estudios de los hijos;
A nuestros hijos Germán Darío, Henry Mauricio y Ana María
por los excelentes resultados internacionales logrados con sus
trabajos, así como la valiosa formación que están dando a sus hijos,
además de su interés para que escribiera este libro;
A María Isabel Navarrete Andrade, por sus éxitos universitarios
en Colombia, reconocidos por la Royal British Society of Architects,
por sus trabajos con la CAR, Termopaipa, los POT de Alcaldías,
sus aventuras en Canadá, Estados Unidos y la dedicación a su esposo y sus hijos;
A la memoria del Maestro Francisco Javier Álvarez Lozada
y a su esposa Élida Higuera Angarita, por su
dedicación al bienestar de la humanidad, el legado de su
colección de obras y la excelente formación de sus hijas
Andrea del Pilar, Carolina y Natalia;
A nuestros once nietos Lauren Daniela, Luis Felipe, Karen Juliana,
Sergio Andrés, Samuel, Isabela, Mateo, Valentina, Santiago, David y
Daniel, así como a nuestro primer biznieto, Anthony Mauricio, por el
interés para saber quiénes fuimos y cómo logramos triunfar en la vida,
durante los 78 años que Dios nos ha permitido vivir;
A las memorias de Jesús Fonseca Amézquita y sus hijos Luis Alberto,
Benjamín, Lisandro y Jesús, quienes le dejaron a la humanidad unos
hijos y nietos que con estudio y trabajo alcanzaron el éxito;
A la tía Blanca María Navarrete y sus hijos Gilma Beatriz, Alberto,
Rosalba y Alfonso Fonseca, por facilitar datos y fotos
de sus familias, documentos que permitieron ver los rostros
de sus ancestros y conocer las experiencias de sus vidas;
A René y Fabián Fonseca, a Katherine Fonseca Ávila;
a Darío Andrade, su esposa Esperanza y su hijo Johan Sebastian,
además de Judith Andrade y sus hermanas Lucía y Emilia, a Judith
Nieto y sus hijos Claudia y Fernando por su interés para conocer
el pasado de nuestras Familias.
A Ana Lilia y Ana Elvira Gutiérrez Navarrete,
al igual que a sus hijos Clara Gutiérrez,
María Julia y William Pachón Gutiérrez
y Myriam Porras Gutiérrez, por su valiosa colaboración
para conseguir datos y fotos de la familia Gutiérrez Navarrete;
A Sonaira Andrea Hinestroza Porras y su novio
Héctor Enrique Pinto Medina, por su
interés para enriquecer los registros gráficos
y utilizarlos para armar los Árboles Genealógicos;
A Natalia Plazas Gil, por compartir su excelente trabajo biográfico
al concluir sus estudios de bachillerato, toda vez que en él
se exponen las mismas ideas de este libro y el amor por
los claustros universitarios, especialmente su iniciativa de tener
Residencia Universitaria para dedicar 100% de su juventud al estudio
de la Arquitectura y la obra de Le Corbusier
A Arturo Corredor Camargo, su esposa Nohra Silva de Corredor
y sus hijos Rodrigo y Nohra Ximena,
así como a Élida Higuera Angarita y su hija Carolina Álvarez,
por su valioso aporte en datos y fotos de su familia.
Ana Lilia Gutiérrez Navarrete, hija, hermana, esposa y madre
inolvidable, quien después de sobrellevar una vida plena de
experiencias hoy ha logrado sobrevivir a la pandemia del
Coronavirus en Colombia, gracias al cuidado de su hija.
(Foto Archivo de María Julia Pachón).
María Julia Pachón, hija de Ana Lilia Gutiérrez Navarrete,
se ha convertido desde hace varios años en el
“Ángel de la Guarda” de su amada madre, brindándole amor
y cuidados que le han permitido sobrellevar una existencia
dura, que se aproxima a los 100 años en 2023.
(Foto Archivo personal).
A Ana María Rincón Porras, por su gentileza
para poder reanudar en Bogotá, Chía (Cundinamarca)
y Pachavita (Boyacá) (Colombia), los contactos con
Ana Lilia y Elvira Gutiérrez Navarrete en Colombia,
suspendidos después de 8 años de haberlas entrevistado
antes de regresar a Canadá, especialmente porque Lilia
está próxima a cumplir 100 años y su último reportaje quedó
grabado en videos. Por la pandemia del Coronavirus en
Colombia, Lilia permanece aislada en su hogar desde hace
más de un año, bajo los amorosos cuidados de su
“Ángel de la Guarda”, su hija María Julia Pachón;
A César Erley Hoyos Gaitán, quien con sus excelentes
conocimientos en el diseño de Páginas Web en Canadá,
ha logrado hacer realidad un sueño que comenzó hace 40 años,
con entrevistas a familiares, búsqueda de fotografías,
visitas a iglesias de diferentes ciudades y consecución
de documentos que permitieran comprender el impacto
que las guerras en Colombia dejaron en nuestros antepasados,
hasta el punto de impedirles estudiar y trabajar, por lo cual
sus descendientes quedaron condenados a la pobreza.
Después de 17 años de averiguaciones, hoy presentamos
ante el mundo una serie bilingüe de extraordinarias historias
de superación personal de quienes fueron nuestros ancestros.
La Historia le irá demostrando a quienes nos sobrevivan
la trascendental importancia del legado cultural, científico,
médico y artístico que les dejaron sus tatarabuelos,
bisabuelos, abuelos, padres, tíos y hermanos,
cuyas memorias perdurarán en esta Página Web
hasta cuando alguien del futuro las traslade
a una tecnología más avanzada en el Ciberespacio..
A Miguel Ángel Barrera Andrade, por la excelencia de su trabajo
como realizador de los videos “Bodas de Oro Navarrete Andrade”
y “Homenaje póstumo a Johan Sebastian Andrade Gómez”. En el primero,
dedicado a la celebración de los 50 años del matrimonio de Isabel Andrade
y Germán Navarrete, Miguel Ángel tuvo el acierto de escoger melodías
románticas adecuadas al evento y en el dedicado a la Memoria de Juanito,
cuya prematura desaparición aún se siente en todos quienes lo conocimos y
tratamos durante su breve existencia, Miguel acertó con el manejo del delicado tema.
A Norma Judith Sánchez Castiblanco y Henry Mauricio Navarrete Andrade,
por la organización del evento con el cual se celebraron las Bodas de Oro del matrimonio
Navarrete Andrade, en el Salón Comunal del Conjunto Residencial “Mallorca II”,
en el barrio Modelia, de Bogotá (Colombia). Isabel y Germán aprovechan la oportunidad
para hacer extensivo el agradecimiento a todas las personas y Familias que nos acompañaron
en una ceremonia cuyo recuerdo se ha prolongado en el tiempo y el espacio. Para todos
ustedes, con cariño, quedan en el libro “Bodas de Oro Navarrete Andrade”, las fotografías
de de esa reunión.-
Introducción
Las Memorias de Familias Colombianas no pretenden ser un documento en el cual su autor pose de intelectual, ni de historiador. Son simplemente la consecuencia lógica de un hombre que desde la edad de 5 años, hasta los 60, permaneció vinculado de manera directa e indirecta a la profesión del Periodismo.
En ejercicio de esa profesión, para reconstruir nuestro pasado, entender y valorar en toda su grandeza y dimensión humana los esfuerzos que hicieron a lo largo del tiempo los integrantes de nuestras familias, para superar la pobreza en que nos dejaron las múltiples guerras que han azotado a Colombia durante más de cien años y darle a nuestros descendientes un mejor futuro, se comenzó de manera informal en los años 70 y se continuó en los 80, 90 y de 2004 en adelante.
La búsqueda se inició a raíz de conversaciones familiares de las cuales surgían interrogantes como ¿Quiénes fueron nuestros abuelos?, ¿Por qué nuestros padres no tuvieron educación?, ¿De dónde venimos?, ¿Por qué ninguno de quienes nacimos entre 1900 y 1948 (cuando Bogotá fue arrasada después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán) recibimos educación secundaria y mucho menos fuimos a una Universidad?, ¿Por qué siempre hemos sido pobres?, ¿Nuestros hijos, nietos y biznietos correrán la misma suerte que nosotros?, ¿Qué hacemos para mejorar nuestra calidad de vida?.
Para hallar respuestas y sin proponerme en ningún momento elaborar alguna clase de documento histórico, comencé dialogando informalmente con mis familiares más cercanos. Varios de ellos, como mi madre, mis tías y mis primos que ya fallecieron, además de otros parientes que compartieron la iniciativa de reconocer la existencia llena de problemas que les correspondió vivir a sus abuelos y padres en los Siglos XIX y XX, me relataron historias familiares y aportaron documentos y fotografías con datos, fechas, sitios y detalles de hechos que constituyeron las causas del atraso y la pobreza de nuestros ancestros. Todos ellos representaron una valiosa fuente de información, por lo cual les estoy altamente agradecido.
Fueron varios años de búsqueda en los muy pocos tiempos libres que me permitía el trabajo de reportero en los periódicos EL ESPECTADOR y EL TIEMPO, el Departamento de Estado de los Estados Unidos en su oficina de prensa de la Embajada Norteamericana en Colombia, la Organización de Naciones Unidas (ONU), en su Centro de Información para Colombia, Ecuador y Venezuela (CINU), la Corporación Autónoma de Cundinamarca (CAR) y el aporte en calidad de voluntario a la Organización de Estados Americanos (OEA), la Presidencia de la República, la Liga Colombiana de Lucha contra el Cáncer y otras instituciones.
En 2004, al jubilarme, con la ayuda de mi esposa Isabel Andrade Beltrán reunimos la información conseguida, pero aún faltaban más detalles de lo ocurrido con todos y cada uno de los familiares que nacieron y vivieron a finales del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX. En ese momento llegamos a la conclusión de que no era el momento para plasmar en un documento los datos que habíamos reunido.
Los matrimonios de los cuatro hijos, la remodelación de la vivienda, los nacimientos de once nietos y un biznieto, los viajes dentro de Colombia y anualmente a Canadá, así como toda clase de trámites legales y de impuestos nuestros y de los hijos residentes en el exterior, impidieron una concentración adecuada en la búsqueda que se necesitaba para poder estructurar un documento de la importancia como la que amerita la historia de las familias mencionadas al inicio de este capítulo.
Todo comenzó a cambiar en 2007, cuando los nietos manifestaron su deseo por conocer la historia de la familia y otros parientes aportaron nueva información. Con la valiosa ayuda de mi esposa Isabel Andrade Beltrán nos dedicamos durante varios años a la búsqueda de documentos inéditos
y fotos que permitieran configurar el árbol genealógico y el perfil de quienes nacieron antes que nosotros.
Durante los últimos tres años, como resultado de múltiples gestiones en el Archivo de Bogotá, las Parroquias de San Diego, San Francisco, Las Nieves y otra de Bogotá; el Municipio de Nemocón, en Cundinamarca, además de otras entidades, fue posible recopilar cartas, fotos, publicaciones de prensa, Certificados de Nacimiento y defunción que en opinión de mi esposa y mía constituyen un tesoro familiar.
Con base en lo anterior hemos plasmado parte de esa información en un libro que, respetuosamente, sugerimos conservar para conocimiento de quienes en el futuro se interesen por averiguar quiénes fuimos sus antepasados, qué problemas tuvimos, cómo los solucionamos y qué hicimos para forjar el sendero de progreso que les permitió a ellos nacer y crecer en Colombia, Estados Unidos, Canadá, España y otros países de Europa, donde estudian y progresan en condiciones infinitamente superiores a las que todos nosotros tuvimos.
Algunas de las experiencias aquí relatadas se refieren a hechos muy fuertes e impactantes para nuestros descendientes de corta edad, por lo cual cuando se interesen en ellas, recomendamos ser leídas y explicadas por sus padres. En el relato de los acontecimientos que rodearon mi vida desde niño, me he ajustado fielmente a la forma como se desarrollaron los hechos que moldearon mi carácter y el de otros que compartieron mi infancia y juventud –como mis primos Gilma Beatriz y Alfredo Fonseca–, sin dejar por fuera nada de lo sucedido, por más escabroso que fuera. En el caso de mi esposa no obtuvimos datos por parte de la familia, debido a que Emiliano Andrade jamás hizo relatos de su niñez en el Departamento de Nariño, mientras su esposa Magdalena Beltrán habló de su tierra pero sin aportar detalles.
Por ello afirmamos que todo lo relatado aquí es verdad y para ello se dispone de entrevistas grabadas a varios de los personajes que se mencionan en el libro.
Una vez desaparecidos los principales protagonistas de estos sucesos, inclusive nosotros mismos, confiamos en que las experiencias aquí narradas sirvan de orientación a nuestros descendientes para guiar sus vidas por senderos de comprensión…, amor filial…, estudio…, progreso… y éxito para bien de ellos y sus familias.
El futuro es suyo. Moldéenlo ustedes mismos siendo cada día los mejores en sus colegios… en sus Universidades, en sus trabajos.
Por mi parte le agradezco a mi padre, Luis Antonio Santana Cano, no haber tomado la decisión de reconocerme legalmente como su hijo. Si lo hubiera hecho el último rastro de nuestro apellido se habría perdido para siempre en el insondable espacio del tiempo.
Esto lo entenderán a medida que vayan leyendo el libro y después de analizar el Árbol genealógico de la Familia, donde se observa que, por azar del destino… si hubiera tenido otro apellido, nuestra rama de los Navarrete habría desaparecido conmigo porque nadie ha hablado nunca del nacimiento de descendientes varones en los hogares de quienes fueron los hermanos del abuelo Juan Nepomuceno Navarrete Gutiérrez.
Maestros de mi profesión, como José Salgar Escobar, sostuvieron durante toda su vida que los periodistas debemos limitarnos a informar, no a hablar de nosotros mismos.
Tesis similar sostuvo –durante una entrevista conmigo–, José Cubillos Torres, quien por espacio de 30 años trabajó simultáneamente para Inravisión y el Servicio Cultural e Informativo de los Estados Unidos (USIS), donde tuve el honor de desempeñarme junto a otro importante grupo de colombianos que laboramos para el Departamento de Estado de los Estados Unidos en la década de los años 70 del Siglo XX.
Aun cuando respeto ambas opiniones, debo aclarar que con este libro no busco reconocimiento alguno de mi trabajo. Simplemente decidí escribirlo por varias razones:
1. Averiguar por qué mi abuelo, Juan Nepomuceno Navarrete Gutiérrez, a pesar de haber sido destacado y condecorado por su participación activa en la “Guerra de los Mil Días” a finales del Siglo XIX, vivió con su esposa, Magdalena Gómez Garzón y sus 7 hijos, en la pobreza absoluta en uno de los lugares más miserables y húmedos de Bogotá: el “Barranco del Aguilucho”, ubicado en los Cerros Orientales de Bogotá y más exactamente en el que entonces se conocía como el “Paseo Bolívar”, un lugar sin luz…, sin agua…, sin alcantarillado y sin vías transitables, entre 1903 y 1920;
2. Averiguar por qué, como consecuencia de la miseria todos los familiares de mi generación tuvieron una existencia paupérrima, sin derecho a una vida digna, como consecuencia de lo cual Magdalena Gómez Garzón –después de sacrificar su vida por su familia— tuvo una muerte que no merecía, ahogada en su propia sangre por un acceso de tos al agacharse en su humilde lecho en busca de una vasija y terminó su vida en la pobreza, sola y sin atención médica, a pesar de los cuidados de sus hijas, quienes carecían de recursos económicos y tenían que trabajar y atender a sus maridos y 27 hijos;
3. Averiguar por qué la hija mayor de Juan Navarrete y Magdalena Gómez, Ester, no pudo estudiar por la pobreza de sus padres, sacrificó sus ilusiones al unirse a un hombre para darle 9 hijos desde la temprana edad de 18 años y vivió en condiciones que le impidieron alimentarse en forma adecuada, por lo cual sufrió de bocio endémico hasta su muerte prematura a los 47 años;
4. Averiguar por qué mi madre, María del Carmen Navarrete Gómez, además de no haber recibido educación básica en su infancia, tuvo que soportar numerosas humillaciones durante su vida laboral, por atreverse a aceptar toda clase de empleos sencillos pero honrados, desde su adolescencia hasta avanzada su vejez, porque fue la única clase de vida que se le presentó durante más de medio siglo para sobrevivir ella y su pequeño hijo, además de buscar la forma de ayudar física, económica y materialmente a sus 3 hermanas y 27 sobrinos;
5. Averiguar por qué la hermana menor de mi madre, Blanca María Navarrete Gómez, soportó golpes brutales casi a diario durante más de 20 años y malos tratos físicos y sicológicos durante 50 años de matrimonio por parte de su marido, cuando lo único que hacía era servirle con amor y abnegación cocinando sus alimentos, lavando su ropa, planchando sus camisas, lustrando sus zapatos, atendiéndolo cuando llegaba embriagado a su lecho de esposos y alimentando a los 10 hijos que él le había engendrado;
6. Averiguar por qué otras mujeres de la Familia Navarrete, como Gilma Beatriz Fonseca y María Helena Ramírez Celis, fueron capaces de soportar durante más de 30 años toda clase de maltrato físico y sicológico por parte de sus cónyuges, mientras ellas se esmeraban por atenderlos con afecto y respeto. El coraje, el valor y la dignidad de ellas, las convierten en un ejemplo para algunas jóvenes que sucumben al menor problema que se les presenta en la vida.
7. Averiguar por qué un primo, Alfredo Fonseca Navarrete, llegó a maldecir a Dios en su adolescencia por verse obligado a vender su sangre para poder comprar alimentos, después de buscar inútilmente restos de comida en latas de basura en las calles y en días en los cuales se veía obligado a dormir en parques, rincones malolientes de casas, edificios y otros sitios públicos, porque su padre lo había sacado de su hogar a golpes por quejarse cuando lo veía maltratar a su mamá, como lo confirmó en 2014, llorando y agobiado por la tristeza, su hijo René Fonseca Sierra, en presencia de su madre, María Cecilia del Socorro Sierra Diosa, quien estuvo a punto de sufrir un desmayo al observar el dolor de su hijo y recordar ese penoso pasaje de la vida de su esposo fallecido, y
8. Averiguar por qué las mujeres de la Familia Navarrete, cumpliendo los preceptos de la Iglesia Católica de “Creced y Multiplicados”, se llenaron de hijos sin darse cuenta de que eso las condenaba a la pobreza absoluta.
Las pruebas allegadas son irrefutables: Dominga Garzón Contreras tuvo 7 hijos; Magdalena Gómez Garzón tuvo 7 hijos; Blanca María Navarrete Gómez tuvo 10 hijos; Ester Navarrete Gómez tuvo 9 hijos y otra pariente que tuvo 8 hijos, vivió en la pobreza y murió ciega muy joven.
Todas soportaron una vida de privaciones y sufrimientos y ninguna tuvo cerca a alguien que les hubiera advertido a hombres y mujeres de nuestras generaciones anteriores, que si tenían numerosos hijos no solo quedarían atrapados de por vida en el subdesarrollo, sino que condenarían a esos niños y niñas a la ignorancia y al desempleo por falta de educación adecuada, como en efecto ocurrió durante 100 años, entre 1850 y la primera mitad del Siglo XX, y
9. Dejar un testimonio escrito y gráfico del esfuerzo que mi esposa y yo hicimos durante 50 años –de la misma forma en que lo hicieron otras familias del país–, con trabajo honrado, préstamos bancarios e hipotecas, para erradicar de una vez por todas la miseria y la falta de educación de nuestros descendientes.
10. Al llegar a las Bodas de Oro Matrimoniales y luego comenzar a celebrar los 50 años de edad de los hijos Germán Darío, Henry Mauricio, Ana María y María Isabel, los resultados de los cambios que se han registrado en nuestras vidas demuestran que nuestras averiguaciones eran justificadas y que por haber buscado soluciones a todas y cada una de las situaciones descritas, hicimos lo correcto al darle un viraje a la existencia de nuestro entorno familiar para acabar con la violencia intrafamiliar que se había convertido en un karma difícil de superar, creando de esa manera un futuro digno para nuestros hijos, nietos y biznietos.
Homenaje a las jóvenes promesas del Siglo XXI
Reconocemos que al enterarse de los resultados de nuestras averiguaciones no fueron pocas las personas que consideraron inútiles los esfuerzos para escribir memorias familiares. Primero porque como lo dijimos antes, en la sociedad de consumo las familias que no pertenecen a las élites no llaman la atención y, segundo, porque los jóvenes del Siglo XXI –como lo dijo en Noviembre de 2015 el Papa Francisco–, le dan más importancia al celular que al diálogo con sus padres, no saben quiénes fueron sus abuelos, ignoran quiénes son o cómo se llaman algunos de sus parientes y ni siquiera saben qué consumen al desayunar, almorzar o cenar, por hallarse concentrados chateando con los amigos de turno.
Esa actitud de los jóvenes se considera normal hoy y será más difícil de manejar en el futuro por la creencia de los adolescentes de que si no son parte de un grupo de su entorno, ya sea de su cuadra, de su barrio, de su escuela o de su Universidad, creen que no son nadie, por lo cual resultan imitando lenguajes vulgares y a veces amenazando por Twitter, Facebook o Instagram a otros jóvenes que no comparten sus ideas, todo por adoptar falsas personalidades en sus páginas web, para congraciarse el afecto de sus amigos de turno.
Y esto sin tener en cuenta que por su afán de compartir las vidas de sus amigos y conocidos, los jóvenes resultan dependiendo de sus celulares las veinticuatro horas del día, inclusive a la hora de dormir, porque no pueden darse el lujo de descuidar la pantalla que les permite saber qué conversación se están perdiendo, quién está hablando de ellos o por qué los están ignorando sus amigos en sus charlas de texto con los demás.
Muchos de quienes así actúan terminan sufriendo depresión, soledad y angustia por creer que no son aceptados por el grupo al cual quieren pertenecer.
La observación de las actitudes juveniles de la generación actual permite prever los problemas que afrontarán nuestros hijos, nietos y biznietos con sus futuros hijos:
1. La carencia de una identidad propia de los 10 a los 20 años de edad, lleva a los jóvenes a imitar a los demás para sentir que es aceptado en su grupo.
A eso se debe que las niñas fumen porque los amiguitos o sus novios fuman, beban licor porque los demás lo hacen, o besen apasionadamente a un niño desde los 9 años porque es lo que ven en las telenovelas en sus hogares y luego resulten embarazadas a las edades de 10, 11 o 12 años.
Debido a estas conductas –según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud realizada por el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE)–, en Colombia, en Marzo de 2021, el 40% de los hogares tienen como cabeza de familia a una mujer sola, sin marido o compañero sentimental por lo cual las niñas y niños permanecen solos mientras la madre trabaja todo el día, expuestos a toda clase de peligros.
Además, el 50.5% de las niñas y niños nacidos en Colombia son producto de embarazos no deseados y a esto se debe que criaturas de corta edad permanecen encerradas en sus viviendas mientras las madres están ausentes, quedan al cuidado de extraños y
por ello muchas veces son violadas, abusadas, maltratadas, vendidas a personas inescrupulosas, abandonadas en lugares públicos, o asesinadas. Y lo anterior sin mencionar los suicidios de niñas y niños, un tema tabú que poco se menciona.
2. Por iniciativa propia ningún joven ve noticieros de televisión o escucha noticias en la radio para saber qué está pasando en su barrio, en su ciudad; tampoco leen diarios, revistas ni publicaciones especializadas. Su mundo es el de la música en los oídos, el chat en el celular y los videojuegos en el IPAD.
La ignorancia de los problemas sociales que se presentan a su alrededor, ha permitido que miles de jóvenes hayan sido atracados, heridos y asesinados durante varios años en Colombia y otros países para robarles el celular, y
3. La inmensa mayoría de jóvenes de los primeros años del Siglo XXI se han acostumbrado a leer solamente los textos escolares y algunos libros que les exigen en las escuelas y colegios. Pero por iniciativa propia son muy pocos los que leen libros en busca de conocimientos y mucho menos para saber las historias de sus familiares.
Sin embargo, hemos continuado nuestras averiguaciones sobre las historias de nuestros ancestros porque consideramos justo hacer un reconocimiento a la memoria de los antepasados y rendir un homenaje a quienes soportaron toda clase de penurias para que nosotros pudiéramos sobrevivir, mejorar de calidad de vida y superarnos para beneficio de nuestros hijos, nietos y biznietos.
Este libro se ha escrito para responder con documentos y fotos a las preguntas que desde 2014 vienen formulando Katherine Fonseca Ávila y sus primos Lauren Daniela, Karen Juliana y Felipe Navarrete Sánchez sobre el pasado de nuestras familias.
Al mismo tiempo, busca despertar el interés de los futuros profesionales Navarrete de 2030 y más allá: Sergio Andrés Navarrete Sánchez, Samuel Hoyos Navarrete, Mateo Navarrete Álvarez, Isabela Hoyos Navarrete, Santiago Torres Navarrete, Valentina Navarrete Álvarez, David y Daniel Torres Navarrete, por constituir ellos la semilla de nuestra séptima generación por venir a mediados del Siglo XXI, así como Anthony Mauricio García Navarrete, el primero de la octava generación.
Mientras nietos adolescentes como Lauren Daniela, Luis Felipe y Karen Juliana ya están forjando su destino en Colombia y Australia, los nietos menores, residentes en Canadá, ya dan manifestaciones de respeto y aprecio por las vidas de sus antepasados.
El primero de los nietos que representan la séptima generación de la familia, residente en la zona petrolera de Alberta (Canadá), es Samuel Hoyos Navarrete, quien a sus 6 años de edad ya mostraba, además, una creatividad infantil que ha asombrado a sus padres, abuelos y profesores, como también lo irán haciendo los demás niños a medida que vayan creciendo.
El autor confía que los padres de los niños y jóvenes de quienes se hablará en este libro, lo guarden como un tesoro para que cuando ellos sean adultos y tengan tiempo libre, a los 50 o más años de edad, ya jubilados, lo puedan observar y recuerden su infancia con el mismo amor que lo hacemos nosotros.
Por último, presentamos disculpas a quienes esperaban la publicación de este libro con mayor anterioridad, pero consideramos conveniente que saliera a la luz pública una vez se cumplieran varias fechas de carácter familiar histórico:
1) Los 142 años del nacimiento de Magdalena Gómez Garzón, con quien se inicia la historia familiar, el 27 de Mayo de 2021;
2) Los 90 años de Ana Lilia Gutiérrez Navarrete, el 31 de Julio de 2013;
3) Los 80 años de Ana Elvira Gutiérrez Navarrete, el 10 de Octubre de 2013;
4) Los 80 años de Gilma Beatriz Fonseca Navarrete, el 4 de Diciembre de 2018;
5) Los 80 años de Flor María Fonseca Cuervo, el 30 de Noviembre de 2017;
6) Los 70 años de María Cecilia del Socorro Sierra Diosa, el 2 de Agosto de 2014;
7) Las Bodas de Oro Matrimoniales de Blanca María Fonseca Navarrete con Luis Alberto Fonseca Camargo, el 3 de Febrero de 1990;
8) Las Bodas de Oro Matrimoniales de Isabel Andrade Beltrán con Luis Germán Navarrete el 2 de Octubre de 2015;
9) Los 70 años de Darío Andrade Beltrán, el 4 de Julio de 2017;
10) Los 70 años de Alberto Fonseca Navarrete, el 5 de Noviembre de 2017;
11) Los 50 años de edad de René Fonseca Sierra, el 9 de Marzo de 2015;
12) Los 50 años de edad de Fabián Fonseca Sierra, el 25 de Febrero de 2016;
13) Los 50 años de edad de Germán Darío Navarrete Andrade el 11 de Marzo de 2016;
14) Los 50 años de edad de Henry Mauricio Navarrete Andrade el 13 de Mayo de 2017;
15) Los 50 años de Esperanza Gómez Aristizabal, el 18 de Septiembre de 2017;
16) Los 78 años de edad de Luis Germán Navarrete el 30 de Julio de 2021, y
17) Los 50 años de edad de Ana María Navarrete Andrade el 12 de Agosto de 2018.
Además, porque la Familia Navarrete Andrade está próxima a cumplir 30 años de relaciones con la República del Canadá y Germán Darío, su esposa Andrea del Pilar Álvarez Higuera y María Isabel con su esposo Oscar Torres Zabala, van a cumplir 17 años de haber emigrado a ese país de Norteamérica, donde hoy residen con sus hijos, mientras Ana María, su esposo César Erley Hoyos Gaitán y sus hijos cumplen 10 años de residir en Canadá.
Una vez hecha esta aclaración, dejamos en sus manos, con amor de Padres, este documento histórico.
Isabel Andrade Beltrán y Germán Navarrete
11 de Marzo de 2021
Germancito, es un honor que Dios me haya elegido para hacer parte de nuestra gran familia, que apesar de las enormes penurias sufridas por nuestros antepasados, conocimos las privaciones en nuestras familias y a la vez un profundo amor de nuestros progenitores, quienes sembraron en nosotros grandes valores como el amor a la familia, el nunca olvidar nuestras raices, sin importar las enormes bendiciones que Dios permite que disfrutemos y que a hoy nos ha permitido tambien disfrutar con las nuevas generaciones: nuestros hijos. Gracias Germancito por este enorme legado para nosotros los que tenemos el privilegio de leerlo y para cada uno de los miembros que forman y formaran parte de esta gran descendencia que conocimos a través de tu visión para mi vida y mi descendencia desde los abuelos Jesus Fonseca Amezquita\Rita Camargo Gaitan y Juan Nepomuceno Navarrete\Magdalena Gómez por parte de mi papá y Daniel Sierra\Francisca Mejia y Isaias Diosa\Josefa Jaramillo por parte de mi madre, quienes hoy gozan ante la presencia de nuestro Dios creador.
Apreciado René: Mil gracias por tus generosas palabras. Como lo he dicho siempre, mis escritos buscan recuperar la Memoria de nuestros Ancestros, para que jamás sea olvidada y, por el contrario, le rindamos un homenaje póstumo a todos los seres queridos que hoy no están con nosotros, pero que dejaron una huella imborrable en nuestras vidas. Bendiciones.
German, muchas gracias, este esfuerzo demuestra tu tenacidad, el respeto y la entrega por tu trabajo, fuiste, eres y seras un gran periodista, Dios te bendiga.
William Pachòn Gutièrrez
William: Muy agradecido por tus palabras gentiles. Por favor, disculpa si he respondido unos días tarde, por estar ocupado trabajando en la Biografía del tercer sobreviviente de la Guerra de los Mil Días. La vida es muy bella y si uno ha logrado acumular una experiencia en el periodismo, bien vale la pena dedicarla al servicio de la Humanidad. Bendiciones.
Estimado Germán, estuve leyendo tú página, te felicito, muy interesante y hasta vi a mis padres en una foto. Respeto y admiración por lo que haces. Un abrazo muy especial. Saludes a la familia, en especial a Mauricio y Ana María!!
Apreciado René: Muy gentil por tus palabras y muy amable por apreciar el trabajo de todos quienes participamos en él durante 40 años de preparación, como lo dejé escrito en las DEDICATORIAS de Familias Colombianas del Siglo XX. Precisamente en Homenaje a una Esposa incluimos las fotografías de tus padres y el resto de invitados que, generosamente, nos acompañaron en nuestros 50 años de matrimonio. Ya les estamos transmitiendo tu saludo a nuestros hijos. Hoy entró la Biografía de un pariente, el Mejor Maquinista de EL TIEMPO en medio siglo e irán apareciendo más personas. Saludos a tu querida familia y gracias.
Doctora: Es muy satisfactorio recibir comentarios como los suyos porque reconocen el esfuerzo hecho para destacar los valores humanos familiares. Gracias. Esperamos verla pronto. Saludos a sus padres y al esposo. Bendiciones.
Estoy orgullosa!
Es hermoooso leer cada línea,
es encantador encontrar tanto amor en una familia.
Sin lugar a duda son un ejemplo a seguir,
una inspiración.
Muchas gracias!