Rodrigo Corredor Silva
Arturo Corredor Bello
El homenaje de un hijo a su Padre
El jueves 29 de Febrero de 2024, a los 96 años de edad, dejó de existir en Bogotá (Colombia), el abogado Arturo Corredor Bello. Dos días después, Rodrigo Corredor Silva, su hijo, le rindió un homenaje póstumo de extraordinaria calidad intelectual, que merece permanecer para siempre en esta Página Web, con el propósito de que el recuerdo de la personalidad de Arturito –como lo llamábamos coloquialmente–, se mantenga vivo en la memoria de todos.
Hacemos extensivo el homenaje póstumo de Rodrigo, a los integrantes de las Familias Corredor-Camargo, Corredor-Bello, Corredor-Álvarez, Rodríguez-Corredor y las demás que han ido surgiendo de la dinastía creada en el Siglo XX por el mítico personaje que por haber sido secuestrado en su niñez sufrió personalmente la violencia de la Guerra de los Mil Días, Don Marco Antonio Isidro Corredor Camargo, ilustre constructor de iglesias católicas de varias de las ciudades de Colombia (Suramérica).
El homenaje póstumo al padre desaparecido
Ante los restos mortales de Arturito, el abogado Rodrigo Corredor Silva habló en nombre de su adorada madre, Nohra Silva viuda de Corredor Bello, de su esposa Carolina Álvarez Higuera, de sus hijas Leticia y Catalina y de su hermana Ximena y el esposo de ella, José Daniel Rodríguez Cifuentes.
El homenaje de Rodrigo Corredor Silva a su padre Arturo Corredor Bello, queda a partir de hoy para la historia de las Familias Corredor-Camargo, Corredor-Bello, Corredor-Álvarez, Rodríguez-Corredor y siguientes, en esta página Web.
Se hace la aclaración de que las fotografías y sus leyendas no forman parte de las palabras leídas por Rodrigo en el funeral de su padre. Las fotos fueron escaneadas de las originales devueltas a Arturito en 2013 y las he incluido respetuosamente para ilustrar cada paso de su vida, con el deseo de exaltar el homenaje a un hombre cuya existencia constituyó un ejemplo para Colombia y el mundo.
Así lo demuestra el interés con el cual 12.805 personas de veinte países han hecho 27.641 visitas a esta Página Web para consultar los libros de Política Internacional, las Biografías de los distintos integrantes de la Familia Corredor Camargo y de los 22 estudiantes asesinados por el ELN en Bogotá hace 5 años, las Campañas Sociales, los artículos sobre Medio Ambiente y otros temas que aquí se están publicando. La medición la hace diariamente la agencia Editora de Contenidos y Creadora de Páginas Web, erleyonline.com, en la ciudad de Edmonton (Provincia de Alberta), Canadá.
Los párrafos del texto original de Rodrigo Corredor se presentan entre comillas.
Arturo Corredor Bello
Por Rodrigo Corredor Silva
“Hablar de mi papá es evocar la Historia: la Universal, la familiar, la cotidiana. Es narrar la vida de un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor, que solo un Cervantes podría recopilar”.
Ana Rosa Bello Sierra de Corredor y Marco Antonio Isidro Corredor Camargo, forjadores de la dinastía Corredor-Bello.
“Empezando por el comienzo: Antonio Corredor y Rosa Bello, mis abuelos del siglo antepasado, que atravesando las centurias vivieron la Guerra de los Mil Días, recién casados fueron apresados al ser confundidos con los protagonistas de “La Vorágine”, y quienes construyeron no solo una grandiosa familia, sino todo un legado para nuestra Iglesia, edificando muchos templos donde adoramos al Creador (Cáqueza, Une, Fosca, Acacías, San Francisco, Gachetá, Manta, La Porciúncula, Seminario Menor, entre otras tantas obras). (1)”
Primera comunión de Rosa María Corredor Bello, el 16 de Julio de 1926.
Primera comunión de Roberto y Josefina Corredor Bello, recibida de manos de su hermano, el Padre Alfonso, el día de la primera misa de él en la Iglesia Parroquial de Cáqueza, el 3 de Diciembre de 1939. La foto fue tomada en la casa de la vereda de Timasita, (Municipio de Une), Cundinamarca.
“Hablar de mi padre es hablar de Alfonso, Rosa, Hernando, José Antonio, Leonor, Josefina, Roberto, Sara y Humberto, sus hermanos que amaba y admiraba, con quienes compartió los bucólicos rincones de Timasita, su casa en el campo, entre los municipios de Une y Cáqueza. Allí aprendió a ser campesino, y en la escuela rural a admirar en su maestra (cuyo nombre y vida recordaba perfectamente), el noble oficio de la educación.
(1) El periodista Germán Navarrete ilustra en varios artículos la vida de Antonio Corredor, entre ellos: https://german-navarrete.com/antonio-corredor-de-la-guerra-a-la-construcción-de-iglesias/ ”.
El joven Arturo Corredor Bello aparece durante su época de estudiante en el “Colegio Agustiniano”, de Bogotá. Es el cuarto, de izquierda a derecha, en la segunda fila de arriba hacia abajo. Viste traje gris y en la solapa izquierda del saco luce un botón de adorno. Su hermano Alfonso, por su parte, es el primero de izquierda a derecha en la primera fila inferior. Viste traje negro, camisa blanca y sonríe. El punto negro que le aparece en el mentón es un defecto de la gráfica. La fotografía constituye un verdadero tesoro histórico para Colombia, porque es el único recuerdo visual que quedó de los dos hermanos y sus 21 compañeros de curso durante su adolescencia. Las miradas de todos estos jóvenes permiten evocar el amor que seguramente le inspiraban a sus padres y familiares en una época que hoy le pertenece a la Historia de Bogotá: los años 40 del Siglo XX.
“Mi padre emprendió la aventura desde pequeño, continuando sus estudios en Bogotá, acompañado de sus hermanos mayores y luego formándose en el Seminario Mayor, al que siempre agradeció por su formación integral en todas las ciencias humanas y divinas. Allí empezó su carrera en múltiples oficios con uno que jamás olvidaría: el de peluquero de los seminaristas, pues gracias a su pericia mondando cabelleras, fue el orgullo de su edad temprana, al ser elogiado en su tarea por condiscípulos y superiores.
Años después siguió ejerciendo el oficio con sus máquinas manuales Oster en mi pobre cráneo, que desde muy tierna edad lució el corte de seminarista de los años 40”.
En esta fotografía Arturo Corredor Bello aparece poco después de matricularse para aprender a volar, en Estados Unidos, en 1951.
“Culminada su etapa escolar en el Colegio Agustiniano, pues su vocación estaba lejos de la ordenación sacerdotal, alzó su cabeza al cielo y decidió volar. Y voló. Matriculado en una escuela de aviación hizo escala en Nueva York, donde descubrió y no pudo despegarse –pasando la noche en blanco—de una caja con imágenes y sonido que en Colombia no se vio hasta 1954.
Eso es Historia. Ser el primero de su tribu en ver televisión, vivir el 9 de abril la época de “La Violencia”, sentir a lo lejos la Segunda Guerra Mundial, la era espacial y vivir el asombro de todos los hechos políticos, culturales y tecnológicos de los Siglos XX y XXI”.
Carta del Representante a la Cámara por el Estado de Massachusetts, John Fitzgerald Kennedy a Arturo Corredor Bello, del 5 de Febrero de 1952, en la cual le manifiesta su propósito de colaborarle para que pudiera cumplir su deseo de obtener la Residencia Permanente en Estados Unidos. Kennedy fue el Presidente que 9 años después puso en marcha en Washington la Alianza para el Progreso y cinco años más tarde, como resultado de esa acción, más de 27 millones de habitantes de América Latina se habían beneficiado con la construcción de 2.500 acueductos; más de 23 millones de personas habían recibido “Alimentos para la Paz” y 81 organizaciones de ahorro y crédito habían financiado la compra de 25.000 viviendas. La historia completa se puede consultar en el artículo “250 años de la Independencia de Estados Unidos”, en inglés y español, en esta página web.
“Aburrido de surcar cielos extranjeros y locales, (mi padre) volvió a la tierra, literalmente, pues compró una fábrica de ladrillo donde hundió no solo sus manos y pies en la arcilla, sino también –tras una breve temporada–, sus sueños de emprendimiento, luego de que un vendaval se los llevara (junto con tejas y máquinas), para enviarlo nuevamente a un mundo más elevado”.
Cédula de Ciudadanía de Arturo Corredor Bello, con la cual se matriculó en la Universidad.
“Nuestro Quijote opta por prepararse en las armas de la Ley para desfacer agravios y enderezar entuertos y decide vender su moto Harley para matricularse en la Facultad de Derecho de La Gran Colombia.
Paga sus estudios universitarios trabajando en el día como maestro en el Colegio Ateneo Femenino, que le abrió las puertas a sus vastos conocimientos en idiomas, historia, literatura, geografía, física, política, etc., etc., formando señoritas y… rompiendo corazones.
Juez Penal en Fusagasugá, prestigioso abogado en Chocontá, Villapinzón, Sasaima, Villeta, Manta, La Calera, Facatativá e intermedias, ejerció su profesión recorriendo los más recónditos lugares de nuestra geografía en su Jeep Willys, su rocín, que hasta último momento recordó con cariño.
Así, sencillos, decididos, todoterreno, fueron inmortalizados en las coplas de los juglares vernáculos en estos versos a ritmo de cueca chilena:
Cuando yo salgo de aquí cruzando la cordillera, late el corazón
Contento, me esperan en La Calera.
Rueda alegre mi campero, ya no sé ni adónde va… unas veces para
Manta y otras para Chocontá (….)”.
No contento ejerciendo su profesión en sinrazones que enmendar, abusos que mejorar, y deudas que satisfacer, funda con unos colegas igual de soñadores, el “Club Los Quijotes”, donde comparten su gusto por las artes, la literatura, las obras sociales, la danza y todas las usanzas de los años 60 y 70.
Este caballero andante llevó las aventuras de Don Quijote a un nuevo nivel, sirviendo a los más humildes, a los más sencillos y vulnerables, apostándole al ejercicio de su profesión como una vocación cristiana, llevando hasta las veredas más recónditas, la justicia y el Derecho.
Y todo lo demás… le llegó por añadidura”.
Arturo Corredor Bello (de camisa blanca), posa con un experto en aeronáutica, en el hangar de la empresa en la cual trabajó como aviador en Estados Unidos.
“Nuestro ayudante de obra en los proyectos de su padre, seminarista, peluquero, literato, obrero, aviador, ladrillero, harlista, ganadero, maestro, abogado, caballista, Juez Penal, leñador, arquitecto, negociante, patriota, repara todo, campesino, caminante de montañas y ciudades, cuentero, concejal en La Calera, plomero, humorista, soltero empedernido, mecánico, psicólogo, aventurero, zapatero remendón, labrador, transportador, lector consumado, bailador –y ustedes me dirán qué otros oficios más desempeñó–, con su buen y fino humor, vivió siempre en libertad… en la libertad de su Conciencia Recta.
Como buen cristiano, hijo, hermano y amigo, el 20 de Julio de 1969, día en que la Humanidad da su gran paso llegando a la luna, conoce a su Dulcinea, a su Nohrita linda, santandereana brava y esquiva, que lo cautiva con su desdén y, obviamente, con su belleza.
Debe entonces, derramar toda la tinta de su inspiración, deshacer todo su corazón e intelecto en poemas, cartas y serenatas para conquistar a su amada, quien finalmente cede a sus requiebros”.
Durante más de medio siglo, Nohra Silva y Arturo Corredor Bello forjaron una familia ejemplar, que se ha caracterizado por sus profundos valores morales, su decencia, su honestidad, su comprensión de los problemas sociales y la generosidad hacia los más necesitados, virtudes que hoy le hacen bastante falta a millares de familias disfuncionales en Colombia.
“Con este amor comienza la epopeya más grande e importante de su vida: su Familia. Enfila su cuerpo, su mente y su corazón, a las lides de su hogar, recibiendo como premio el amor incondicional y perpetuo de su esposa, quien fiel a sus promesas matrimoniales lo amó, cuidó y respetó todos los días de su vida.
Luego llegan sus hijos, Ximenita y Rodriguín. Entonces su armadura de hombre rudo y guerrero se rompe en pedazos para que su ternura, con el infinito amor del Padre Celestial, brote a cántaros cada día de su vida”.
Al contemplar con ojos del alma esta fotografía histórica, la mente de quien la observa con detenimiento siente el impacto de la tierna alegría que emana de las sonrisas de la niña Ximena Corredor Silva y de su hermanito Rodrigo. Ellos vivieron siempre una niñez, infancia, adolescencia y madurez, rodeados del amor de sus padres Arturo Corredor Bello y Nohrita Silva de Corredor.
“Y ese amor tenía sonido propio: el de su máquina de escribir retumbando en la madrugada, redactando memoriales y alegatos; el de sus cantos, cuentos y poesías. Pero también de sus sabias correcciones: el de su pulcro castellano al que nunca le escuchamos una grosería y el de su risa y alborozo, retozando en el suelo con esos pequeñitos que veían y vieron en su papá, ese héroe real, fuerte y valiente hasta su último aliento.
Superando la senectud, la enfermedad e incluso la muerte, su historia continúa. La fe, esperanza, amor, entereza, sabiduría, valor, fortaleza, conocimiento y demás virtudes que nuestro Padre del Cielo depositó en él, viven en todos los que lo conocimos: su yerno, su nuera, sus nietas, sobrinos, cuñados, amigos, clientes y vecinos. Y nos invitan a honrarlo con el respeto que un Buen Hombre merece al final de su jornada en esta tierra: orándole a Dios por su alma. Y en mi caso, a decirle:
¡ GRACIAS PAPÁ !”.
En una de sus últimas reuniones familiares en Bogotá, Arturo Corredor Bello (primero a la izquierda), aparece en compañía de su esposa Nohra Silva de Corredor, Germán Darío Navarrete Andrade, Andrea del Pilar Álvarez Higuera, el niño Mateo Navarrete Álvarez, Ximena Corredor Bello, su hermano Rodrigo y la esposa de él, Carolina Álvarez Higuera.
Gracias, Don Germán, usted siempre les dejarnos mudos. Muchas gracias. Dios lo bendiga siempre a usted y a su esposa Isabelita.
Apreciada Ximena: Gracias por tus gentiles palabras. Tu padre fue un hombre ejemplar. Un gran ser humano y, como tal, merece quedar para siempre en el Panteón de los Campeones del Derecho y la justicia que él representó. Ha sido una gran fortuna contar con el apoyo de Rodrigo para dejar el recuerdo de Arturito al alcance de todos sus descendientes. Con afecto, Germán.