Biografías de los Mártires de la Escuela
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Subteniente Érika Sofía Chicó Vallejo
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En la colonial e histórica ciudad de San Francisco de Quito, capital de la República de Ecuador (América del Sur), una niña vino a alegrar en 1998 el hogar formado por Roberto Chicó y Elizabeth Vallejo, a quien se le pusieron los nombres de Érika Sofía. Era la mayor de tres hermanos. Siempre se distinguió por el amor a su familia y su concentración en el estudio.
En 2016 inició una brillante Carrera en la Policía Nacional de su país y por su dedicación a la vida militar se ganó una beca para que pudiera continuar su formación de Oficial en la Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander”, en Bogotá (Colombia). En diciembre, un mes antes de la tragedia, irradiaba alegría, entusiasmo, juventud y al lado de sus padres y hermanos festejó la Navidad en su ciudad natal.
El 9 de enero regresó a Bogotá y se alistó con gran felicidad para continuar sus estudios, ignorando que ocho días después todo terminaría para ella y que jamás tendría la oportunidad de volver a su amada Quito, a ver sus iglesias de los Siglos XVI y XVII y a contemplar los estremecedores cuadros con los cuales Oswaldo Guayasamín le mostró a la Humanidad el terror, el pánico y la angustia que dejan la tortura y la barbarie de guerras fratricidas como aquella de la cual Érika Sofía y sus jóvenes compañeros fueron víctimas inocentes.
Érika Sofía representaba lo más bello de la mujer ecuatoriana: a su elegancia femenina agregaba su amabilidad en el trato para con todas las personas, su dedicación a los estudios, su firme decisión de triunfar en la vida, su amor a los padres, sus sueños de volar alto… muy alto, para conquistar el mundo y compartir su maravillosa existencia con un compañero sentimental igual de noble, respetuoso y amante de los niños como ella.
En la Escuela de Cadetes sobresalía por su elevado cuociente intelectual, su don de mando, su sencillez y un rasgo que la hacía diferente de otras personas: su habilidad innata para resolver en cuestión de segundos situaciones complicadas y para planificar al detalle intrincadas operaciones de estrategia militar.
Todo en ella: su belleza…, su inteligencia…, su eficiencia… y su capacidad profesional, hacía prever que se estaba frente a una de las mejores Oficiales de Policía de Ecuador y Colombia.
Hoy solo nos queda su recuerdo, la pureza del alma que se reflejaba en su mirada, la ternura de sus sentimientos y la inolvidable sensación de haber conocido a alguien extraordinario, maravilloso.
¡¡¡ Descansa en paz, valiente Heroína y Mártir. Fuiste lo mejor de la mujer ecuatoriana !!!.
¡¡¡ Tus padres, tu familia, tus compañeros, tus amigos, tu país y Colombia, le rinden hoy un sincero homenaje póstumo a tu memoria !!!.
¡¡¡ Eres inolvidable. Siempre te llevaremos en nuestros corazones !!!.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN).
Subteniente Andrés Felipe Carvajal Moreno
Andrés Felipe Carvajal Moreno
(Foto: Minuto30.com)
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Si un día usted supiera a ciencia cierta que en el lugar donde se encuentra con compañeros de estudios va a estallar una bomba, ¿sería capaz de cubrir con su cuerpo a la persona más cercana, aun sabiendo que usted va a ser destrozado por la onda expansiva de la explosión?… es decir, ¿usted estaría dispuesto a perder su vida, a cambio de salvar la de otra persona, sin ningún motivo y sin esperar ninguna recompensa a cambio?.
Son interrogantes difíciles de responder. Algunas personas pueden contestar que sí. Que en cumplimiento de su religión estarían dispuestos a sacrificarse. Otras lo pondrían en duda y otras más dirían que no se sentirían capaces de hacerlo, aun cuando eso no represente una actitud egoísta frente a un acontecimiento inesperado. Tal vez por reflejo, por el impulso súbito de una persona hiperactiva, superacelerada, alguien sería capaz de hacerlo sin siquiera pensar en nada antes de prácticamente suicidarse.
¡¡¡ Pues hubo un héroe !!!…, ¡¡¡ un héroe de 23 años nacido en Chiquinquirá, la tierra de la Virgen coronada en Bogotá como Reina y Patrona de Colombia, que hizo exactamente eso !!! .
Su mente captó, en una milésima de segundo, que en el lugar donde caminaba con varios estudiantes iba a hacer explosión un carro bomba y, sin pensarlo dos veces, se abalanzó sobre el compañero que iba junto a él, lo cubrió con su cuerpo, lo abrazó con fuerza y recibió todo el impacto de la onda expansiva. En un instante decenas de fragmentos de metal hirviente le perforaron los brazos, la pierna derecha, la espalda y se le alojaron en órganos vitales del abdomen, el tórax y los ojos, causándole quemaduras instantáneas de segundo grado en el 45 por ciento del cuerpo.
Diez días después de ingresar a la “Unidad de Servicios (USS) El Tunal”, en Bogotá, de ser sometido a cuatro cirugías y de permanecer en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), el valiente héroe dejó de existir dejando a su familia sumida en el dolor y en una tristeza que hoy, a 3 años de la tragedia, todavía agobia los corazones de sus padres, sus familiares, compañeros, amigos y conocidos.
El joven protegido, por su parte, le agradece a su salvador haberle permitido seguir vivo, pues aun cuando sufrió pérdida de audición, fue afectado por esquirlas en las piernas y en una mano, sus heridas afortunadamente sanaron en pocas semanas.
La siguiente gráfica muestra el lugar donde ocurrió la tragedia.
Foto de Red Mas
El 17 de enero de 2019 un grupo de estudiantes de la Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander”, de Bogotá (Colombia), avanzaba por el lado izquierdo de la gráfica hacia los edificios donde se alojaban, con el propósito de cambiarse de trajes y asistir a una ceremonia de grado. Mientras tanto, en el centro, se aprecia la camioneta cargada con 80 kilos del explosivo “Pentolita”, que estalló segundos después de cruzarse con los jóvenes y con otro grupo de personas que se hallaban al lado derecho de la vía. (Foto del Canal 1 de TV).
Por intuición…, por presentimiento…, por reflejo propio del entrenamiento policivo…, o por cosas del destino…, uno de los jóvenes del grupo captó lo que iba a suceder y, sin pensarlo dos veces, se lanzó sobre el compañero que caminaba a su lado, lo cubrió con su cuerpo en un abrazo muy fuerte y recibió todo el impacto de la explosión. Perdió su vida por proteger la de otro.
Ese héroe, ese maravilloso ser humano capaz de semejante acto de valentía, fue el Cadete Andrés Felipe Carvajal Moreno, un extraordinario joven boyacense amable y sencillo, quien con su sacrificio le salvó la vida al alférez Hernán Aguirre, un Cadete oriundo de Cartago (Valle del Cauca), quien lo recuerda todos los días, le agradece el milagro de haberlo salvado de la muerte y aún siente la energía y el calor humano que Andrés Felipe le transmitía con cada apretón de manos.
Carvajal, de acuerdo con la información obtenida por el diario EL ESPECTADOR, de Bogotá, les había manifestado a sus padres que deseaba ser médico y especializarse en Pediatría por su afinidad con los niños. La familia, sin embargo, no disponía de los dineros necesarios para financiarle la Carrera, una de las más costosas en Colombia y eso lo había convencido de ingresar a la Escuela de Cadetes en junio de 2017. Como todos sus compañeros de curso, tenía la ilusión de graduarse de Oficial de la Policía.
Según la madre del Cadete, Patricia Moreno, Andrés Felipe tenía el sueño de llegar a convertirse en General de la República. Seguramente lo habría logrado si se tiene en cuenta la serie de capacitaciones que alcanzó a adelantar satisfactoriamente cuando tenía menos de 23 años. De haber tenido la oportunidad de seguir vivo, por su habilidad para superar con éxito los objetivos y las misiones que se le encomendaban, Andrés Felipe habría sido un excelente discípulo de los Generales Rosso José Serrano Cadena, Oscar Naranjo Trujillo y Jorge Luis Vargas Valencia.
Las anteriores apreciaciones se basan en que, a diferencia de los jóvenes que estudiaban con él, Carvajal había aprendido técnicas policivas previas en el Escuadrón Móvil de Carabineros de Seguridad Rural (EMCAR), una Unidad Táctica de Operaciones Especiales de la Policía Nacional de Colombia, que le había permitido adquirir la experiencia necesaria para reaccionar instantáneamente ante una situación inesperada como la del atentado en la Escuela.
Este y otros detalles permiten llegar a la conclusión de que la prematura desaparición de Andrés Felipe Carvajal Moreno significó una gran pérdida para la Policía Nacional de Colombia hacia el futuro, si se tiene en cuenta que a los 20 años de edad el joven ya había sido seleccionado para hacer parte del EMCAR. Un integrante de ese Escuadrón debe hallarse en óptimas condiciones de salud y haber realizado satisfactoriamente los cursos de Comando de Operaciones Rurales (COR), Enfermero Básico, Enfermero Avanzado/APH, Curso de Mando y Liderazgo, Curso de Tácticas Operacionales en Desminado y Explosivos (TODEX) y el Curso de Tirador Escogido, entre otros.
Precisamente por esa excelencia profesional, Andrés Felipe Carvajal había tenido oportunidad de aprender técnicas de planeación y ejecución de operaciones en contra del narcotráfico. Una de sus primeras actividades en esta labor había sido la de prestar apoyo de seguridad a las operaciones de erradicación manual de cultivos de coca en el Departamento de Arauca, uno de los lugares más peligrosos de Colombia para los agentes de la Policía y los erradicadores civiles. A eso se debía que les comentaba a sus compañeros de estudios: “Si no me pasó nada allá, donde todos los días tenía que ver bombas…, tenía que ver minas…, aquí en esta Escuela no me pasa nada”.
“Fue un valiente… demasiado… yo creería que él sabía a qué había venido a esta institución…, a esta vida… el hombre dio la vida por mí… en este momento yo entiendo qué es dar la vida por otra persona”, fue la explicación que le dio Aguirre al periodista Héctor Rojas, de Noticias Caracol, el 17 de enero de 2020, al conmemorarse el primer año del atentado a la Escuela.
El alférez explicó, además, que no entendía por qué Carvajal lo abrazó, debido a que no sabía, ni se imaginaba qué estaba pasando en ese momento. Lo único que recordaba era que en un instante ambos fueron lanzados violentamente al piso y él sintió que había quedado debajo de su compañero, quien lo protegió al cubrirlo con su cuerpo.
“Cuando voy abriendo los ojos veo todo lo que ha pasado… me doy cuenta que es un carro bomba… que algunos compañeros han perdido la vida y uno de ellos dio la vida por mí”, le comentó el alférez Aguirre al periodista.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN).
Subteniente Juan Felipe Manjarrés Contreras
Juan Felipe Manjarrés Contreras
(Foto Diario del Meta.com)
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Hay momentos de la vida en los cuales unas personas dicen cosas, o hacen afirmaciones que constituyen respuestas a una situación momentánea, por algún motivo. Pero pensar que unas palabras se conviertan en el anuncio de la muerte de una persona, es algo que los parasicólogos llamarían una premonición, un presagio o una profecía como las de Nostradamus. Según algunos se trata de una fantasía. Pero según otros, esto puede ser real.
Y esto fue lo que ocurrió en el caso de dos estudiantes de la Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander”, de Bogotá: Juan Felipe Manjarrés Contreras, de Colombia, y Richard Benavides, de Ecuador.
En diciembre de 2018, Jennifer Zambrano, compañera de estudios de Manjarrés, le informó por primera vez que estaba embarazada y esperaba un hijo de él. A partir de ese momento Richard Benavides le hizo en varias oportunidades a Manjarrés –a manera de chiste entre amigos–, un comentario gracioso según el cual la bebé que esperaba Jennifer “sería hija suya”.
Un día, según lo explicó Richard al diario EL TIEMPO y a los Noticieros RCN y Caracol, ambos estaban en la piscina de la Escuela y cuando Juan Felipe le escuchó decir nuevamente “esa niña es mía…, es mi hija”, le respondió: “Mire ecuatoriano, esa ´´chinita´´ solo será su hija si yo me muero; y si eso pasa, le encargo que me la cuide muy bien”.
Pocos días después, en el aula de clases, Juan Felipe le mostró a Richard las ecografías de la niña y, emocionado, le dijo que le pondría por nombre Guadalupe porque era muy devoto de la “Virgen de Guadalupe”. Además, le hizo una especie de premonición: “Benavides, usted va a ser el padrino. Y usted me le va a comprar la andadora, la caminadora. Y cuando la vaya a bautizar quiero que utilice su uniforme de Ecuador”. Y Richard simplemente le respondió: “Bueno, está bien. No hay problema”.
El 17 de enero de 2019, a las 9.30 de la mañana, las palabras de Juan Felipe se convirtieron en una trágica realidad: Manjarrés pereció víctima del carro bomba que estalló dentro de las instalaciones de la Escuela y en las horas de la tarde, en medio del caos y la angustia de los estudiantes, Benavides dice que “sentía que Felipe me hablaba y me decía: esa niña ahora es suya…, usted va a ser su padrino y me la va a cuidar”.
Jennifer Zambrano y Juan Felipe Manjarrés Contreras cuando iniciaban su idilio. Dos almas gemelas unidas por un amor maravilloso. (Foto: Noticias RCN)
El dulce encanto del amor de dos adolescentes
Jennifer Zambrano, una bella joven del Departamento de Norte de Santander y Juan Felipe Manjarrés Contreras, del Departamento del Meta, se conocieron en 2017 en la Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander”, en Bogotá, cuando aún eran adolescentes e iniciaban su formación de Cadetes.
Después de graduarse de bachiller en el “Colegio Domingo Sabio”, de la ciudad de Acacías, donde había nacido, Juan Felipe se trasladó a Bogotá para comenzar estudios en la Escuela. Atrás quedaron los bellos amaneceres de su tierra, las cabalgatas con los tres hermanos, los partidos en la Liga de Voleibol del Meta, los hermosísimos atardeceres de los Llanos Orientales acompañados de inolvidables reuniones con familiares y amigos en torno a las tradicionales “terneras a la llanera” y los inolvidables sonidos del arpa, el cuatro y las maracas cuando asistía a festivales donde se bailaba alegremente el joropo en la inmensidad del territorio llanero, limítrofe con Venezuela. Ahora tenía frente a sí a una bella adolescente, de nombre Jennifer, cuya sonrisa lo enamoró desde el día en que la conoció.
Ambos se dieron cuenta, desde un comienzo, que compartían valores comunes. Tenían como su principal objetivo la formación de Suboficiales de la Policía Nacional y a ello dedicaban todas sus capacidades intelectuales. Poco a poco, a medida que se fueron conociendo, notaron que venían de hogares maravillosos, de padres que vivían pendientes de ellos, que les habían inculcado amor por el país y les habían enseñado a ser juiciosos, responsables y organizados en todo.
Los días, las semanas y los meses transcurrieron velozmente en 2017 y 2018. Los estudios, los entrenamientos, las formaciones y las marchas para los desfiles, les absorbían prácticamente todo su tiempo. Sin embargo, el deportista se apresuraba siempre a terminar sus tareas rápido y corría a buscar a la joven cuya dulce mirada y bella sonrisa le hacían olvidar el cansancio de las duras jornadas de trabajo y estudio y le alegraban el corazón. Fue entonces cuando la amabilidad, la ternura, el amor por los niños y el respeto con la cual la trataba Juan Felipe, además de su recia personalidad de joven llanero, conquistaron el corazón de Jennifer y el noviazgo se fue consolidando con el paso del tiempo.
En agosto de 2018 Jennifer quedó embarazada y solo le reveló su situación a Felipe en diciembre, cuando la Escuela le concedió un permiso especial para que continuara su periodo de gestación en su casa de Norte de Santander y en 2019, cuando naciera la niña, tomara una decisión sobre si continuaría los estudios, o se dedicaría de tiempo completo a cuidar a la bebé en el hogar.
Jennifer Zambrano y Juan Felipe Manjarrés Contreras., cuando la vida era color de rosa y el amor era como un cuento de hadas. (Foto de Noticias RCN).
La dolorosa transición de la alegría a la tristeza
Sin embargo, a comienzos de 2019 los sueños de Jennifer y Juan Felipe, todo lo que la pareja había planeado hacer después del nacimiento de Guadalupe, fueron destruidos por el atentado a la Escuela.
De la alegría de la relación amorosa con Juan Felipe, Jennifer pasó a la angustiosa sensación de saber que, a partir de ahora, había quedado sola en la vida y que su niña llegaría al mundo sin que su amado padre hubiera alcanzado a verla nacer.
En una entrevista que concedió a comienzos de noviembre de 2020 a Noticias RCN, con motivo de la apertura de las votaciones para escoger a los mejores líderes sociales de Colombia, de 30 candidatizados por el público para competir en el programa “Valientes” –auspiciado por la Caja de Compensación Familiar “Colsubsidio” y presentado por Felipe Arias–, Jennifer recordó los últimos momentos de alegría que ella y Juan Felipe vivieron por la expectativa del nacimiento de su hija Guadalupe:
“Teníamos planeado casarnos después de salir de la Escuela. Estar juntos. Él me dijo: ´´Yo voy a ser el mejor papá. Me voy a apartar de los entrenamientos (de voleibol). No voy a seguir jugando más porque voy a concentrarme solo en ella”. En Monserrate dijo: “Mi hija tiene que llamarse Guadalupe”. Yo le pregunté por qué y él dijo: “Es el nombre más lindo. Es el nombre más especial. Soy católico”.
Cuando Jennifer viajó a Norte de Santander en uso del permiso que le había concedido la Escuela para pasar los últimos cuatro meses del embarazo en su hogar, Juan Felipe le prometió:
“En Semana Santa voy. No te preocupes. Así sean dos días. Yo voy. Y por supuesto para el día del nacimiento. Ahí estaré con mi hija”. El 17 (de enero de 2019 a las 8.30 de la mañana) me envió un mensaje: “Amor… voy a estar en una ceremonia… apenas termine te escribo…” Una hora después Juan Felipe murió al estallar el carro bomba dentro de la Escuela de Cadetes. “Y ahí fue donde me enteré… al día siguiente… que lamentablemente ya no nos acompañaría…”, termina diciendo la joven madre.
El nacimiento de un ángel
llamado “Guadalupe”
El 23 de marzo de 2019, al nacer, la niña Guadalupe Manjarrés Zambrano se convirtió (según Alicia Liliana Méndez, de la Redacción Justicia del diario EL TIEMPO), en la esperanza, el tesón y el valor de los más de mil estudiantes de la Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander”, pero especialmente de la “Compañía José María Marcelino Gilibert”, curso 112, al que pertenecía la mayoría de las 22 víctimas del atentado. La niña aparece en brazos de la madre del Subteniente Juan Felipe Manjarrés Contreras. Al lado derecho aparece la madre de Guadalupe, Jennifer Zambrano. (Foto de Noticias Caracol).
La tristeza que embarga a la joven madre quedó reflejada en la entrevista que, en medio de lágrimas, le concedió a la Agencia de Noticias Colprensa, publicada en el diario “El Colombiano” de Medellín el 17 de enero de 2021, cuando se conmemoró el segundo aniversario de la tragedia:
“Todavía no sé cómo le voy a decir a mi hija que su papá no está. Que por culpa de la violencia no tuvo la oportunidad de acompañarla, de darle un abrazo”. Juan Felipe, recuerda Jennifer, “quería ser papá joven… tenía mucha ilusión porque el sueño se le había cumplido”.
En diciembre de 2019, a los nueve meses de edad, Guadalupe Manjarrés Zambrano fue bautizada en las instalaciones de la Escuela donde estudiaron sus padres, en Bogotá. Su padrino fue el Alférez ecuatoriano Richard Benavides, como lo había pedido Juan Felipe Manjarrés antes de morir trágicamente.
El bautizo, que en otras condiciones habría consistido en una sencilla ceremonia religiosa, adquirió en esta oportunidad la característica de un acto de fe, de optimismo y de alegría por el renacer de la vida. Los 158 compañeros de Manjarrés acompañaron a la niña Guadalupe, le hicieron una calle de honor a la entrada a la “Parroquia Cristo Sacerdote” y luego posaron junto a la menor, la madre y los abuelos, para las cámaras de Noticias Caracol, como se ve en la gráfica.
Después de la ceremonia, el orgulloso padrino Richard Benavides le dijo a EL TIEMPO: “Guadalupe no es una niña huérfana. Ella cuenta con todos nosotros, que la amamos, porque para nosotros representa el triunfo de la vida, de la gente buena y de la resiliencia de cada uno de nosotros para salir adelante”.
Juan Felipe Manjarrés, por su parte, le ha cumplido a Jennifer la promesa de estar siempre al lado de su linda bebé, quien el 23 de marzo de 2022 cumple 3 años de edad. Así lo explicó la madre a Colprensa, en la entrevista publicada por el diario “El Colombiano”, de Medellín:
“Ella mira al techo y empieza a reír. Entonces dice: Hola ¿Cómo estás?. Y me pregunto con quién está hablando. Puede ser un angelito enviado por él. De esa manera me siento más tranquila, sabiendo que no lo tenemos físicamente, pero sí puede estar pendiente de la niña, puede compartir como un día lo soñó”.
La afirmación de la madre de Guadalupe, relacionada con el diálogo de la bebé con su padre invisible que le habla desde el Cielo, le da mayor validez y respaldo a los “Mensajes de amor a las Madres, desde el Cielo”, con los cuales concluye la primera parte del “¡ Homenaje a los Cadetes de la Escuela General Santander ! “, porque confirma sin duda alguna que los Héroes… los Mártires de semejante acto de barbarie perpetrado en la Escuela hace 3 años, siguen ahí… en la eternidad… pendientes de sus madres… de sus padres… de sus hijos… en un sublime acto de amor que supera el tiempo y la distancia.
¡¡¡ Gracias, amados Héroes… amados Mártires !!!
¡¡¡ Los llevamos en el corazón !!!
Por aquellas cosas de la vida que a veces no son fáciles de explicar, como tampoco de entender, la niña Guadalupe Manjarrés Zambrano ha adquirido de manera voluntaria y sin que nadie la enseñe, la costumbre de hacer este gesto gracioso cuando juega con su madre, sus abuelos o sus tres tíos, recogiendo la nariz hacia los ojos y arrugando la frente exactamente en la misma forma como lo hacía en vida su padre, el Subteniente Juan Felipe Manjarrés Contreras, como se observa en el recuadro. (Fotos: Noticias RCN ).
Después de la dolorosa partida de los 22 estudiantes, el resto de compañeros de curso en la Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” regresaron para graduarse como Oficiales en diciembre de 2020, entre ellos la madre de Guadalupe, quien en la actualidad trabaja para la institución en su ciudad natal, velando por la niña y esperando justicia para que la muerte de Juan Felipe, al igual que las del resto de víctimas, no quede impune.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN).
Subteniente Cristian Camilo Maquilón Martínez
Cristian Camilo Maquilón Martínez
(Foto de El Colombiano, de Medellín)
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Ser joven…, alegre…, fuerte…, inteligente… vivaracho… hablador y ágil de mente es algo maravilloso.
Y cuando esas virtudes se unen a un estado físico excelente y el joven se esfuerza día tras día por ser cada vez mejor, para beneficio de sus padres, de su terruño, de sus compatriotas, es algo digno de admirar y de aplaudir.
Justamente Cristian Camilo Maquilón Martínez, el menor de diez hijos nacido en un hogar humilde de Chigorodó, municipio del Urabá antioqueño, en el Norte de Colombia, reunía todas esas virtudes y a los 20 años de edad tenía un gran futuro como deportista nacional e internacional.
Sus méritos superaban las expectativas que de él tenían sus paisanos, los chigorodoseños.
Desde la edad de la adolescencia, la fama de atleta de éxito de Maquilón Martínez trascendió el ámbito de la Subregión de Chigorodó y lo convirtió en uno de los más admirados, no solo de Medellín –ciudad ubicada a 306 kilómetros del lugar donde había nacido–, sino de toda Colombia.
Un buen día, en 2013, llegó al Centro Deportivo de Urabá un joven orgullosísimo de sus raíces afro, quien soñaba con ser un atleta de éxito y aspiraba a ser aceptado en un programa deportivo que patrocinaba la Gobernación de Antioquia. Sus méritos como atleta: Récord nacional infantil, campeón nacional menor y campeón nacional infantil.
Desde el comienzo de su formación académica y deportiva, Cristian Camilo se destacó por su disciplina, su seriedad y por ser un caballero a carta cabal. Toda una promesa del deporte paisa. Así lo consideraba Edinson López, entrenador de atletismo de Urabá.
Los resultados pronto lanzaron a Maquilón Martínez a la fama en Colombia: En 2015 representó a Antioquia en un campamento de la preselección Colombia para el Mundial de Atletismo en Cali. En la Liga de Atletismo practicaba el “Lanzamiento de Bala”, deporte con el cual se destacó en los Juegos Interescuelas de agosto de 2018. También fue Campeón Nacional de Atletismo y ocupó el tercer puesto en una competencia internacional.
Sus éxitos, su personalidad, su talento deportivo, sus aspiraciones de progreso y sus antecedentes de hijo, hermano y estudiante excelente, hicieron que en el primer semestre de 2017 la Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander”, le concediera una beca para seguir en Bogotá la Carrera de Suboficial, a la vez que representara al Centro de Estudios en competencias de atletismo, oferta que él aceptó gustosamente.
En diciembre de 2018, el deportista regresó a Chigorodó para pasar la Navidad y el Año Nuevo con su familia, especialmente con su padre, con quien sostenía una excelente relación personal.
A comienzos de enero de 2019, después de las reuniones de fin de año, Cristian Camilo les dijo a sus familiares que estaba muy feliz en Bogotá, que quería seguir la Carrera de Policía y tenía muchas ilusiones de regresar para continuar su proceso de formación. El comentario se conoció después de la tragedia, según una de las sobrinas del joven, Katherine Rodríguez Maquilón.
El 17 de enero de 2019, sin embargo, los sueños de Cristian Camilo se esfumaron. Su existencia terminó de una manera absurda y la familia quedó sumida en una tristeza y un dolor que aún hoy, a 3 años de la tragedia, no encuentra explicación lógica de lo ocurrido.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN). (Fuente: Redacción Justicia del diario EL TIEMPO, de Bogotá).
Subteniente Steven Ronaldo Prada Riaño
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Steven Ronaldo Prada Riaño
(Foto de Pulzo.com)
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Si algo caracterizaba a Steven Ronaldo Prada Riaño era su sonrisa, su gentileza, el respeto con el cual trataba no solo a sus superiores en la Escuela, sino a todos sus compañeros. Al igual que el resto de jóvenes Mártires, tenía grandes ilusiones y quería ser Policía para servir a su Patria.
Solo tenía 20 años. Era hijo de profesores y se había graduado de bachiller en la “Institución Educativa Antonio Reyes Umaña”, de Ibagué (Departamento del Tolima) (Colombia) y había viajado a Bogotá para inscribirse en la Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander”, porque deseaba seguir el ejemplo de su hermano, quien había logrado realizar una excelente Carrera en la Policía Nacional.
Al ocurrir la tragedia apenas comenzaba a vivir, a soñar y a hacer méritos para destacarse como una gran promesa del fútbol colombiano. Así lo recuerdan hoy en el Tolima, a tres años de su triste partida.
Alirio Amaya, su primer entrenador en el “Club Grama Deportes”, de Ibagué, lo recuerda como un joven con todas las condiciones físicas para ser un deportista profesional.
“Fue un arquero muy hábil. Debajo de los tres palos ´volaba´ y se caracterizaba por atajar balones con destino de gol”, dijo Amaya. En la época en la cual se produjo su lamentable desaparición se desempeñaba como arquero del equipo de fútbol de la Escuela General Santander.
Al respecto, familiares del deportista tolimense señalaron que el cadete había regresado a Bogotá lleno de ilusiones tras pasar sus vacaciones en Ibagué porque, como lo dijo su prima Natalia, “el sueño de Steven era ser Policía. Él amaba esa profesión y un día decidió iniciar estudios en Bogotá”.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN). (Fuente: Redacción Justicia del diario EL TIEMPO, de Bogotá).
Subteniente Juan Esteban Marulanda Orozco
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Juan Esteban Marulanda Orozco
(Foto: Archivo familiar)
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¡ Cómo engañan las apariencias ! .
Al contemplar detenidamente la fotografía oficial de Juan Esteban Marulanda Orozco, uno se imagina estar frente a un hombre de carácter fuerte, recio, de una impresionante seriedad.
Y resulta que Juan Esteban, –quien apenas tenía 19 años cuando su alma fue obligada a abandonar este mundo y viajar hacia el infinito–, era un niño nacido en Medellín que a los seis meses de edad ya montaba a caballo y en su adolescencia se distinguía por ser de carácter suave, alegre y a quien le gustaba servir a los demás.
Para comprender y apreciar la maravillosa personalidad del Subteniente Juan Esteban, basta con escuchar a su padre, el ex Oficial de la Policía Nacional de Colombia, Francisco Marulanda:
“Era un niño muy alegre. Adonde llegaba irradiaba luz. Era muy servicial, muy dado”.
Y la madre del joven, Luz Marina Orozco, recuerda: “Lo que él quería siempre era servirles a los demás. Estaba cumpliendo su sueño. Amaba a su familia”.
Don Francisco Marulanda se había retirado de la Policía Nacional de Colombia en 2017, luego de haber cumplido 28 años brillantes años de servicio a la institución.
La trágica desaparición de Juan Esteban se convirtió en una oportunidad para recordar por qué el joven deseaba ser Carabinero de la Policía:
“Desde muy niño mi hijo me acompañaba al trabajo y se apasionó por los caballos. Se mantenía conmigo en la ´Escuela Carlos Holguín´ (en Medellín) y montó a caballo desde los 6 meses de edad. Cuando cumplió 5 añitos ingresó al Grupo de Carabineritos”, recordó Francisco Marulanda.
En su adolescencia ingresó a la Policía Cívica Juvenil, se destacó como jinete y obtuvo el primer puesto en el Campeonato Nacional de la Policía en diciembre de 2018.
Juan Esteban era el menor de 3 hijos de la familia Marulanda Orozco. Comenzó la Carrera de Ingeniería Administrativa porque le apasionaban las Finanzas, pero se retiró porque su deseo era pertenecer a la Policía y ser Carabinero, como su padre.
La insensata violencia del terrorismo se lo impidió cuando llevaba dos años en la Escuela de Cadetes.
La nostalgia invade el espíritu y las lágrimas ruedan por las mejillas, al observar en la sonrisa de Juan Esteban Marulanda Orozco, la alegría y el entusiasmo que irradiaba su alma cuando se tomó la última selfie con su amada madre, Luz Marina Orozco, mientras lo observaban su padre, el Sargento Mayor retirado de la Policía Nacional, Francisco Marulanda (quien aparece al lado izquierdo de la gráfica), su prima Valentina Orozco, su abuelita Anadierma Orozco (de anteojos oscuros, a la derecha) y su primo Robinson Vargas. Todos estaban contentos y manifestaban su optimismo por los éxitos que hasta ese momento había alcanzado el Cadete Marulanda. (Foto de Róbinson Sáenz, de “El Colombiano” de Medellín).
Hoy, cuando conmemoramos 3 años de la desafortunada desaparición de Juan Esteban –cuyo padre porta con orgullo una camiseta con el nombre de “Juanes”–, le rendimos al joven Subteniente un homenaje póstumo recordando la crónica que publicó el periodista Javier Alexander Macías en el periódico “El Colombiano” de Medellín, el 22 de enero de 2019:
Juan Esteban Marulanda, el joven que cantaba rock y soñó siempre con ser Policía
Por Javier Alexander Macías
Mientras los niños de su barrio “Boyacá Las Brisas”, en el Norte de Medellín, soñaban con ser policías, y el 31 de octubre se disfrazaban con ese uniforme verde oliva y salían a pedir dulces, Juan Esteban Marulanda –uno de los cadetes que perdió la vida en el atentado del Eln en Bogotá–, vivía ese sueño gracias a su padre, el Sargento Mayor Francisco Marulanda.
Tenía apenas 5 años y no pensaba en jugar con carritos o bicicletas; ver a su papá montado en corceles y portando ese uniforme de botas hasta la rodilla, pañoleta amarilla y sombrero de ala ancha, le sembró en el alma a Juan Esteban el deseo de ser agente, entonces se pasó largas horas en la escuela de Policía Carlos Holguín y aprendió de saludos, insignias, formaciones, pero, sobre todo, de caballos.
“Él me arreglaba mi equino a la perfección. Aprendió a montar la silla, el bastón, el casco. Lo hacía en cinco minutos y cada vez que yo salía, él corría primero que yo, llegaba y ya me tenía listo el binomio”, recuerda el sargento ( r ) Francisco, quien tras 28 años de servicio como policía, hoy goza del buen retiro.
“Él comenzó a amar los caballos. Se encariñó mucho con Faraón, el equino más viejo que hoy tiene la institución y que yo pedí en adopción para cuidarlo. Ese caballo fue la mascota de mis hijos, en especial de Juan Esteban, quien siempre lo cuidó como si fuera suyo”, dice Francisco mientras recibe abrazos de condolencia de amigos de su hijo, policías y personas del barrio que lamentan la partida temprana de este joven amante de los animales y que fundó, junto a su padre, a los carabineritos, una especie de policía para niños y jóvenes.
Su destino: ser policía
Las oraciones del sargento ( r ) Francisco para que ninguno de sus cuatro hijos fuera policía, fueron escuchadas, por lo menos, un tiempo.
Ya joven, su hijo Juan Esteban comenzó a sentir los gustos propios de la edad y en las tardes después del colegio se encerraba a escuchar rock en español y estudiar las lecciones de filosofía, una extraña combinación que su hermano Jonathan Marulanda no entiende, pero que dice, le daba resultado siempre.
“Cantaba a todo pulmón la canción ´´Lamento Boliviano´´ y su buena voz lo llevó a hacer buenos amigos. Además, siempre fue un líder y de muy buenos amigos, los mismos que vinieron hoy a despedirlo y que rechazamos la violencia”, cuenta su hermano. Esa época de juventud fue acompañada por Estrella, una perra de raza Pastor Alemán que murió hace un par de años y cuya ausencia lloró Juan Esteban por mucho tiempo.
Las lágrimas de esa pérdida, y de otras juveniles, fueron vistas por Santiago Soto, el joven con el que estudió desde el preescolar, hizo la primaria, el bachillerato y que ayer durante la misa de homenaje no paraba de sostener una fotografía de su amigo.
“Él nunca hablaba de despedidas, pero la última vez me dijo que fuéramos a comer y que debíamos seguir adelante, pasara lo que pasara. Me dijo que él volvía en Semana Santa y que volveríamos a escuchar las canciones que tanto nos gustaban”. Dice Santiago que fue una promesa, promesa que el Eln no dejó cumplir.
Con los argumentos en contra, el sargento ( r ) Marulanda solo atinó a decirle:
“Si vas a ser un agente, quiero que seas el mejor”. Y así fue. Con la disciplina como bandera, Juan Esteban comenzó a nadar. Se levantaba temprano a trotar y con su madre –quien es sicóloga–, se preparó para presentar la entrevista. De 75 aspirantes de Antioquia, Chocó, Córdoba y Urabá, pasaron seis, y de esos, cinco llegaron a la Escuela. Él siempre entre los mejores.
“Se llevó tres pares de botas mías. Dijo que las usaría con orgullo y que cuando volviera me devolvería unas, bien lustradas, como solía hacerlo cuando era niño”, cuenta Francisco. Pero no llegarán. Las botas se quedaron en el alojamiento cerca al lugar donde el jueves el Eln le truncó el sueño que tenía desde niño: ser Policía de Colombia.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN).
Subteniente Luis Alfonso Mosquera Murillo
Luis Alfonso Mosquera Murillo
(Foto de EL TIEMPO, de Bogotá)
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La seriedad, la formalidad y la mirada fija que el Subteniente Luis Alfonso Mosquera Murillo dejó en la fotografía oficial, no permiten ni siquiera imaginar la personalidad alegre y divertida que caracterizaba al joven vallecaucano víctima del atentado a la Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander”, de Bogotá.
Por esto y porque los rostros de todos nuestros Héroes… nuestros Mártires, quedaron tan impersonales, tan fríos en sus fotos oficiales, decidí colocar en la primera parte de este artículo las gráficas que conservaba de ellos desde hacía 3 años, para que las madres, los padres, las hermanas, los hermanos y demás familiares los recordaran como eran: alegres…, intensamente alegres…, chistosos… juguetones, amantes de la vida, amorosos con sus familiares…, rebosantes de felicidad porque creían que tenían toda una vida para estudiar, para trabajar, para progresar.
Ese es el homenaje que hoy, de corazón, le rindo a los 22 jóvenes que se vieron obligados a abandonar este mundo precisamente cuando lo vivían con más entusiasmo.
Y por ello mismo, con respeto por mi antigua Casa Editorial de EL TIEMPO, reproduzco la crónica publicada el domingo 20 de enero de 2019, para que los parientes del Subteniente Mosquera Murillo lo recuerden como él era en realidad.
El hijo del cortero de caña que quería ser General
Por GLORIA INÉS ARIAS
Enviada especial de EL TIEMPO
Pradera (Valle)
Luis Alfonso Mosquera Murillo planeaba viajar en Semana Santa a su casa en Pradera, Valle del Cauca.
El joven, uno de los 20 policías que murió en el atentado del jueves a la Escuela de Cadetes de la Policía General Santander, en Bogotá, tenía pensado aprovechar esa época para hacer un gran asado y comenzar a arreglar las paredes de la vivienda, que todavía no tienen cemento.
El pasado 31 de diciembre le contó su idea a su padre, don Luis Alfonso, un cortero de caña del Ingenio Providencia y le dijo que colocara la mitad de la plata, que él pondría el resto.
Ese día no se tomó ningún trago porque había ingerido unos antibióticos, así que pensaba “desquitarse” en su próximo descanso. Bailó como nunca, porque si a alguien le gustaba el baile era a él, y repitió hasta cuatro veces “Las pre”, pura salsa choque.
“Él subía a su Facebook los videos que grababa en la cuadra del barrio”, recuerda Lucero, una de sus cuatro hermanas.
“Era el alma de las fiestas, el alma de la casa”, agrega su hermana menor, Yury.
En el humilde y populoso barrio “Manuel José Ramírez” de Pradera, todos están tristes. No pueden creer que hace menos de un mes estaban riéndose con las ocurrencias de Luis Alfonso, el joven de 23 años y 1.85 metros de estatura que soñaba con ser General.
Pero no solamente lo recuerdan en su barrio. Toda la gente del Municipio de Pradera, donde se había formado como deportista de la mano de la entrenadora Yolanda Beltrán, lo recuerda hoy por su espíritu alegre, su dedicación a las actividades deportivas y su sonrisa jovial. Precisamente por ello alcanzó a ponerse la camiseta del programa “Valle Oro Puro” en 2016 y representó al Departamento del Valle del Cauca en los Juegos Nacionales del mismo año.
El 22 de diciembre de 2018 había llegado por sorpresa a la casa paterna y se marchó el 8 de enero de 2019, porque el día 10 debía estar de nuevo en la Escuela.
“Le gustaba mucho la recocha, era un chiste; a mi mamá le bailaba en la cocina y le decía: ´Mami, cómo estás de rica¨, así era él”, contaba su hermana Yury,
El 31 lo celebraron en plena calle, como se acostumbra en los barrios populares, y en medio del baile mandó a comprar alitas apanadas, esa fue la cena de fin de año.
“Me mandó por las alitas apanadas. Me dijo que si iba por ellas me daba una (risas). Mírame a mí, se puede hacer una Carrera, ojalá todos tengamos una Carrera. Esa fue su despedida”, recuerda su hermana Lucero.
Se iba a graduar en mayo próximo. Su entrada a la Escuela de Policía no fue fácil. La primera vez que se inscribió no lo aceptaron, así que su familia insistió.
“Al principio lloraba mucho, decía que nos extrañaba y mire lo que pasó”, se lamentaba su hermana Lucero. Su padre hasta se endeudó para que su hijo pudiera llegar a Bogotá.
En una pared de la sala, encima del televisor, están todas las medallas que ganó como deportista.
Empezó como futbolista, pero después de ver a su tío Wilfredo Murillo entrenar como atleta, decidió que lo suyo sería el lanzamiento de disco. En los Juegos Interescuelas de agosto pasado ganó medalla de oro.
Logró un récord con un lanzamiento de 50,84 metros. Desde 2006 volvió a entrenar y vistió los colores del Valle del Cauca. Logró cerca de 25 medallas en toda su carrera deportiva.
El secreto de Luis
El pasado miércoles a la medianoche, nueve horas antes del atentado, Luis Alfonso se levantó de su cama y despertó a su amigo Silvio, un caleño que era compañero de curso en la academia, para desearle feliz cumpleaños.
¿Estás loco? ¿Vos me despertás a esta hora?, -le dijo Silvio.
¿Y si después no alcanzamos?, -le contestó Mosquera.
Amaneció y después de la ceremonia de grados que se cumplió en la Escuela se dirigían a desayunar, pero Silvio se devolvió por 20.000 pesos que se le habían quedado en la cama y se salvó. Luis Alfonso siguió caminando y fue alcanzado por la onda explosiva del carro bomba.
“Silvio estaba muy impactado. Dicen que mi hermano fue impactado en el rostro y en una de las piernas, pero nadie ha podido verlo; ni mi mamá que viajó a Bogotá”, contó su hermana Lucero en medio de lágrimas.
Sus cuatro hermanas y su hermano menor, de 13 años, guardaban la esperanza de que su hermano estuviera herido, pero a las 3 de la mañana del viernes, su mamá, doña María Inocencia Murillo, los llamó para decirles que había muerto, que así se lo habían dicho en la patrulla de la Policía que la había recogido en Bogotá.
“No lo puedo creer. A toda hora hacía payasadas. Hasta me consiguió un novio en Bogotá. Me decía: Es mi compañero, lo conozco y no está feo”, recordaba su hermana Lucero.
Su tío Wilfredo Murillo lo acompañó el 8 de enero hasta la plaza principal de Pradera, un municipio ubicado en el Sur del Valle, para que abordara el bus que lo llevaría hasta Palmira y de ahí hasta Bogotá.
“Dios te bendiga, vamos pa´lante. Vamos a ser grandes y a reírnos de la vida. Eso me dijo al despedirse”, recordó su tío, quien le guardó hasta el día de su vida su gran secreto.
Luis Alfonso iba a ser padre y solo se lo había contado a su tío. Una soldado del Ejército esperaba un hijo suyo.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN). (Fuente: Redacción Justicia del diario EL TIEMPO, de Bogotá).
Subteniente Diego Alejandro Molina Peláez
Diego Alejandro Molina Peláez
(Foto de “El Diario” de Pereira)
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A sus 20 años, Diego Alejandro Molina Peláez era un deportista muy apreciado en la ciudad de Pereira, porque se había destacado como arquero en diferentes equipos de fútbol aficionado en la capital del Departamento de Risaralda y porque se había graduado de bachiller en el Colegio de La Salle.
El 23 de diciembre de 2019, cuando Colombia se preparaba para conmemorar el primer aniversario del atentado a la Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander”, Diego Alejandro y sus 21 compañeros fueron ascendidos a Subtenientes. Con este motivo, “El Diario”, el periódico de Pereira, dedicó un artículo a los dos Mártires risaraldenses que perecieron en la tragedia. La reproduzco por constituir parte del homenaje a las Madres, a los Padres y a los familiares de los jóvenes asesinados:
“Ascenso póstumo a Cadetes víctimas del atentado en enero
El Presidente de la República, Iván Duque Márquez, entregó ayer el ascenso póstumo al Grado de Subteniente de los 22 Cadetes asesinados el 17 de enero pasado, tras el atentado terrorista contra la Escuela de Cadetes de Policía General Francisco De Paula Santander, de Bogotá.
El homenaje tuvo lugar en el campo de ceremonias del centro de formación policial, donde el Jefe de Estado entregó los sables y las insignias a los padres de los Cadetes, a quienes saludó detenidamente, uno a uno, en medio del dolor por la ausencia de sus hijos.
Mensaje
“Hoy estamos a pocas horas de la celebración de nuestra Navidad. Es un momento de familia, es un momento de recogimiento y de profundas reflexiones. Pero hoy también es un día que trae dolor para muchas familias que nos acompañan”, expresó el Mandatario.
Agregó que estas familias “le brindaron a la patria a 22 ángeles que llegaron a esta Escuela para cumplir un propósito de vida; el propósito del bien, el propósito del servicio, el propósito de tener la noble aspiración de hacer una carrera de vida al servicio de nuestra nación; estudiantes llenos de motivación y de entusiasmo, que vieron su vida truncada por el terrorismo”.
“Yo quiero decirles que el dolor que sienten es el dolor que sentimos también todos”, dijo el jefe de Estado. “Pero también el día de hoy es una ocasión para rendirles tributo, para expresarles que, en esa divinidad celestial, ellos siguen trayendo a nuestro país toda la admiración”, agregó.
Recordó que el Gobierno nacional propuso la Ley de Honores, que sancionó el pasado 14 de noviembre, y “que les brindará no solamente el ascenso póstumo, sino la pensión póstuma a sus familias”.
“Esta es una ocasión maravillosa para rendirles gratitud a los héroes de nuestro país, a los que dan la vida por esta nación; a los que cada mañana, con abnegación y entrega, se levantan pensando en el bienestar supremo de nuestra República”, dijo el Mandatario.
“Vamos todos juntos a liberar a Colombia del crimen”; sostuvo y consideró que “derrotar el crimen es el triunfo de la paz; derrotar el crimen es el triunfo de la legalidad; derrotar el crimen es el triunfo del ciudadano de bien”.
Ley de honores
La Ley 1998 de 2019, que establece el reconocimiento prestacional y pensional a los beneficiarios, fue radicada por el Gobierno nacional en el Congreso de la República el pasado 20 de julio, para rendir homenaje a los estudiantes víctimas del terrorismo.
La norma autoriza al Gobierno para ascender de forma póstuma a los estudiantes fallecidos, y otorgarles el reconocimiento prestacional y pensional a los beneficiarios.
Asimismo, dispone la construcción de un monumento conmemorativo y establece el día 17 de enero de cada año como fecha oficial del Estudiante de las Escuelas de Formación de la Policía Nacional de Colombia.
La medida señala que la estudiante ecuatoriana Érika Sofía Chicó Vallejo, quien murió en el atentado, tendrá el reconocimiento de la nacionalidad colombiana por adopción.
Dos risaraldenses, las víctimas
El Cadete Diego Alejandro Molina Peláez era hijo del ex Secretario de Gobierno de Pereira, John Diego Molina y de Claudia Peláez, y hermano de Juan Diego.
Además de destacarse en su aspiración a Oficial, era reconocido por su labor como arquero cuando de jugar fútbol se trataba.
Disciplinado y puntual, Molina le deja un legado de exigencia y lucha continua a sus compañeros de la institución.
Molina tenía 20 años y amaba a la Policía Nacional. Soñaba con la posibilidad de ser General. Llevaba 18 meses en la Escuela General Santander. El 9 de enero pasado se reincorporó tras las vacaciones decembrinas de 2018 y estaba contento porque, por cuenta de su liderazgo, lo habían designado como Brigadier dentro de la institución en la cual estudiaba. El joven Cadete integró la “Compañía Gilibert”.
Claudia Peláez, quien se desempeñó como secretaria de Presidencia en la Asamblea y en varios despachos de la Alcaldía de Pereira, se desempeñará en adelante como Secretaria Personal del despacho del electo Gobernador Víctor Manuel Tamayo Vargas.
Otro Cadete risaraldense, Juan David Rodas, oriundo del municipio de Belén de Umbría, también fue víctima del acto terrorista”.
Diego Alejandro Molina Peláez llevaba 2 años de curso de Oficial de la Policía y 18 meses en la Escuela General Santander. El día del atentado iba a ser condecorado en la Guardia de Honor de la Escuela, según Pulzo.com.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN).
Subteniente Juan David Rodas Agudelo
Juan David Rodas Agudelo
(Foto de EL TIEMPO, de Bogotá)
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La nobleza, la humildad, la honestidad, son valores humanos que engrandecen a una persona, especialmente en Colombia, una nación de gente buena, honrada, trabajadora, creativa y emprendedora.
Uno de esos seres humanos valiosos, maravillosos, era Juan David Rodas Agudelo, nacido el 30 de abril de 1997 en Belén de Umbría, la hermosa ciudad conocida como “La despensa de Risaralda”, uno de los Departamentos que hacen parte de la internacionalmente famosa “Zona Cafetera” de Colombia (Suramérica).
La niñez y adolescencia de Juan David transcurrieron en Belén de Umbría, un territorio con climas, temperaturas y pisos térmicos que son aptos para cultivos agrícolas como café, cacao, yuca, plátano, caña panelera, maíz y fríjol, según la explicación del Operador “Entreríos y Café Tour”.
En Belén de Umbría –donde los padres del joven se dedicaban al transporte de pasajeros, según comentario de Andrés Felipe Arcos–, Juan David había estudiado en el “Colegio Juan Hurtado”, una institución pública de las mejores del país, donde además de ofrecer educación secundaria y media a la juventud, se caracteriza por brindar primaria, secundaria y educación media para adultos de la región cafetera.
El joven era consciente de que, en medio de la riqueza natural del llamado “Paisaje Cultural Cafetero” que cada año atrae a millares de turistas de todo el mundo, su familia carecía de lo necesario para subsistir y su madre y hermanas ni siquiera tenían una vivienda. Por ello, desde muy joven se propuso la meta de comprarles una casa.
Y a sus 20 años de edad, el hijo de Luz Faridy Agudelo y Ovidio Rodas comenzaba a lograrlo. “Juan era juicioso, muy buen hijo, lo adoraban en el pueblo”, recuerda su hermana María José.
A la Escuela de Cadetes General Santander, de Bogotá, había llegado a comienzos de 2018 y se había destacado como trompetista de la Banda Marcial del Centro de Estudios. Esa aptitud musical le permitió estar presente en la posesión del Presidente de la República Iván Duque Márquez, el 7 de agosto.
El 17 de enero de 2019, Juan David estaba feliz porque sus aspiraciones de estudiar, formarse como Policía, trabajar en la institución y progresar económicamente, iban haciéndose realidad según se lo había prometido a su madre y a sus dos hermanas. Pero la tragedia acabó con sus sueños en un instante y las tres mujeres quedaron sumidas en la tristeza y el dolor de no volver a verlo.
Hoy las reconforta el hecho de saber que se encuentra en un edén de arcángeles alados, al lado de Dios.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN). (Fuente: Redacción Justicia del diario EL TIEMPO, de Bogotá).
Subteniente Alan Paul Bayona Barreto
Alan Paul Bayona Barreto
(Foto de AlertaTolima.com)
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Alan Paul Bayona Barreto era un joven de 22 años que se caracterizaba por la alegría y el entusiasmo con las cuales desarrollaba todas las misiones que se le encomendaban, ya fuera en el hogar, o en la Escuela de Cadetes.
En 2015, según Andrés Felipe Arcos, se había graduado de Tecnólogo en Contabilidad y Finanzas en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA).
Nacido en la Vereda Piedra Blanca, jurisdicción del Municipio de San Luis, en el Departamento del Tolima, Alan era un deportista de alto rendimiento. A tal punto, que en la Escuela de Cadetes lo llamaban “El Rey de las pistas” porque se lucía en los 800 y 1.500 metros planos.
Pero la faceta más noble, más humana y conmovedora del joven asesinado en el atentado al Centro de Estudios de la Policía, era su amor por la mamá, por María Leyda Barreto; su obsesión por hacer hasta lo imposible por darle a ella una mejor calidad de vida, un hogar, un trabajo donde ella no sufriera humillaciones como las que había tenido que soportar por ser una mujer humilde.
Hoy, para recordar a Alan y especialmente como homenaje a la madre, reproduzco la entrevista que le hizo el periodista Tomás Tarazona Ramírez a la adolorida María Leyda Barreto el 30 de noviembre de 2020, publicada en “Plaza Capital.co”, porque expone una situación similar a la que vivieron los padres de los 22 Cadetes:
Alan Paul Bayona: Con memoria y sin olvido
“La historia, vida y muerte de Alan Paul Bayona es, sin duda alguna, trágica en todo aspecto. Criado en el Tolima, se caracterizó por sus ganas de salir adelante y el amor incondicional que le tuvo a su madre durante sus 20 años de vida. Recordar su historia significa revivir lo más duro del conflicto armado en Colombia. Significa darnos cuenta que su paso por la policía lo convirtió en otro hijo de la guerra; y también, que la brutalidad lleva siendo el pan de cada día de los colombianos durante más de seis décadas.
El 17 de enero de 2019, una camioneta cargada con varios kilos de explosivos detonó en el corazón de la Escuela General Santander, al sur de Bogotá. El atentado, atribuido a la guerrilla del ELN, acabó con la vida de 22 cadetes. El mayor de ellos tenía 26 años. Tras el ataque a las instalaciones de la Policía, los familiares de los cadetes –entre ellos María Leyda–, se han enfrentado en la lucha incesante de conocer la verdad, pedir memoria para sus familiares y encomendar a la justicia divina que los guíe y les ayude a sanar.
¿Cuál fue la última vez que vio a Alan?
En diciembre del 2018 él salió a vacaciones. Él me dijo: “mami, yo quiero que ahora que salgo a vacaciones nos vayamos a pasear, a un pueblito y estemos con Pedro (su hermano). Vamos que yo quiero darle algo que usted se merece amita”. No pudimos viajar, él se fue a Ibagué y estuvo allá unos días con sus amigos y mis hermanas; esa fue la última vez que los vio a todos ellos.
Yo viajé al día siguiente al Tolima. Él me llamaba y me marcaba, pero no podía contestarle por la mala señal. Él, desesperado, me decía: “¡amita, amita, contésteme, quiero hablar con usted!”. Durante esos días no pude hablar con él. Yo me vine el 16 del Tolima. Lo que más me entristece es que yo no pude hablar todos esos días con él.
El viernes 17 de enero yo lo llamé y no me contestó… Tiempo después una amiga me dijo que él la había llamado (antes del atentado) y le dijo que tenía mucho miedo. Después unos amigos dijeron: “Parce, camine a los vestidores a descansar. Se iban a cambiar. Él les dijo que después iba. Todos los otros se salvaron. Luego hablé con uno de sus amigos y me dijo que apenas entró a los vestidores sintió la explosión y ya sabían que Alan había muerto.
¿Cómo fue el paso de Alan por la policía?
Fue muy complicado. Lo levantaban a las 3 de la mañana todos los días. Él me decía: “amita ore, Ore para que Dios me de fuerzas y pueda salir adelante. Porque esto acá es muy duro”.
Después de entrar a la policía duró unos tres meses y luego lo ascendieron. Le colocaron una estrella en su uniforme. El mayor Juan Sierra le decía: “¡Alan, acuérdese de su mamá, acuérdese!. Todo lo que usted haga y va a hacer es por su mamá. ¿Oyó?”.
Él les enseñaba cosas a sus compañeros para que mejoraran como deportistas. Por eso le colocaron en la Policía “el rey de las pistas”. Cuando Alan entró a la policía tenía una meta fija: ser alguien en la vida. Luego se propuso sacar adelante a su mamá y a sus hermanas. En todo lo que compitió ganó… por ahí tengo las medallas.
¿Es cierto que usted se salió de donde vivían y se fue a trabajar a un restaurante para ayudar a Alan a cumplir sus sueños?
Sí. Yo quería darles el privilegio que yo no tuve y quería que Alan fuera exitoso. Me vine a trabajar a restaurantes de Bogotá para ayudarles. Uno como madre hace todo para que sus hijos salgan adelante. Pero los gastos siempre fueron gigantes: uniformes, exámenes, transporte, admisiones… Dios es tan grande que a mi hijo no le hizo falta nada, ni en la vereda donde vivíamos, ni en la Policía.
¿Cómo se enteró de la explosión y de la muerte de Alan?
Ese viernes no trabajé, tenía que ir al Sur de Bogotá y tenía que pasar por la General Santander. Cuando pasé por la Escuela vi eso lleno de Ejército, pero no me preocupé y dije: “mi hijo está bien. Dios me lo guarda”.
Después me llamó una sobrina y me dice que hubo un atentado en donde estaba Alan, ahí me empecé a inquietar. Todos hablaban de eso y ya fue creciendo mi preocupación. Cuando llegué y vi esa escuela toda destruida dije: “Dios mío”.
Yo empecé a gritar y decir: “¡déjeme pasar… yo tengo un hijo acá adentro!”… Le rogaba a un militar, pero no me dejaba pasar. Como pude, me escabullí.
Ya estando adentro llamaba a mi hijo y no me contestaba… Ahí empecé a sufrir. Yo empecé a decirles a todos: “yo soy la madre de Alan Paul Bayona”. Todos me decían algo diferente: que estaba bien, que estaba en algún hospital, que lo tenían aislado, que estaba escondido, pero ellos ya sabían que había fallecido. Fui hasta la capilla a averiguar, y nada. Cogí a un cadete que estaba por ahí, lo agarré de la corbata y le dije: “¡Usted me va a decir dónde está mi hijo!… Es Alan Paul Bayona, todo el mundo lo conoce, así que usted me va a decir dónde está !…”. Se quedó mirándome y agachó la cabeza, y yo al ver eso dije en mi cabeza: “¡mi hijo murió!”. Yo tenía la esperanza de que se hubiera escondido, o salido corriendo.
Como a las seis de la tarde nos llamaron a todos los papás, y decían uno por uno acerca de sus hijos. Me llamaron y me dijeron que mi hijo había muerto. Yo sentía que se me había acabado la vida, que la tierra me comiera. Yo gritaba: “!Señor!”, yo no voy a resistir esto”. Después de Dios estaba mi hijo que yo amaba tanto, mi hijo era tan joven, tenía tantas metas, tantas ilusiones. Es el golpe más terrible que le pueden dar a una madre. Él solo quería servirle a la policía, a Colombia, quería dar amor al que lo necesitaba… pero no se le cumplieron los sueños”.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN).
Subteniente Iván René Muñoz Parra
Iván René Muñoz Parra
(Foto de EL TIEMPO, de Bogotá)
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Juan de Dios Muñoz y Consuelo Parra son dos agricultores de la vereda “El Salitre”, en jurisdicción de la histórica y bellísima ciudad de Barichara, Departamento de Santander (Colombia).
Sin que nadie se haya dado cuenta, Juan y Consuelo han cumplido durante muchos años, prácticamente durante toda su vida, una hermosa y silenciosa labor para contribuir a alimentar a los colombianos.
Desde muy pequeños aprendieron a amar la tierra… a cultivarla para producir comida, como se lo enseñaron sus padres.
Al igual que todos los agricultores colombianos de quienes los habitantes de las grandes ciudades dependen para alimentarse, Juan y Consuelo debían levantarse a las cuatro de la madrugada, así fuera en medio de lluvias, truenos o relámpagos, para trabajar durante todo el día agachados sembrando semillas, desyerbando, cultivando la papa, el tomate, la cebolla, el cilantro, la yuca y tantos otros productos que los famosos chefs de los grandes restaurantes utilizan para hacer la delicia de sus clientes.
Iván René Muñoz Parra era consciente de ese sacrificio de sus padres. Muchas veces había compartido con ellos el arduo trabajo de tener que pasar el día entero cultivando la tierra, en algunos casos sin tiempo para almorzar, porque Juan y Consuelo –al igual que la mayoría de nuestros campesinos agricultores–, desayunaban en la madrugada con una taza de tinto, un pan o una arepa, además de otro alimento ligero y se iban a laborar. Solo volvían a comer algo hacia las 6 de la tarde, al regreso del campo, se acostaban temprano y a primera hora del día siguiente volvían a su dura jornada.
Esa es la ingrata existencia de casi la totalidad de nuestros campesinos amables y honestos. Dedican su niñez, su juventud y su vida a la agricultura y apenas reciben lo suficiente para sobrevivir. Cuando se dan cuenta ya son ancianos y no cuentan con una pensión que les garantice una vejez digna. Y de ahorros, ni hablar. Nunca les quedó nada.
Iván René, con el entusiasmo y la nobleza que iluminaban sus ojos juveniles, estaba decidido a hacer algo para evitar que sus padres terminaran como la mayoría de campesinos colombianos. Logró ser admitido en la Policía en Santander y viajó a Bogotá como “Patrullero en Comisión” en 2016, para hacer un curso de ascenso en la “Escuela de Cadetes General Santander” en Bogotá.
Las nobles ilusiones de este joven santandereano de 24 años, oriundo de Barichara y considerado un atleta de alto rendimiento en pruebas de 800 y 1.500 metros, fueron destruidas de manera cruel. Resultó herido en la explosión del 17 de enero de 2019, alcanzó a ser consciente de la gravedad de su situación y luchó con decisión, con coraje, con esfuerzo, para tratar de sobrevivir. Pero todo fue en vano. Esa misma noche, después de ser sometido a dos cirugías por la gravedad de las múltiples fracturas que había sufrido en los brazos y las piernas, sus ojos se apagaron en una Unidad de Cuidado Intensivo (UCI) del Hospital Central en Bogotá, sus sueños se esfumaron y su valiosa existencia se extinguió. Junto a la de él, las almas de otros 21 valientes Mártires viajaron al Cielo.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN). (Fuentes: Redacción Justicia del diario EL TIEMPO, de Bogotá y Pulzo.com).
Subteniente Juan Diego Ayala Anzola
Juan Diego Ayala Anzola
(Foto: Andrés Felipe Arcos)
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Juan Diego Ayala Anzola sigue siendo recordado con afecto por los habitantes de San Juan de Rioseco, un municipio del Departamento de Cundinamarca (Colombia), cuyas cualidades son exaltadas por Wikipedia ante quienes desean conocerlo, por tratarse de un territorio donde se produce café, plátano, piña, guayaba, mango, naranja y variedad de otros productos agrícolas.
En este lugar había nacido Juan Diego, cuyo mayor anhelo era graduarse de Suboficial en la Escuela de Cadetes para servir a Colombia. Sus sueños, sus ilusiones, fueron destruidas por la acción terrorista. Su recuerdo, sin embargo, no se borrará en la mente de quienes lo trataron y vieron en él a un joven excelente.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN). (Fuente: Redacción Justicia del diario EL TIEMPO, de Bogotá).
Subteniente Fernando Alonso Iriarte Agresot
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Fernando Alonso Iriarte Agresot
(Foto de EL TIEMPO, de Bogotá)
![](https://german-navarrete.com/wp-content/uploads/2022/01/35.-FERNANDO-ALONSO-IRIARTE-AGRESOT.jpg)
Fernando Iriarte tenía 19 años. Había nacido en San Bernardo del Viento (Departamento de Córdoba) y era conocido con el cariñoso apodo de “Nando”.
Andrés Felipe Arcos cuenta en su Facebook que el joven era un destacado jugador de voleibol que participó en el equipo municipal y departamental.
Iriarte Agresot se preparaba para terminar su proceso de formación en la Escuela de Cadetes en junio de 2019.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN). (Fuente: Redacción Justicia del diario EL TIEMPO, de Bogotá).
Subteniente Cristhian Fabian González Portilla
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Cristhian Fabián González Portilla
(Foto de EL PAIS, de Cali)
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Como todos sus paisanos, Cristhian Fabián González Portilla, de 20 años, era un joven de grandes virtudes: amable, respetuoso, concentrado en sus estudios y exitoso en los deportes, según los comentarios de quienes lo conocieron y trataron en vida.
Oriundo del Corregimiento de Arrayanes, en el Departamento de Nariño, Cristhian pertenecía a una familia de hombres que desde la Policía Nacional han dedicado sus vidas a servirle a Colombia, a sus compatriotas. Tenía como ejemplo a esos diez parientes y deseaba emularlos.
Su primo, el comandante de la Estación de Policía de Palmira, Alexander Bravo, recordaba que la última vez que el joven lo había llamado era para manifestarle su alegría por pertenecer a la Liga élite de tiro de la Policía. También le gustaban el teatro, la música y el fútbol.
Además, según el oficial, Cristhian Fabián se destacaba por “tener como sus principios la honestidad, la responsabilidad, la familia y, ante todo, mucha fé”. Cinco días antes de morir trágicamente, el joven le había compartido sus éxitos en la Escuela de Cadetes, donde estaba próximo a graduarse de Alferez.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN). (Fuente: Redacción Justicia del diario EL TIEMPO, de Bogotá).
Subteniente Andrés David Fuentes Yepes
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Andrés David Fuentes Yepes
(Foto: HOY, Diario del Magdalena)
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De 24 años, Andrés David Fuentes Yepes había nacido en la capital de la música vallenata, la ciudad de Valledupar (Departamento del Cesar). Cursaba el cuarto semestre de Administración Policial en la Escuela General Santander y fue uno de quienes más sufrieron por las heridas recibidas el 17 de enero de 2019. Falleció el 8 de febrero.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN). (Fuente: La FMcom.co).
Subteniente Carlos Daniel Campaña Huertas
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Carlos Daniel Campaña Huertas
(Foto de “El País”, de Cali)
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Carlos Daniel Campaña Huertas era un joven oriundo de Puerres, un municipio ubicado a poco más de una hora de Pasto, la capital del Departamento de Nariño, en el Suroccidente de Colombia. Tenía 20 años de edad y era aficionado del fútbol. Además, era reconocido por tener fama de estudiante excelente y por su vocación de Policía.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN). (Fuente: La FMcom.co).
Subteniente Diego Alejandro Pérez Alarcón
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Diego Alejandro Pérez Alarcón
(Foto: Noticias Caracol)
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Diego Alejandro Pérez Alarcón era oriundo del municipio de Tuluá (Departamento del Valle del Cauca). Había prestado servicios como Auxiliar de Policía en su ciudad natal. En el momento del atentado llevaba año y medio estudiando en la Escuela de Cadetes.
A sus 22 años, Diego Alejandro era un apasionado de la música rock y el fútbol. Desde niño había soñado con ser Policía para seguir el ejemplo de su padre, Diego Pérez, quien durante 24 años había desempeñado una brillante carrera en la institución.
La muerte del joven Pérez Alarcón fue una de las más crueles del fatídico 17 de enero de 2019, debido a que su cuerpo fue uno de los que más sufrió el impacto de la onda explosiva. En los primeros momentos del atentado no fue posible identificarlo porque sus restos mortales quedaron incinerados y el Instituto de Medicina Legal debió esperar horas que a los padres les parecieron días, hasta conocer los resultados de las pruebas de ADN practicadas al padre del Cadete.
Mientras este drama se desarrollaba en Bogotá, en Tuluá el padre del joven buscaba angustiosamente alguna información que le permitiera saber qué había ocurrido con su hijo, porque nadie le daba razón alguna de la suerte que había corrido el estudiante. Ante la incertidumbre de no saber si su hijo estaba vivo o muerto, Diego Pérez viajó a la capital colombiana y logró contactar a un Cadete que hacía parte del mismo curso de Diego Alejandro.
“El compañero de mi hijo me dijo que Diego estaba herido, pero que eran unas esquirlas leves. Posteriormente lo llamé y ya me dijo que no sabía y que desconocía todo”, le explicó el ex Agente a la cadena radial Caracol, al hacer un recuento de las gestiones que había adelantado hasta ese momento.
A raíz de la información recibida inicialmente, Diego Pérez guardaba la esperanza de que su hijo estuviera con vida, o por lo menos en un hospital, pero con el paso de las horas la angustia aumentaba y la ilusión se iba apagando, hasta que conoció la trágica noticia, comentó Pulzo.com al informar sobre la situación vivida en la Escuela de Cadetes.
“Si en este momento me dieran la noticia de que él está muerto, creo que lo asumiré con la gallardía que debe ser, y sé que lo hizo con valentía, con honor, porque él era uno de los entregados por su institución. Él amaba la Policía Nacional, así como yo la amo. Si mi diosito se lo ha llevado, lo va a tener comandando la guardia de arcángeles, allá arriba”, fue la dramática respuesta de Diego Pérez a Caracol al informar que se había presentado al Instituto de Medicina Legal para que le practicaran una prueba de ADN.
Al confirmarse oficialmente la muerte de Diego Alejandro, la Escuela le entregó las pertenencias personales al papá y lo remitió nuevamente a Medicina Legal para que gestionara el traslado de los restos mortales a Tuluá, donde se le rindieron honores militares y se le dio cristiana sepultura.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN).
Subteniente Diego Fernando Martínez Galvis
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Diego Fernando Martínez Galvis
(Foto de “Vanguardia“, de Bucaramanga)
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Diego Fernando Martínez Galvis era oriundo de Curití (Departamento de Santander). Tenía 21 años y era egresado del colegio “Eduardo Camacho Gamba”, de su ciudad natal y había prestado el servicio militar en la Estación de Policía de San Gil.
Hacía un año adelantaba estudios profesionales en la Escuela y el día del atentado se hallaba en el primer escuadrón, por lo cual fue uno de los cinco Cadetes que sufrió mayores afectaciones al estallar la pentolita y falleció pocas horas después.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN). (Fuente: Pulzo.com)
Subteniente Jhonatan León Torres
Jhonatan León Torrres
(Foto de EL HERALDO, de Barranquilla)
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Jhonatan León Torres había nacido en el Corregimiento de Puerto Mosquito, jurisdicción de la ciudad de Gamarra, en el Departamento del Cesar, hacía 24 años.
Se había radicado en Bogotá cuando inició sus estudios de bachillerato en el “Colegio Mayor del Quiroga”, ubicado en la Localidad 18 “Rafael Uribe Uribe” y aspiraba a llegar a ser Director General de la Policía Nacional.
El último contacto de León con su familia tuvo lugar un día antes del atentado, el 16 de enero, a través de una videollamada.
Por constituir un documento histórico para la familia de Jhonatan y las Biografías de los Cadetes, reproduzco la entrevista que la periodista Carol Velasquez le hizo al padre del joven, publicada en “kienyke.com”:
“Kienyke.com conversó con el padre de Jhonatan León, una de las víctimas del atentado en la Escuela General Santander.
A las 7:00 a.m. asistió a una primera ceremonia. Practicó su rutina una hora después, acatando las recomendaciones del profesor que ansiaba una presentación impecable en el próximo evento de la institución.
Siendo las 9:00 a.m. se negó al desayuno propuesto por uno de sus compañeros. Media hora más tarde, un tanto afanado por el sol capitalino en su rostro y la puntualidad que le ameritaba una cita, dio su último aliento.
¡Fue en cuestión de segundos! Una camioneta con alias “El mocho” al volante cruzó intempestivamente el control de la entrada principal en la Escuela de Policía General Santander. Su detención fue imposible, testifican los videos de seguridad y afirman los guardas de turno.
El chofer del vehículo, reconocido en la investigación como José Aldemar Rojas Rodríguez, se inmoló al estallar 80 kilos de pentolita y causó la muerte del joven Cadete y 21 de sus compañeros. Además, dejó 100 heridos y una institución en zozobra absoluta.
El crimen causó luto nacional y desterró, una vez más, la esperanza de paz en los colombianos. Las autoridades enardecidas investigaron rápidamente al presunto responsable y se atribuyó a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) que acordó con el gobierno no cesar el fuego.
Una pena insoportable
Dicen que el dolor más fuerte que puede sentir un ser humano es la pérdida de su hijo. Que no hay padecimiento que se compare. Pues así lo describió Oscar León, padre de Jhonatan Heiner León Torres, víctima del atentado.
“La última llamada de él la tengo en el celular y creo que nunca jamás la voy a borrar. Me dijo que estaba bien”, dice el progenitor entre sollozos, recordando a su hijo.
Oscar contó que se hallaba en Aguachica, Cesar, derrochando el tiempo en sus quehaceres cuando una llamada de su hermana lo sorprendió.
-Mijo, ¿Usted dónde está? (….) ¡Présteme atención! Dicen en los noticieros que una bomba explotó en la escuela donde estudia el niño.
Al comienzo nadie les daba alguna razón de su hijo. Las versiones preliminares afirmaron que Jhonatan León no era una de las víctimas, pero al pasar del tiempo se hacía más latente la incertidumbre sobre la vida del cadete.
Del seno del hogar a la Escuela de Cadetes
Jhonatan respeta a las mujeres y les adeuda su bondad. Sonreía frecuentemente con su madre María Alida Torres Cortés y amaba a sus tres hermanas, Maryoli, Zuleima y Melani.
Nació el 6 de diciembre de 1995, en el pequeño corregimiento de Puerto Mosquito, municipio de Gamarra, en el Cesar.
Entró el 5 de julio de 2019 a la Escuela de Cadetes General Santander, ubicada al sur de Bogotá. Pasó una a una las exigencias de ingreso y para cumplir a cabalidad se realizó dos intervenciones quirúrgicas, una oftalmológica y otra dental.
“Ese cinco que lo entregamos fue muy doloroso. Primero es el único hijo varón que yo tengo, y segundo, los que han tenido familiares ahí saben que eso es duro porque ellos están prácticamente incomunicados”, dice su padre.
“Aunque eso después del atentado ha cambiado”.
Su padre relata a un joven muy dedicado y que sorteó con paciencia las adversidades. Alcanzó a recibir dos estrellas por su rendimiento académico, mérito para subir de rango en la escuela.
Las premoniciones del atentado
Oscar cuenta que antes del atentado su hijo, Jhonatan León tuvo dos extrañas premoniciones que hoy son resignificadas como una advertencia divina sobre lo ya lamentado.
Según recuerda su padre, el 31 de diciembre del 2018 antes de su partida, Jhonatan agradeció en la iglesia por el año que pasó. Sin embargo, se encontró con alguien muy especial para él.
-Mami, ¿Sabe qué fue lo que me pasó en la iglesia?
-No, ¿qué le pasó?
-Vi a mi madrina al lado del Cristo riéndose a carcajadas. Traté de sacar el celular para tomarle una foto, pero no fui capaz de sacar el celular.
Su madrina había muerto en agosto del 2017.
“Una de dos, la madrina estaba contenta porque le haría compañía o advertía sobre el peligro”, añade Oscar.
Pasó el año nuevo y su papá relata que como cosa rara, su hijo le pidió visitar a Nicolás, un amigo de infancia y regresar a Puerto Mosquito, el pueblo natal que hace seis años no visitaba.
Además, don Oscar manifiesta que para enero tenía la intención de viajar a Barranquilla para visitar a su hermana, en esa ocasión su hijo le expresó que quizás el tiempo no alcanzara para hacerlo después, pues le dijo:
“Este es el último diciembre que paso con ustedes, porque a nosotros nos mandan para terreno después”.
Durante cinco días estuvieron en Santa Marta, Barranquilla y Cartagena, disfrutando en familia. Esas fueron sus últimas vacaciones.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN).
Subteniente Oscar Javier Saavedra Camacho
Oscar Javier Saavedra Camacho
(Foto de EL TIEMPO, de Bogotá)
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Oscar Javier Saavedra Camacho había nacido en la ciudad de Bucaramanga, tenía 21 años y antes de ingresar a la Escuela de Cadetes había prestado el servicio militar en la sede de la Policía Metropolitana de la capital del Departamento de Santander.
Se había destacado, además, como un excelente deportista en Santander, donde sobresalía en la práctica del Karate-Do. El dominio de esta especialidad le permitió ganar varias medallas en competencias regionales.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN). (Fuente: Noticias al Sur).
Subteniente Yhonatan Efraín Suescún García
Yhonatan Efraín Suescún García
(Foto de Facebook.com)
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Jonathan Efraín Suescún García nació en el Departamento del Meta, Tenía 24 años, pertenecía a la liga de voleibol de su departamento y era bachiller del Colegio Camilo Torres de Granada. Suescún prestó su servicio militar en el Batallón Guardia Presidencial. Hacía un año y medio había entrado a la Escuela de Cadetes para seguir su formación militar.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN). (Fuente: Andrés Felipe Arcos).
Subteniente César Alberto Ojeda Gómez
César Alberto Ojeda Gómez
(Foto: Pulzo.com)
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César Alberto Ojeda Gómez nació en Floridablanca, (Santander). Era hijo de un agente de tránsito adscrito a la Dirección de Tránsito de Floridablanca. Murió a los 22 años. Los había cumplido el 19 de diciembre de 2018. Era bachiller del Instituto “Gabriela Mistral” y se destacaba como un gran aficionado al fútbol. Ojeda hacia parte de una familia de tres hermanos. Fue el último de los cadetes en fallecer.
(Foto oficial: Dirección General de la Policía Nacional de Colombia. – Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco De Paula Santander” (ECSAN). (Fuente: Andrés Felipe Arcos).